Cuando la ficción y la política se dan la mano

Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

Merecido Oscar para “Argo”, tercer filme del talentoso Ben Affleck. Es atrapante, nervioso, intenso, un thriller político de estilo clásico que se ocupa del suceso, del retrato de cada personaje, de las dudas que plantea el desafío. Y que deja ver que al menos una vez la realidad necesitó de la ficción para lograr su humanitario cometido. Tiene ritmo, mucha tensión, suspenso y hasta sabrosas pinceladas de humor. El filme puede pecar de algún exagerado clima patriotero, pero el comienzo y el final, con testimonios reales, ponen las cosas en su lugar: en el cierre, las imágenes documentales le dan carnet de legitimidad al relato; y en el comienzo, el prólogo con noticieros de la época revisa con implacable elocuencia la responsabilidad de Estados Unidos en una crisis que lo tuvo -otra vez- como víctima y victimario.

Se basó, como se sabe, en hechos reales: había que rescatar a seis norteamericanos que se refugiaron en la Embajada de Canadá en Teherán. Estamos en 1979, en plena revolución. Un especialista tiene una idea: hacerse pasar por un director de cine canadiense para poder sacarlos como integrantes del equipo de rodaje. No es fácil. Hay que armar todo a la perfección y darle a la mentira el aspecto de una verdad que no genere desconfianza. Por eso el cine y la política se mezclan. Porque se parecen: hay estrellas, hay intrigas, disfrazan la realidad cuando hace falta y en el fondo importan más los resultados que el sentir de la gente.

afcastab@gmail.com

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