Datos alentadores sobre la vigencia del libro y el fomento de su lectura en niños

La existencia y difusión de bibliotecas infantiles itinerantes que desarrollan actividades en diversos espacios públicos de la Ciudad y que están destinadas a fomentar la lectura de todos los niños de baja edad; la creciente existencia en las librerías de salas de lectura y talleres para chicos, así como el impulso en muchas escuelas de guías de textos para fomentar que los alumnos se conviertan en lectores de poesía o de cuentos, constituyen datos de la realidad ciertamente alentadores acerca de la vigencia presente y sobre todo futura del libro como vehículo de cultura y transmisión de conocimientos.

En el caso de las bibliotecas infantiles itinerantes, en el marco del programa implementado por la Municipalidad se realizó recientemente una jornada en escuelas primarias que continuará en estos días en jardines de Infantes de nuestra ciudad, con la lectura de textos a cargo de docentes, según se detalló en este diario.

En una escala mayor, correspondería recordar que hace poco concluyó en la capital federal la Feria del Libro, en donde una vez más el saldo positivo de este encuentro se vio reflejado por las largas filas de asistentes bordeando las calles de La Rural, los encuentros multitudinarios entre autores y lectores, las ofertas como fenómeno de ventas y las variadas charlas que invadieron las salas, con un aumento en la afluencia de público respecto a los años anteriores.

Entre los números finales, se describió que la 38º Feria Internacional del Libro contó con 1.250.000 visitantes, participaron 403 expositores en 45.000 metros cuadrados y se registró un total de 1.244 eventos culturales. Y entre otras cifras, hubo 1.347 sellos editoriales representados, 10 salas para eventos, 2.030 firmas de autores, 520.000 visitantes únicos en la web, 50.000 seguidores de Facebook, 9.400 seguidores de Twitter, 1.455 delegaciones de colegios, 33 países y comunidades participantes y 22 provincias presentes.

En años pasados se conocieron estudios en La Plata demostrativos de que las bibliotecas populares estaban recibiendo más lectores, en una tendencia que paradójicamente surgió acompañando el auge de las nuevas tecnologías. Y también un estudio reciente difundido por el ministerio de Educación nacional y la Organización de Estados Iberoamericanos indicó que el 70 por ciento de los chicos de entre 9 y 10 años de edad de nuestro país utiliza las bibliotecas de sus colegios para acceder a la información.

El dato no dejó de ser llamativo en la medida en que concierne a una generación de niños que nacieron con la web bajo el brazo y que, se supone, utilizan este medio para muchos aspectos de su vida, desde buscar información para sus estudios hasta comunicarse, jugar o hacer nuevas amistades.

No obstante, pese a la evidencia de que el 33 por ciento de nuestra población nunca lee un libro y, también, a las condiciones desventajosas en que operan los editores nacionales para competir frente a los colegas extranjeros, el libro como tal -y al que tanto le debe la civilización moderna- sigue captando el interés de muchísimas personas, no solamente por ser vehículo de información y recreo, sino, acaso fundamentalmente, por ser instrumento de un acto de aprehensión individual que determina la conciencia de los valores del hombre, empezando por la libertad. Por lo tanto, todas las acciones destinadas a fomentar los libros no sólo son bienvenidas sino que resultan necesarias y deben mantenerse a través del tiempo.

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