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Séptimo Día |TENDENCIAS

Barcelona en llamas

Visitar hoy la gran ciudad catalana es estar en el ojo de la tormenta. Y presenciar en persona la manifestación más violenta y populosa de la huelga general española del 29 MPor JOSÉ SUPERA

Barcelona en llamas

Barcelona en llamas

1 de Abril de 2012 | 00:00

Podría ser el apocalipsis. Podría pero no. No. Esto no es el final, esto recién empieza. En plaza Catalunya todavía es de noche. El estruendo de una bomba. Cientos de palomas despegan al unísono en un vuelo que poco tiene de libertad. Un vagabundo revisa unos contenedores de basura y como no encuentra nada putea, sigue revisando y putea, sigue revisando y putea, y así, continúa infinitamente su ciclo de locura-miseria-indignación. De la oscuridad emerge una sombra, un viejo con una bolsa de plástico que camina repitiendo: no sirve de nada, no sirve de nada, no sirve de nada. Y después: los van a zurrar, los van a zurrar, los van a zurrar. En su mirada hay algo de locura. En su voz, miedo. Camina unos pasos hasta que se funde en las formas indefinidas de la noche. Un reloj electrónico que hay en la plaza anuncia las cero horas. Varias bombas de estruendo más, unas tras otras. En la plaza ahora no hay un alma. A lo lejos, un grito desaforado de guerra, un anuncio de lo que se viene.

Y lo que se viene es el apocalipsis, o la huelga del 29 M en Barcelona.

Clic para ampliarY al otro día estoy dentro de la marcha. Me transformo en uno más de ellos, me camuflo con sus ideales, sus gritos son mis gritos. Piden por el veto a la nueva reforma laboral impulsada por Rajoy. Pero también piden que se quiten los recortes que se hicieron en salud, educación y bueno, usted ya sabe, lo que siempre pasa cuando hay crisis, tijera por acá y por allá y lo que en realidad le cortan al pueblo son las alas y las piernas. Y entonces me doy cuenta de que no estoy ahí como un observador extranjero, no, estoy como un indignado más, como un huelguista, porque también estoy en huelga. Pero huelga contra qué. O contra quién. Contra mí mismo estoy en huelga, contra este sistema autárquico que yo elegí y que viene gobernando en reelecciones indefinidas dentro de este territorio y yo siempre bajando la cabecita y dejándome meter el dedo y hasta cuándo esta injusticia, hasta cuándo estas tomas de decisiones tan mal tomadas.

Hasta hoy.

EN LA MARCHA

Clic para ampliarEn la marcha del 29 M camino junto a las familias. En la marcha corro junto a los anarquistas. En la marcha soy todos. Protesto, grito, aplaudo. Al lado mío un indignado lanza partes de baldosas contra los Mossos d'Esquadra, el comando policial antidisturbios catalán (ningunos nenes de pecho). Y el tipo lanza baldosas y yo a su lado, obnubilado por la fuerza de su resistencia, por esa violencia que no desembocará en otra cosa que más violencia. Pero su fuerza y su ira tienen un poder de atracción que hipnotizan y entonces no puedo quitar los ojos de él, de él que es el único que tira piedras a cara descubierta, que no le importa que lo vean, porque lo que más quiere que vean es su cara de bronca y de asco, y es un segundo en el que pienso, yo podría ser él, yo podría estar ahí, indignado, arrojando esas piedras, peleando por lo que me robaron, sí, pero también podría ser uno de esos policías, que está del otro lado recibiendo esos piedrazos, y que ahora contesta con un arma más potente y sofisticada y pum, pum, pum, y ese policía que no soy ni seré nunca es el que me hace correr por una calle angosta y ahora muchos corriendo y detrás las llamas gigantes de los tachos de basura y el humo negro y los gritos y cuando estoy por salir en la otra esquina, operativo cerrojo con camiones azules. Y Mossos d'Esquadra, muchos Mossos d' Esquadra, de un lado y de otro, y nadie sabe para dónde ir, y todos vamos para el lado contrario del que no vienen los disparos, pero también están ahí estos hombres de azul con sus cascos y sus escudos y todos los miedos del mundo. Y hay un hueco en una esquina, un espacio ínfimo en el que no cabe la razón pero sí el instinto de supervivencia, y es por ahí que pasamos corriendo varios, y así vamos escapando, entre tiros, entre vidrios que se rompen, entre niños que lloran en los brazos de sus padres.

Y what a wonderfull world.

LEJOS DE LA "MANI"

Clic para ampliarConforme me voy alejando de la zona caliente de la "mani", como le dicen ellos a la manifestación, se van viendo menos conteiners de basura humeando, cada vez menos pintadas, cada vez menos bancos y cajas de seguros con los vidrios rotos y prendidos fuego. No se ven autos funcionando en cuadras y cuadras y cuadras. Toda la gente camina. Toda. Pienso qué sería si llegara un día el apocalipsis. Algo parecido a esto que veo en Barcelona esta tarde. Escenas como la de dos tipos de traje que corren apurados con sus valijas porque su taxi no pudo llegar a su costoso hotel en el medio del centro. O la de unas turistas sacándose fotos al lado de unas vidrieras rotas con sus cajeros prendidos fuego. O un perro lazarillo perdido, solo, sin su amo ciego que lo guíe. O un hombre que se hace pasar por hemipléjico y arrastra la pierna para poder salir rápido del tumulto y cuando dobla la esquina se ríe junto a un amigo y camina con total normalidad y malicia. Y sigo caminando y las escenas del fin del mundo se van apagando. Ya no veo humo ni llamas. Ya no hay vidrios rotos. Unos nenes juegan en una plaza. Cuatro viejos vagos sentados en unas sillas ven pasar a una mujer árabe. Al rato uno se levanta, revisa un tacho de basura, se vuelve a sentar. Ya no se oyen gritos. Ya no hay sirenas. Ya no hay disparos. Pronto se hará de noche y mañana otra vez saldrá el sol y después otra vez de noche y así. El mundo se mueve, cambia pero sigue su curso.

Y desde acá, no me queda otra que solidarizarme con ellos.

Y huelga de letras.

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