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Un país querido en los cinco continentes. Las razones del idilio. El apoyo irlandés desde las invasiones inglesas y por la cuestión Malvinas. La cerveza y el whisky
MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE
Hay en la historia de la humanidad muchos países que no fueron ni son simpáticos. Y los motivos de esa mala fama suelen ser geopolíticos. El imperio ostrogodo y búlgaro que gobernó Atila (395-453) fue uno de ellos. La declaración del poderoso caudillo, acerca de que “en donde pisa mi caballo, no crece más el pasto” no debe haber favorecido al desarrollo turístico de los hunos.
Se sabe que hoy existen países que dedican buena parte de su razón de ser al terrorismo, a eliminar a quien piense lo contrario, al secuestro sistemático, a lanzar diluvios de drones y misiles, a promover el fanatismo, a obligar a las mujeres a cubrirse la cara, a no estudiar y a caminar diez metros atrás de los varones. En esas tierras la libertad de pensar y expresarse permanece en vertiginosa involución.
Es justificada, entonces, la antipatía hacia esos territorios ganados por autoritarismos. Pero en esa deslucida nómina de países depreciados por esas causas, claro que no figura Irlanda.
Porque la verde Irlanda se encuentra en las antípodas y es uno de las naciones más amadas por pobladores de los cinco continentes.
Extraña e impetuosa pasión hacia Irlanda, la que se rebeló ante el imperio británico y fue siempre heroica, para enfrentar la guerra y la miseria. Lo cierto es que hoy realizan encuestas y muestreos en distintas partes del mundo, demostrativos del enamoramiento que causa esa tierra de paisajes bellos y de personas amables y divertidas.
Se dice que Dinamarca es el país con mejor calidad de vida. Reiteradas estadísticas lo confirman, pero un artista español que vivió en ella dijo una vez, en una charla en el Pasaje Rocha, que “en Dinamarca te agachas en la vereda para atarte los zapatos y a los treinta segundos aparece una ambulancia para ver si te ocurre algo…”-
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Si bien Irlanda tiene una economía cada vez más próspera, la razones que explican su buena imagen son otras: no pasan por allí. Hay otros valores que la ensalzan. El culto a la libertad, uno de ellos.
El Estado irlandés se independizó de Inglaterra en 1922, luego de una lucha cruel, mientras que la otra Irlanda, la del Norte, permaneció bajo el dominio del Reino Unido hasta la actualidad, pese a que la mayoría de la población pretende la independencia completa.
La escritora española Sara Martín Rodríguez escribió sobre las seis razones que hacen que Irlanda tenga una buena imagen. Y menciona en primer término a la gente irlandesa, “su carácter extrovertido y abierto pero, sobre todo, su actitud siempre comprometida a ayudar a los demás. Continuamente dispuestos a compartir y a tener un recibimiento caluroso hacia todo aquel que visita o esté de paso por su país, por lo que su hospitalidad y sociabilidad pasa a ser contagiosa
El segundo factor se relaciona con el paisaje, ciertamente conmovedor. “Desde playas hasta montañas, Irlanda es un lugar que raramente deja indiferente a todo aquel que se anime a visitarlo”, y pasa luego a describir “todas las joyas de la naturaleza que posee”
El tercer foco de atracción universal de Irlanda es la cerveza, que corre desde barriles sin fondo en los pubs y que se ha convertido en una suerte de pasión universal y, sobre todo, juvenil. No hay alegría segura sin cerveza. La escritora hace hincapié en la famosa cerveza Guinness de Dublín, que “sabe siempre mejor en Irlanda que en cualquier otra parte del mundo”.
El cuarto motivo es la fiesta de San Patricio, figura histórica y patrono de Irlanda, cuya celebración trascendió ya se concreta en los cinco continentes.
El quinto se relaciona con los castillos irlandeses. “Que enamoran, que embrujan, de película, palaciegos o en ruinas. De forma oficial se llega a hablar de hasta seiscientos castillos pero se han llegado a mencionar hasta treinta mil en todo el territorio irlandés”, dice la escritora Martín Rodríguez.
Y el sexto son sus escritores. El irlandés tiene una extraña afinidad por la literatura. Dublín, su capital, no es una metrópolis gigantesca. Sin embargo, ella produjo ya cuatro Premios Nobel de Literatura: ellos son George Bernard Shaw, W. B. Yeats, Samuel Beckett y el maravilloso poeta Seamus Heaney.
