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La china de La Plata

Dos mil chinos viven en la Ciudad y su cultura ya es parte nuestraPor FACUNDO BAÑEZ

La china de La Plata

La china de La Plata

10 de Agosto de 2008 | 00:00
La tarde de octubre en que llegó a La Plata, hace ya unos años, a Wang Jiang no le llamó la atención las diagonales ni tampoco la Catedral o el Museo de Ciencias Naturales. Lo que le llamó realmente la atención fue que la Ciudad no tuviera mar.
abre comillasDe los 80 autoservicios de origen asiático que hay funcionando en nuestra ciudad, 72 están agrupados en la Asociación de Comerciantes Chinos de La Platacierra comillas


-Había mar...-dice ahora, entre alegre y recordando un lejano mapa de nuestro país en el que, según parece, La Plata y Mar del Plata parecían ser el mismo lugar.

Pese a la confusión inicial, la sonrisa enorme de Wang Jiang no se rinde y parece explicarlo todo. No hace falta que uno le pregunte mucho para enterarse que nació en Fujiang en la década del cuarenta pero terminó viviendo en Shangai a los pocos años. Tampoco para saber que tiene cuatro hijos, que ahora trabaja junto a su familia en uno de los ochenta supermercados chinos que hay instalados en La Plata y que es una de las casi setenta mil personas que llegaron a nuestro país provenientes del gigante asiático en los últimos años.

Lo único que la sonrisa de Wang Jiang acaso no sepa explicar muy bien, más allá de la misteriosa ausencia de mar en estas tierras, sean las razones por las cuales a veces siente que vive acá desde siempre, desde toda la vida. El lenguaje todavía no le permite apalabrar muy bien los sentimientos y se esfuerza para que uno lo entienda. Trata pero se confunde, y cuando se da cuenta de que se confunde, vuelve otra vez con la sonrisa blanca y enorme y prefiere hablar de datos más precisos:

-Siete años -informa. Siete años viviendo en un lugar del que no conoce mucho pero que, pese a todo, ya eligió como su casa. No es el único: junto a él, otros dos mil chinos viven, estudian y trabajan en La Plata. La mayoría se dedica al comercio pero algunos, ayudados por el crecimiento económico y cultural de su país, aprovechan la expansión global de China en los mercados de todo el mundo y hasta encuentran en la enseñanza del chino mandarín una buena oportunidad para ganarse la vida.

-Más allá de los supermercados -dice Andrea Pappier, coordinadora del Centro de Estudios Chinos de la UNLP-, el contacto con la cultura china en la sociedad platense se remonta a varios años atrás y se observa ahora de varias maneras: con las artes marciales, con los centros especializados en taichi y wu-shu, con la acupuntura, con la enseñanza del mandarín, con los restaurantes chinos, con las casas de adornos típicos y hasta con los productos que consumimos cotidianamente.

Es verdad. El crecimiento económico y cultural del que habla Pappier se hace ejemplo en muchos de los productos que Wang vende en su súper: salvo los alimentos, casi todos los demás son de origen chino. La tostadora, el microondas que está en oferta, la pava de color verde, los encendedores, los porta sahumerios, los pocillos para el café, los repasadores y hasta cualquier frasco de vidrio que vaya a parar a la cocina. Y ni que hablar de los productos electrónicos.

-Made in China -repite Wang, y dibuja una sonrisa zumbona que parece repleta de sabiduría. Su humorada, en el fondo, revela un tema que para muchos merece análisis. Hace apenas unas semanas, de hecho, salió publicado un libro que aborda la cuestión en términos tan periodísticos como antropológicos: luego de descubrir que la mayoría de los regalos de Navidad que había en su familia eran de origen chino, la periodista norteamericana Sara Bongiorni se decidió a vivir un año sin productos hechos en aquel país. El resultado fue el libro "A Year Without Made in China", en el que se relata la aventura casi imposible de vivir durante doce meses sin consumir nada que sea chino. Al final del libro, Bongiorni concluye que otro día más sin un producto de origen asiático haría que la vida fuese poco menos que un infierno.

EN EL SUPER

Según un relevamiento del Centro de Estudios Chinos del Instituto de Relaciones Internacionales de la UNLP, el 24 por ciento de los chinos que vive en Argentina tiene restaurante y el 19 por ciento puso un mercadito. En total, de acuerdo a datos oficiales de la Asociación Comerciante Chino Argentina, en el país hay unos 5 mil súper chinos que, según los distribuidores mayoristas, facturan algo más de 3 mil millones de pesos por año.

En nuestra ciudad, de los 80 autoservicios de origen asiático que hay funcionando actualmente, 72 están agrupados en la Asociación de Comerciantes Chinos de La Plata y se calcula que ocho de cada diez vecinos tiene un súper chino cerca de su casa. Sin embargo, hay otros datos que empañan la actividad de los comerciantes llegados de la misteriosa tierra de los dragones: el 47 por ciento de la gente que no compra en el mercado chino prefiere no hacerlo porque desconfía de la conservación de la cadena de frío de los productos.

