Bastardos con gloria
| 6 de Mayo de 2012 | 00:00
Leonardo Simmons vuelve a la vida.
Traje marrón cruzado, corbata gris, micrófono en mano. Arquetipo de conductor argento de principios de los ochenta. Brillante, seductor, bien plantado delante de la cámara. Hablándole y haciéndole preguntas del saber a una sociedad de nuevos jovencitos que, por unos años, no habían sido los otros jovencitos, los anteriores, los perseguidos, los desaparecidos. Así que ahí lo tenemos inmortalizado a Leonardo Simmons, con una carrera en la conducción televisiva que ya estaba en ascenso, pero que todavía no estaba en su punto máximo. Es más, en sus gestos, en su forma de hablar, de moverse, no existía todavía esa carga frenética y eléctrica y algo oscura que tuvo en los noventa, esa energía que lo catapultó hacia abajo, hacia la oscuridad total. Entonces, nuestro conductor mira a tres compañeros de un colegio que llegó a la final de Feliz Domingo para la Juventud. 14 de octubre de 1980. Hormigueo en la pantalla. Tribuna con participantes en silencio. Raros peinados nuevos. Secretaria con bandeja de plata y varios sobres y un tal Alvaro, de una escuela técnica de Avellaneda, agarra un sobre y se queda esperando escoltado por sus dos compañeros. La cámara y un primer plano sostenido de este pibe Alvaro. La voz de Leonardo Simmons fuera de cuadro dice las palabras "química orgánica" y "atención", y Alvaro cierra los ojos por un segundo y traga saliva y de la garganta le sobresale la nuez de adán. Sí, Alvaro y sus compañeritos están en el horno.
"Deben contestar correctamente, porque en caso contrario, hacen que el equipo ganador sea el colegio de La Plata. Así que... pueden ustedes decirnos, cuántas son las sustancias orgánicas conocidas: 100 mil... 250 mil... o 500 mil... Repito. Cuántas son las sustancias orgánicas conocidas: 100 mil... 250 mil... o 500 mil"... Alvaro y compañía juntan cabezas. Una misma cabeza pero de tres. Consultan. Silencio en el estudio. La cámara muestra a los otros tres participantes, a los de La Plata. Alvaro y sus compañeros se separan. A Alvaro le tiemblan los labios. Alvaro va a contestar.
TIEMPO PRESENTE
Y ahora vuelvo para atrás. Mejor, el final, dejarlo para el final. Dejo de lado las formas no lineales de la narrativa. Entonces, el final, al final. Perdón por el exabrupto de ponerlo a usted frente al arco y a último momento sacarle la pelota de los pies. Aunque en realidad, no voy para atrás, sino que vuelvo al presente, a cuando me contaron todo esto. Fue en una cena con varios amigos. Ramón me refiere la historia de cuando su cuñado fue a participar con su colegio en Feliz Domingo. Una anécdota es una porción de recuerdo que tiene algo de memorable y de rebelde y de picaresco. Lo memorable: ese colegio de La Plata ganó. Lo rebelde: fue el principio del fin, a partir de ahí, por ese colegio de La Plata, por esos bastardos con gloria, se dejó de lado el tema de las preguntas y para irse a Bariloche uno tenía que sacar sí o sí, la llave. Y lo picaresco: ganaron con un "ayudín".
Y acá empieza otra historia.
Acá empieza la verdad historia.
EN LA FINAL
Y acá, la voz de uno de los participantes de esta gesta revolucionaria, de este `antes y después` en la televisión, y no me voy a poner en la actitud indagatoria, a lo Silvio Soldán, pidiendo nombre y colegio, no, a mí con la historia me basta. Lo importante, acá, no es el quién sino el cómo.
"Nosotros llegamos a la final, empezamos a contestar, a contestar y a contestar, y como veníamos adivinando, la final se pasó para el otro domingo. En la semana nos enteramos que este tipo tenía todas las preguntas y las respuestas. Las había desgrabado todas. No sé quién lo contactó y lo fueron a ver y el tipo se las dio. Era un cuadernillo con cientos y cientos de preguntas. Entonces, los chicos, que eran los tres que iban a participar, salían en las horas de estudio con la autorización de los profesores, para aprenderse todas las respuestas. Ese sábado nos juntamos en la casa de uno y todos los ametrallamos a preguntas y los pibes estaban muy afilados, se sabían todas las respuestas. Después de eso, no se hizo más el tema de las preguntas, y se implementó el cofre de la felicidad con las llaves".
Y acá vuelvo a la cara de Alvaro. Sus amigos parecen preocupados. Si contestan mal, el colegio de La Plata se va a Bariloche. Leonardo Simmons repite, "cuántas son las sustancias orgánicas conocidas: 100 mil... 250 mil... o 500 mil..." En una toma los vemos a los tres chicos de La Plata. Nerviosos, contenidos. Al lado, Silvio Soldán.
Y el pobre de Alvaro contesta 250 mil.
Y al instante, los chicos de La Plata saltan, se deschaban sin darse cuenta que Simmons todavía no les había dicho a los otros que la respuesta era incorrecta, porque ¿quién puede contestar esa pregunta?, un químico, un biólogo, un lector de la National Geographic, como mucho, pero no estos pobres chicos. Y entonces nuestros jóvenes saltan, se multiplican de felicidad, y de fondo, la famosa musiquita de Feliz Domingo y la voz de Silvio Soldán que dice que La Plata viaja a Bariloche. Y los pendejos saltan, miran a cámara, no lo pueden creer, se abrazan, saludan a todos los que estén mirando en sus casas. Y continúa diciendo: "merecido el cálido aplauso que la tribuna les brinda a los chicos de La Plata que demostraron amplios conocimientos sobre cada una de las materias que se le preguntaron". Y entonces Soldán se acerca al líder del grupo de La Plata, un pibe de ojos claros y camisa a cuadros, y le pregunta, medio sorprendido: "¿Cuántas son las materias orgánicas conocidas? ¿Cuántas son?
Y nuestro representante platense: 500 mil.
Claro, Silvio. Obvio, papá.
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