Con su gol, el más bajito trajo un alivio muy grande

Maxi, con chispazos de su talento, fue el salvador y la figura

Por ALBERTO BALLESTERO

Aquel verano, en Mendoza, antes del clásico ante Independiente, empezó a germinar con fuerza la idea de su regreso, del que se hablaba algunos días antes. Su excursión por el fútbol ruso no fue lo que esperaba y la tentación de volver a geografías mucho más conocidas y en donde se siente realmente querido, era muy grande para Maximiliano Moralez. Un Racing careciente de figuras y sabedor que lo esperaba un semestre movidito era una oferta muy atractiva. Claro que hacía falta una de las llamadas "ingenierías financieras". Lo cierto que el "operativo retorno" tuvo un final feliz y ayer, cuando Racing rindió la última materia en este Master de sufrimiento, que sus hinchas están tan acostumbrados a cursar, no solamente aportó el gol de la aliviadora victoria, sino también ráfagas de su talento, que le alcanzaron para erigirse en la figura del encuentro y que le sirvieron para que -justo cuando restaba por jugarse el tiempo adicional y Llop decidió su reemplazo- la gente le tributara una justa y muy merecida ovación.

Como quedó dicho, su aparición más rutilante en el partido, tuvo lugar a los diez minutos de empezado. Allí le dio un pase a Sava, el Colorado se la devolvió y el Enano emprendió una carrera que culminó con un alto y rabioso disparo, que infló la red del arco adversario. Eso fue como una bocanada enorme de aire fresco para la sufrida grey racinguista. Un respiro que llegó justo un minuto después de que Matías Gigli encendiera la alarma, perdiéndose un gol prácticamente increíble y que a punto estuvo de aumentar más aún la angustia de la gente. Fue un gol, el del Enano, que sirvió para volver a colocar en sus lugares a los corazones que sesenta segundos antes, palpitar en forma muy descompasada.

En instancias como estas, hay que calzarse el overol. Por eso, lejos de erigirse en un enganche, Moralez jugó por la izquierda, en la segunda línea de cuatro que diagramó Llop. Claro que su inteligencia táctica le valió, en ese primer tiempo no solamente para sacarse de encima la pegajosa y poco eficiente marca de Miguel Martínez, para volcarse un par de veces por el otro sector y sorprender a un Belgrano en donde Farré no bajó a tiempo y en donde Turus se vio obligado a convertirse en un improvisado marcador de punta. Allí, se vivieron los mejores pasajes de fútbol en Racing -que no fueron muchos- en la parte inicial.

El segundo tiempo fue otra historia. Moralez participó en la primera jugada de esa etapa, que terminó con un cabezazo de Facundo Sava, que Olave mandó al corner. Pero después, las circunstancias hicieron que el partido se tornara algo distinto, que Belgrano intensificara su presión, ya que estaba obligado a dar vuelta la historia, para trepar a primera y allí se dio un partido distinto, con escaso espacio para el lucimiento y en donde Racing debió apelar a enormes dosis de temperamento para mantener la historia. Y en esa, también se prendió y cuando pudo, aquietó la pelota y hasta provocó un par de tiros de esquina, cuando consiguió que su equipo instalara el juego en campo rival y obligó a Olave a intervenir, con un disparo alto y en otra contra, quedó en posición adelantada.

Los fríos números hablan de que tomó contacto con el balón en 25 ocasiones, jugando de manera acertada el ochenta por ciento de ellas. Fríos números, alejados del sentimiento. Lo más importante, fue que se convirtió en un factor clave para que al pueblo Académico le volviera el alma al cuerpo. Justamente él, que es el más bajito, le terminó dando a la gente una alegría grande.

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