Estimado lector, muchas gracias por su interés en nuestras notas. Hemos incorporado el registro con el objetivo de mejorar la información que le brindamos de acuerdo a sus intereses. Para más información haga clic aquí

Enviar Sugerencia
Conectarse a través de Whatsapp
Temas del día:
Buscar
Séptimo Día |TENDENCIAS

El Día de los Odiados

Había que dedicar un día a los que se odian. Sacar a relucir viejos enemigos interiores y enfrentarlos cara a cara. Prepárese para esta guerra entre dosPor JOSÉ SUPERA

El Día de los Odiados

Wild Bill Hickok y Davis Tutt

12 de Febrero de 2012 | 00:00

Instrucciones para pasar el Día de los Odiados: Primero odie. Odie fuerte. Vamos, no tenga miedo, ábrase y abrace al odio. Si no puede pruebe sentarse en una silla. Baje un poco las luces y junte energías negativas y piense en ésa o esas personas que odia o le gustaría llegar a odiar con el alma. Si no llega a los límites preestablecidos de odio deseado encienda el televisor en cualquiera franja horaria y desfile por casas de pequeñísimos grandes hermanos que se pelean -aunque no los devoren los de afuera porque están muy encerrados en sus personas/personajes- o coberturas nefastas de modelo-periodista muerta porque ya no aguantan más todo esto o bien puede ir directamente a los programas de chimentos donde el odio está a la orden del día y se vende por bloques. Pónganse también las botas de guerra. Sirven para pisar cráneos que no contengan la ideología de uno. O contrate un par de sables de luz. Son efectivísimos los sables de luz. En especial para sacar todo el odio y ese lado oscuro que nos ilumina entre tanta palidez del amor. Y ahora busque duelista y padrinos de galaxias muy, muy lejanas y bátase a duelo mortal por la defensa de la vieja república. O bien súbase a la catapulta de antiguos odios y sea arrojado con gloria a morir en los territorios inexplorados de viejos enemigos. Caiga en el medio de la selva y espere el ataque con dignidad. Pelee que hoy es el día. De ser posible, camúflese. Esconda esa cara para que no se vea otra expresión que odio. Pelee por la gloria de sus reinos interiores. Defienda sus ideas, mate a las otras, aniquílelas, hágalas desaparecer para siempre. Plante nuevas semillas de odio en otros campos. Siembre cizaña: ésa que crece por montones y se exporta a todos lados y que todos saben tan bien cosechar. Si puede protagonice algún escándalo de verano. Invéntese alguna pelea con vecina mediática. O salga y busque a su némesis, a su enemigo más temido y parecido a usted. Vaya a buscarlo con mariachis mexicanos del Cartel de Sinaloa y póngalos a cantar debajo de la ventana de su odiado. Propóngale una maravillosa velada entre ambos. Llévelo a comer arriba de un ring o al medio de un campo de batalla virtual. Primero cenen mirándose con odio a los ojos. Son ustedes dos en el mundo, lo demás no existe. Y entonces sí, la dulce venganza siempre llega al final, la batalla por la permanencia en primera está por empezar. Patee la mesa, saquen a relucir sus espadas de luz, música de orquesta a cargo del maravilloso John Williams. Hoy es el día, el Día de los Odiados.

Clic para ampliarPrimer duelo de la historia. Lejano Oeste. Año 1865. Por un lado tenemos a un tal Hickock. Por otro lado a un tal Tutt. Ambos con pistolas colgando de sus cinturas. Calle desierta. Gente mirando desde las ventanas. Aires calientes y secos trayendo polvo y quilombo y qué pasa con estos dos forasteros que se enfrentan uno contra otro y se miran a los ojos como si se odiaran de otras vidas. El primero le dice al segundo: "Dave, no vengas por aquí con este reloj". Y acto seguido disparan casi a la vez. Hickock da en el corazón de Tutt y lo mata en el acto. El otro había fallado su disparo. Pero qué había pasado para que dos pobres tipos lleguen al primer duelo en la historia del Lejano Oeste. Porque antes eran amigos. Por lo menos antes de que jugaran a las cartas y Hickock quedara debiéndole unos cuantos dólares al otro. Y una tarde Hickock jugaba al poker en el Old South Hotel. Cayó Tutt. Cara de pocos amigos y de que le debían plata. Tutt le pidió el pago de una deuda de 35 dólares. Hickock dijo que eran solamente 25. Ah sí, pensó Tutt, y tomó el reloj de bolsillo de Hickock que estaba sobre la mesa y ahí se pudrió todo. Eso fue un 19 de julio de 1865. Hickock mató a Tutt al otro día y se quedó con su reloj y con la fama de ser el primer duelista ganador en el Lejano Oeste. Ocurrió un 20 de julio de 1865, un Día del Amigo: del amigo que te mata por un reloj de bolsillo y un puñado de dólares.

