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De Río Gallegos a la Rosada: una vida marcada por la política

Empezó su militancia desde muy joven. Y a partir de la recuperación democrática inició una meteórica carrera hacia la PresidenciaPor MARIANO PÉREZ DE EULATE

De Río Gallegos a la Rosada: una vida marcada por la política

Una foto emblemática de la era Kirchner: el jugueteo con el bastón presidencial en el momento en que se concreta el traspaso del mando junto al mandatario saliente, Eduardo Duhalde

28 de Octubre de 2010 | 00:00
Néstor Carlos Kirchner disfrutó siempre del ejercicio del poder. Tal vez fue lo único que realmente lo apasionó. A diferencia de algunos antecesores en la Presidencia, jamás deslizaría una queja por las cosas personales que debió dejar de lado para impulsar su carrera política. Kirchner nació para eso. Y llegó a la cima antes de lo que él mismo pensaba, según confesó en sus primeros días en la Casa Rosada.

Santa Cruz, remota y hermosa, siempre fue su gran amor. Kirchner cambiaba el talante, el humor, cada vez que regresaba allí. “Se respira otro aire”, decía. Había nacido en Río Gallegos el 25 de febrero de 1950, cinco años antes de que ese extenso territorio patagónico se convirtiera en provincia. Fue el segundo hijo de tres, concebidos en una familia de buen pasar. La mayor, Alicia, siempre lo acompañaría en la gestión. De la menor, María Cristina, se conoce poco y nada. Por su venas corría sangre croata, suiza y alemana.

Kirchner vino al mundo el mismo día que José de San Martín. Solía bromear con el dato, que lo emparentaba tangencialmente con el nombre más rutilante de nuestra historia. Nunca cometió la imprudencia de compararse en público, como han sugerido más de una vez los adulones de siempre.

SUS PRIMEROS AÑOS

Distintas biografías y registros hablan de una infancia pueblerina en la que el niño Néstor sobresalía por su delgadez y su altura. Unas gruesas gafas lo acompañarían toda la adolescencia y la juventud, dándole un aspecto de relativa fragilidad, primero, y de rebeldía intelectual después, cuando la moda de la época le impuso el pelo largo hasta los hombros.

Album familiarDe la etapa adolescente data su apodo más célebre,”Lupín”, un personaje de historieta concebido por Guillermo Guerrero que mostraba un piloto aventurero de nariz prominente. Es notable el parecido y a Kirchner siempre le pareció gracioso. Hasta que murió, sus amigos del sur, los de toda la vida, le seguían diciendo así. Para otros era simplemente “Lupo”.

Varias fuentes coinciden en señalar que a Kirchner le cambió la vida su paso por la ciudad de La Plata. De allí volvió menos tímido, más conversador y con un perfil político definido. En abril del 69 ingresó a la facultad de Derecho de la UNLP, donde se recibió de abogado en julio del 76 (ver pág. 13, sus años en la Ciudad).

En lo personal, la capital bonaerense también le dio a Cristina Fernández, una bella joven de clase media que para esa época ya se movía en los círculos del rugby local y que, en verdad, parecía lo opuesto de Kirchner. Se enamoraron y se casaron el 9 de mayo de 1975, luego de un noviazgo breve.

EL REGRESO AL SUR

Juntos se fueron al sur cuando Néstor obtuvo su diploma y la dictadura hacía estragos entre estudiantes, sindicalistas y dirigentes políticos de La Plata. Tuvieron dos hijos, Máximo y Florencia. Desde entonces, Santa Cruz fue la tierra adoptiva de ella. Fue en aquel momento que nació la más notable sociedad político-conyugal de los últimos 35 años. Fueron compañeros, esposos, amigos, militantes. Pero Kirchner, siempre, fue el jefe.

En Santa Cruz, el joven abogado Kirchner vivió los años oscuros trabajando en su estudio jurídico. Menguó su fervor militante, es verdad. Algo que le reprocharían sus detractores años más tarde. Pero sería injusto no recordar que su paso por la juventud universitaria le valió una detención de tres días en un penal provincial, no en condición de desaparecido.

Como abogado, Kirchner se especializó en la cuestión comercial, haciendo cobranzas a morosos. Primero entre particulares y luego para bancos. La famosa circular 1050 del año 1980, que disparó las tasas de los créditos hipotecarios y perjudicó a mucha gente endeudada, marcó su pico máximo en ese rubro legal. Las varias biografías no oficiales que se publicaron de Kirchner marcan esa época como la del inicio del despegue económico del ex presidente, que cuando llegó a la Casa Rosada tenía una considerable fortuna personal.

EL ASCENSO POLITICO

Clic para ampliarLa carrera política de Kirchner arrancó con la recuperación democrática, en 1983. Perteneció a la última generación de dirigentes peronistas que convivió con Juan Domingo Perón, con el del ocaso. Fue un hombre complejo, que en su parábola como persona pública mezcló valentía, frialdad para tomar decisiones, liderazgo, acaso cierta crueldad para con sus rivales. Tenía un caracter volcánico, su sello. Y estaba completamente alejado de la frivolidad: su postura casi desalineada, con los célebres mocasines gastados como emblema, no era una pose.