Entre los irlandeses no premiados (tan injustamente, como ocurrió con nuestro Borges) se encuentran Oscar Wilde, la magnífica obra de Elizabeth Bowen y la de James Joyce, cuyo imponente aporte revolucionó a la literatura mundial al incorporar a los asuntos literarios el fluir del subconsciente.
Una leyenda popular irlandesa dice que en dos mesas de un bar de Dublín, pero alejados, se encuentran dos escritores. No se conocen entre ellos. Uno se inspira y escribe sobre el otro, sin saber que al mismo tiempo el otro está escribiendo sobre él.
En toda su historia los irlandeses no sólo batallaron por su independencia, sino que –emigrados de sus tierras- se enrolaron en todas las causas patrióticas, entre otros países, de España, Italia, Estados Unidos, Francia y, por cierto, en gran medida, de la Argentina.
En el caso nuestro, muchos de los soldados irlandeses que formaron parte de las invasiones inglesas de 1806 y 1807, terminaron peleando hombro con hombro en el bando argentino. Los ingleses pretendieron anexar a la entonces colonia española, el Virreinato del Río de la Plata, al dominio de Gran Bretaña.
Uno de nuestros grandes próceres fue el almirante Guillermo Brown, nacido en Foxford, en el condado irlandés de Mayo, y luego argentino hasta la muerte. En años más recientes, Irlanda también se puso al lado de la Argentina, cuando la guerra de las Malvinas. Y allí, después de esa contienda, un grupo musical irlandés compuso una canción que lleva 40 años prohibida en Gran Bretaña- cuyo repetido estribillo habla de “Las islas Malvinas argentinas”.
Se trata de una banda, The Wolfe Tones, que grabó la canción en homenaje al almirante Brown, al finalizar la guerra. Y desde entonces, está censurada en radios de Inglaterra.
El Estado irlandés se independizó de Inglaterra en 1922, luego de una lucha cruel
Se lo puede escuchar por Wilkipedia. Parte de sus letras dice así: “De una ciudad del condado de Mayo/ surgió un hombre de gran renombre;/ no había marinero ni soldado más valiente./ Dicen que se fue a América/ muy joven, como grumete,/para navegar por todo el mundo./ Entonces la aventura lo llevó hacia el sur,/ a la boca del Río de la Plata./ San Martín hacía su camino en Argentina/ al igual que tres barcos balleneros que compró./ Peleó contra Brasil y España y/buscó la independencia de Argentina”.
“Almirante William Brown, eres un hombre/ que ha demostrado su coraje/ en las batallas donde todo era difícil,/ pero tu corazón irlandés/ era fuerte y sigue vivo en el recuerdo/y en Irlanda hay gente que no te olvida./ El día de San Patricio/ dicen que obtuviste muchas victorias/ derrotaste a todos los invasores, piratas y matones./ Después, por las pampas,/ encontraste un hogar feliz:/ las Islas Malvinas argentinas”.
“He escuchado que nobles y valientes irlandeses/ ayudaron a liberar/ una tierra llamada Argentina./ He escuchado con mucha admiración/ el nombre y la fama del Regimiento de Patricios,/ cuando, en 1806, los británicos llegaron para masacrar./ Y hasta el día de hoy/ dicen en Argentina/ que los ingleses huyeron de Buenos Aires/hacia las islas mar abajo/ y las tomaron para la corona:/ las Islas Malvinas argentinas”.
Ya Irlanda se encuentra también adoptada por la Argentina. Sus fiestas, como la de San Patricio, se celebran cada año con más entusiasmo en nuestro país y no sólo por descendientes de irlandeses. La diplomacia argentina, tan errática siempre, no debería desaprovechar esa relación trabada desde abajo, a partir de la gente.
Los varones irlandeses de toda edad ruidosos, libres, trabajadores, amantes de la cerveza y del whisky. Las mujeres bellas, muchas de ojos azules como lagos, divertidas, confiables y, además, excelentes para el baile. Las generaciones jóvenes, los más chicos, vienen forjados también en la fragua de esa Irlanda que enamora al universo. También gestora de la música country, una de las más influyentes en el planeta.
George Bernard Shaw / Web
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