-Todas mentiras -asegura Juan Carlos De Marco, asesor legal de la Cámara de Comerciantes Chinos de La Plata-. La comunidad china tiene clavada una espada de Damocles que es la discriminación. Los argentinos somos xenófobos y todo aquello que es diferente a nuestra cultura preferimos despreciarlo antes que entenderlo. Está todo bien hasta que nuestra hija se pone de novia con un chino, con un negro o con un judío. Ahí ya no queremos saber más nada.

Los comentarios en torno a los súper chinos son bien conocidos: que su gobierno les reintegra el IVA y corren así con un 21% de ventaja contra sus pares argentinos, que a cada familia el gobierno les entrega entre 100 y 200 mil dólares para que se vayan de China, que en los supermercados a la noche apagan las heladeras para no gastar en energía o que tienen todo el personal en negro.

De Marco ya se las conoce todas. Y contraataca:

-La única verdad es el trabajo de lunes a lunes, la perseverancia y una conducta ejemplar. Lo real es que se hacen compras corporativas y se obtienen de ese modo enormes descuentos por pago contado. Sin embargo, hay que hacer un esfuerzo denodado para que esta gente sea cada vez un poco más aceptada entre su vecindario.

Según la Asociación de Comerciante Chino Argentina, los paisanos que llegan de la actual sede de los Juegos Olímpicos trabajan 15 horas por día y son, en su mayoría, campesinos que para poder hacer pie en este suelo traen un promedio de entre 15 y 30 mil dólares cada uno.

-La de los comerciantes chinos -agrega De Marco- es una lucha plagada de injusticias y que tiene aristas traumáticas como, por ejemplo, las prácticas discriminatorias de la municipalidad de Berisso, donde los funcionarios se jactan de que allí "no van a entrar chinos". Y es curioso, porque los súper chinos después son los primeros en ser saqueados y en ser inspeccionados por la AFIP o por personal de Bromatología municipal.

Desde la embajada de la República Popular en el país también se ensaya una defensa:

-El gobierno chino no financia a sus ciudadanos en el exterior -aseguran-. Los supermercados son inversiones privadas que, además, venden muchos productos argentinos.

LA LENGUA ORIENTAL

Difícil que el señor Ling se haya imaginado lo que le tendría reservado el destino el día que llegó por primera vez a La Plata junto a su mujer. Habían venido de paseo y, casi sin proponérselo, se dieron cuenta de que esta sería la tierra en que criarían a su pequeña hija Wan. Hoy, trece años después de haber abandonado definitivamente esa parte de la China no continental que es Taiwán, la entonces pequeña Wan Ling tiene 24 años y se gana la vida dando clases de chino mandarín.

-La vida acá es mucho más tranquila -explica Wan en un castellano que apenas deja traslucir el origen oriental-. Y es cierto que cada vez son más los que quieren aprender nuestro idioma.

Todos los caminos conducen a China. Y a su crecimiento, claro: de la mano de una importación furiosa que hace que la mayoría de los productos sean de origen chino, la necesidad de aprender la lengua oriental que experimentan muchos comerciantes -sobre todos los que trabajan con productos electrónicos- se agiganta con el correr de los años. Pero no son los únicos en sentir esa necesidad: sólo en el último año, el número de platenses interesados en estudiar mandarín que se acercó al Instituto de Relaciones Internacionales de la UNLP superó al acumulado en sus quince años de historia.

-En mi caso todo se dio por casualidad -cuenta Wan Ling-: hace cinco años una amiga argentina me vio escribiendo en chino y me convenció para que le diera clases particulares. Después se fue sumando gente y ahora tengo más de veinte alumnos. Muchos quieren aprender por negocios y otros porque creen que así pueden conseguir mejores trabajos.

A Jorge Di Masi, responsable del Departamento de Asia y Pacífico de la Universidad local, esta fiebre por lo chino no lo sorprende para nada:

-Invito a que cualquiera revise cuántos productos fabricados en China tiene en su casa -propone-. Una vez que lo haga, estoy seguro que va a entender de qué crecimiento estamos hablando.

En Argentina, donde el 38 por ciento de los chinos radicados tiene entre 21 y 30 años y ya forman parte de la primera generación que habla castellano de corrido, algunos entendidos remiten el fenómeno expansivo de China a principios de esta década y mencionan como punto de inflexión la visita del presidente chino Hu Jintao en noviembre de 2004.

-Hay que conocerlos y tratarlos con mayor profundidad para entender sus sufrimientos -insiste De Marco-. Tienen una cultura muy distinta a la nuestra y tal vez muchas de sus costumbres nos resulten chocantes. Pero como no los conocemos es más simple denostarlos. Los chinos son laburantes y honestos, y muchos de ellos ya se sienten verdaderos hermanos argentinos...

Los ojos del mundo miran al gigante asiático y se deslumbran por estos días con la imponente organización de los Juegos Olímpicos. Mientras tanto, lejos de la llama olímpica y la exuberancia, a China es cada vez más común verla en nuestra vida cotidiana a través de los supermercados, los bazares, los restaurantes, las artes marciales y hasta en las clases de chino mandarín. China está entre nosotros. Bienvenida a su nueva y desconocida casa.

1.500

Esa es la cantidad de bebés que, según cifras oficiales, nacen por hora en China. Un promedio de 36 mil partos diarios.

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