Clic para ampliarY si seguimos con el temita de los duelos no podemos dejar pasar la descerebrada contienda acaecida en París en 1808. Dos caballeros franceses se batieron a duelo por un problema que venía de hace tiempo. Pero nada de armas en este duelo. Los dos se subieron a globos aerostáticos. Cada uno ahí arriba con su padrino. La idea era pinchar el globo del oponente. Volaron y pelearon y la gente desde abajo miraba las embestidas. Así, hasta que uno de los globos fue pinchado y entonces duelista y padrino cayeron para dar contra el suelo y morir en el acto. Y si seguimos yendo para atrás, en la edad media, existía la modalidad del Duelo Judicial. La cosa era más o menos así: se ponían frente a frente al acusador y al acusado o, a falta de alguno de estos, aquellos que los representaran. Aquel que vencía era quien se consideraba que había dicho la verdad, porque, según se pensaba en la época, Dios no podía permitir que el inocente terminara ensartado con la espada en el pecho. O sea, vos podías tener una espada de copetín y ser ciego y manco, pero si eras inocente, una luz divina se iluminaba sobre vos y terminabas ganando la contienda. Así era. Creer o reventar o ser ensartado. Es por eso que el Duelo Judicial también era conocido como el Juicio de Dios. Y si hoy en día siguiéramos usando el Duelo Judicial, no sé si habría más o menos justicia, pero sí que los juicios no demorarían más de lo que tarda, por ejemplo, un buen asalto a doce rounds, pero nunca lo que duró el famoso combate pugilístico entre Jack "Texas" Burke y Andy Bowen, que el 6 de abril de 1893 se dieron con tantas pero con tantas ganas que la pelea duró 111 asaltos o su equivalente en tiempo: 7 horas y 19 minutos. Sí, la pelea más larga de la historia del box. Burke se rompió todos los huesos de las manos y estuvo muy cerca de dejar el boxeo después de aquella velada. Ah, sí. No ganó nadie. O sí, ganó el cansancio, porque el árbitro suspendió el combate ya que era un papelón ver a dos tipos que se colgaban uno del otro como si fueran borrachos y apenas se apoyaban los puños en las caras.

Clic para ampliarY si por estos lares había dos que no se querían para nada, esos eran Hipólito Irigoyen y Lisandro de la Torre. Se enfrentaron a duelo con sable. El amigo Irigoyen estaba realmente al horno porque aceptó el duelo sin tener una pisca de idea en esgrima. De la Torre la tenía bastante clara con el florete y hasta había ganado varias competiciones. Durante el duelo, Irigoyen hirió en repetidas ocasiones a De la Torre, y éste ni siquiera lo tocó. Fue después del duelo que De la Torre tuvo que dejarse la barbita para ocultar las cicatrices. Pero hay cicatrices que nunca cierran. Como las del holocausto judío. Y un museo para una de esas tantas cicatrices. El Museo del Holocausto de Jerusalén, Yad Vashem. Ahí, desde la última semana, se exponen un centenar de documentos, fotografías, recortes de periódicos y objetos sobre el juicio al odio. Porque sí, alguien alguna vez juzgó al odio. Porque el odio tenía un nombre. Porque el odio caminaba entre nosotros. Y la personificación más grande del odio no se llamaba de otra forma que Adolf Eichmann. O me corrijo, si tenía otro nombre, Ricardo Klement. Y con ese alias vivía en San Fernando junto a su familia hace más de cincuenta años. Se iba a trabajar todos los días a la fábrica de Mercedes Benz, y no volvía en grandes autos, no, volvía en micro, firme junto al pueblo, como un verdadero laburante, para mantener a su familia, para darle de comer. Yéndose temprano y llegando tarde. Siempre amable con sus vecinos. Siempre con una sonrisa. Pero Klement en su otra vida no había sido otro que Eichmann o la personificación invisible del odio nazi. Porque si la cara de Hittler era el lado visible, la de Eichmann era la invisible, la que nadie conocía. Y resulta que este desconocido no había sido otro que el gran gestor de la "Solución Final": el plan nazi de aniquilación total de los judíos europeos aprobado en 1942. El odio, el odio, el odio. La supremacía de la raza, las mandíbulas más grandes, los hombros más anchos, los hombre más hombres. Y fue en 1960 que un grupo comando del Mossad vino a nuestro país y lo secuestró clandestinamente y lo subió sedado a un avión para dejarlo en territorio Israelí. Fue juzgado y llevado a la horca.

Así que desanúdese la corbata y aproveche la última promoción del Día de los Odiados. Saque a relucir sus miedos más íntimos. Aproveche. Sólo por hoy. Descuentos de hasta el 50% en sentimientos congelados y odiosos, en aires acondicionados para nuestra calentura odiosa de todos los días, en productos de limpieza para nuestra cabecita sucia y en suavizantes de emociones producidas por nuestros miedos e inseguridades. Aproveche. Es sólo por hoy.

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE

ESTA NOTA ES EXCLUSIVA PARA SUSCRIPTORES

HA ALCANZADO EL LIMITE DE NOTAS GRATUITAS

Para disfrutar este artículo, análisis y más,
por favor, suscríbase a uno de nuestros planes digitales

¿Ya tiene suscripción? Ingresar

Básico Promocional

$120/mes

*LOS PRIMEROS 3 MESES, LUEGO $2250

Acceso ilimitado a www.eldia.com

Suscribirme

Full Promocional

$160/mes

*LOS PRIMEROS 3 MESES, LUEGO $3450

Acceso ilimitado a www.eldia.com

Acceso a la versión PDF

Beneficios Club El Día

Suscribirme
Ir al Inicio
cargando...
Básico Promocional
Acceso ilimitado a www.eldia.com
$120.-

POR MES*

*Costo por 3 meses. Luego $2250.-/mes
Mustang Cloud - CMS para portales de noticias

Para ver nuestro sitio correctamente gire la pantalla