Dos expertos empujados por el destino
| 9 de Octubre de 2012 | 00:00

El veterano británico John Gurdon llegó a la biología casi por casualidad, tras haber sido considerado un negado para las ciencias, y el japonés Shinya Yamanaka, hijo único de un fabricante de piezas de repuesto para máquinas de coser, hubiera seguido como marca la tradición japonesa los pasos de su padre, si no fuera porque éste le pidió que fuera médico.
Nacido en 1933 en un pequeño pueblo del sur de Inglaterra, Gurdon se interesó desde niño por los insectos. Su padre, sin embargo, quería que fuera militar, aunque afortunadamente para el joven fue descartado del ejército cuando su médico le diagnosticó un simple resfriado como una bronquitis.
Sus primeros pasos en el mundo académico científico, un semestre de biología en el colegio cuando tenía 15 años, también se saldaron con un rotundo fracaso. El profesor escribió un informe que decía “creo que Gurdon tiene ideas de convertirse en científico. Dados los resultados actuales, es bastante ridículo. Si no puede aprender simples datos científicos no tiene ninguna posibilidad de hacer el trabajo de un especialista”.
Tras este revés, quiso estudiar Letras Clásicas, y después entomología y, tras ser rechazado en ambas, se inscribió en Biología.
En 1962, dos años después de doctorarse y todavía veinteañero, llevó a cabo su descubrimiento más importante. Experimentando con ranas, demostró que el material genético de las células no es irreversible, es decir que, contrariamente a lo que se pensaba hasta entonces, éstas mantienen toda la información genética original y pueden reprogramarse.
Consiguió la hazaña de hacer avanzar la ciencia esquivando el obstáculo ético y religioso
En el caso de Yamanaka, el destino también jugó un rol importante. No fue un fabricante de repuestos para máquinas de coser, pero sí un brillante cirujano ortopedista que orientó su carrera hacia la investigación hasta que, gracias a su trabajo con células madre pluripotentes inducidas (IPS), consiguió la hazaña de hacer avanzar la ciencia esquivando el obstáculo ético y religioso que presentan las células madre embrionarias.
En el mundo médico era aceptado que las células madre embrionarias fueran esenciales para la investigación de tratamientos médicos. Pero el costo, tanto religioso como político, resultaba muy elevado, ya que los círculos más conservadores consideraban que extraer células madre de embriones equivalía a sacrificar una vida.
Por ello, la producción de las primeras células IPS en la universidad de Kyoto a cargo del equipo de Yamanaka, representó en 2006 un enorme paso adelante.
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE