El stencil y sus diferencias con el graffiti

Para muchos artistas callejeros los graffittis ya forman parte del pasado urbano de las ciudades. Desde hace un tiempo, dicen, lo más novedoso para expresar ideas en las paredes es el stencil. Este nuevo lenguaje de estampas multiplicadas, que se asocia a tribus urbanas o movimientos políticos, sociales o culturales, se recrea con una plantilla recortada y el aerosol de rigor. Las paredes siempre hablan, pero el grafitti y el stencil no son lo mismo. La comparación entre ambos es inevitable y, si se la estudia, permite de alguna manera entender el fenómeno de estas expresiones artísticas al aire libre.

Son parientes cercanos, comparten las paredes y la pintura en aerosol. Pero cada uno tiene su espíritu propio y sus características bien determinadas. El graffiti es único: una vez que se hizo en la pared, ya no se reproduce. Su origen es norteamericano y surgió en la década de los 60 en Nueva York. Muy distinto es el origen del stencil, que algunos hasta se animan a ubicarlo en las pinturas rupestres de los hombres de las cavernas y, más acá en el tiempo, mencionan su estilo asociado a la llamada técnica "pochoir", de origen francés y que se utilizaba para decorar seda o papel. Recién a mediados del siglo pasado la modalidad se adaptó como nueva forma de protesta o advertencia social en las paredes de varias capitales importantes.

Los hacedores de este movimiento aseguran que la consigna del stencil es intervenir un espacio blanco, como si la ciudad fuera un lienzo. Se trata siempre de no dañar la pared de una casa o molestar a un propietario, aunque se sabe también que en el arte urbano la línea que separa lo legal de lo clandestino suele ser bastante fina y a veces transparente.

El graffiti, se explica, tiene un mensaje que puede contener cualquier ideología: futbolera, política, amorosa o rockera, pero se diferencia del stencil por su estilo y forma de creación. Para lograr la técnica del stencil, hay que usar una plantilla calada con el diseño -por lo general es una radiografía- e imprimirlo en una pared con aerosol o tinta. Quienes ven trabajar a estos artistas callejeros comprenden que lo hacen a una velocidad impresionante. En cinco minutos pueden cambiar por completo la estética de una pared para hacerla propia. Pero el artista jamás figura y casi nunca se lo puede contactar. Es un arte anónimo que recién se completa con la aceptación cómplice de quien pasa por el lugar, mira y lee. De nadie en particular. Y para todo el que quiera mirar.

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