En la primavera alfonsinista, Kirchner manejó la Caja de Previsión Social de Santa Cruz en la que sería su primera incursión como funcionario público. Nunca más abandonaría el Estado. Una pelea fuerte con el gobernador peronista Arturo Puricelli por el destino de los aportes previsionales lo eyectó del cargo y lo convenció de algo trascendente: buscar la gobernación. Pero el salto desde el llano era prácticamente imposible.

Con la intendencia de la Capital en mente fundó el Ateneo Teniente General Juan Domingo Perón, su sector interno del PJ Santa Cruz. Con ese grupo de amigos fue a elecciones partidarias. Las ganó, se quedó con el partido y en 1987 accedió a la Municipalidad por un margen de 110 votos sobre el radicalismo. Tenía sólo 37 años.

Desde entonces, Kirchner gestionaría el Estado con dos obsesiones: la obra pública y el seguimiento de los indicadores económicos. Sea la tesorería municipal, primero, o el precio del dólar, el nivel de reservas del Banco Central y los movimientos del Tesoro Nacional en sus épocas de Presidente. Incluso esa manía de contador lo acompañó hasta su muerte, que lo encontró como principal consejero y sostén de Cristina, jefa de Estado elegida en 2009.

Para las elecciones parlamentarias de 1989 Kirchner creó el Frente para la Victoria Santaruceño, que una década después nacionalizaría. Cristina encabezó la boleta y se convirtió en diputada provincial. Dos años más tarde, el 8 de setiembre de 1991, Kirchner ganó la gobernación con el 30 por ciento de los votos y gracias a la Ley de Lemas. Antes, con su esposa en la Legislatura, en alianza con el gobierno nacional de Carlos Menem y controlando el PJ provincial, había sido uno de los impulsores del juicio político al gobernador Jaime Del Val, finalmente destituido.

DE LA GOBERNACION A LA ROSADA

Kirchner fue gobernador durante 12 años. Dejó la Provincia en 2003 sólo para asumir la Presidencia. En más de una década de gestión, imposible de resumir en pocas líneas, se mostró como un mandatario ordenado en materia fiscal (aquella obsesión por los números), que administró una provincia extensa y poco poblada. Tuvo una relación pendular con el gobierno de Menem, con quien se alineó fuertemente primero y de quien se distanció hacia el final.

Los hitos de la pelea por los Hielos Continentales, que marcó la irrupción mediática de Cristina, y de las regalías mal liquidadas de YPF, un dinero resarcitorio cuyo destino luego le traería problemas, lo hicieron trascender los límites santacruceños en términos de opinión pública.

En 1995 fue el primer gobernador santacruceño en ser reelegido, con el 62 por ciento. Y en 1999, luego de impulsar la figura de la reelección indefinida, volvió a consagrarse con el 52,07 por ciento. Para ese entonces, Kirchner estaba alineado con Eduardo Duhalde, su par bonaerense y candidato presidencial del PJ, y definitivamente peleado con Menem.

Cuando la Alianza UCR-Frepaso llegó al poder, Kirchner olió que era el momento para replantear muchas cosas en el peronismo. Pacientemente, empezó a recorrer el país con su novel línea interna nacional, “La Corriente”. Lo recibían casi como a un excéntrico, era desconocido para la mayoría y su figura poco agraciada -algo que él supo capitalizar- provocaban incluso algunas ironías. Sin embargo, él decía que quería ser presidente y reivindicaba un discurso nacional, antiliberal y de nítido perfil peronista.

Fue protagonista en profundas discusiones fiscales entre los distritos más chicos del país y el gobierno delarruista, que pedía más y más ajuste a los gobernadores. Se convirtió en vocero de las provincias chicas, casi todas gobernadas por el PJ, que resistieron las presiones hasta que cayó De la Rúa.

Distanciado de Duhalde, que asumió la presidencia el 1º de enero de 2002, forjó un discurso anti FMI rechazando la derogación de la Ley de Subversión Económica, una medida que pedía el Fondo. Es célebre la anécdota del avión: Kirchner mandó la nave provincial a Corrientes para llevar al Congreso a un diputado que votaría en contra de lo que quería el duhaldismo.

Duhalde nunca confió en él. Sin embargo, tuvo que resignarse a Kirchner cuando otros dirigentes con más peso en el PJ, como Carlos Reutemann y José De la Sota, se negaron a convertirse en el candidato presidencial del Gobierno, el que debía enfrentar a Menem en 2003. Kirchner, que en verdad pensaba en la Presidencia pero recién para 2007, no lo dudó. Fue el “delfín” de Duhalde y se impuso una prioridad: entrar al seguro ballotage.

El 27 de abril de 2003, la fórmula Néstor Kirchner-Daniel Scioli quedó segunda en el recuento final, con el 22,3 por ciento de los sufragios. Primero salió Menem, como habían intuido Kirchner y Duhalde, que llegó casi al 25 por ciento. Ante la inevitabilidad de la derrota, el riojano anunció un par de días después que desistía de la pelea en segunda vuelta.

El 25 de mayo, frente a la Asamblea Legislativa, el saliente Duhalde cruzó el pecho de Kirchner con la banda celeste y blanca y le entregó el poder. El sureño, eufórico, alzó el bastón de mando casi como ofreciéndolo a la audiencia que lo aplaudía. La foto marcó el inicio de una Presidencia que difícilmente sea olvidada.

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