Crisis de confianza en la cocina del poder

Los cambios en la Secretaría de Inteligencia, ordenados ayer sorpresivamente por Cristina Kirchner, revelan la creciente desconfianza de la mandataria hacia la información que le acercaban los espías del edificio de la calle 25 de Mayo, pese a que la dupla de conducción de ese organismo estaba integrada por dos “pingüinos” de pura cepa como Héctor y Francisco Larcher.

Los reemplazantes de esos dos “nestoristas” de la primera hora son Oscar Parrilli, un incondicional de la Presidenta que deja la Secretaría General después de más de once años en ese cargo; y Juan Martín Mena, quien se venía desempeñando como subsecretario y jefe de Gabinete del Ministerio de Justicia. Según pudo saber EL DIA, será quien ejecutará las operaciones más delicadas.

Mena, de origen marplatense, sigue la línea judicial de Raúl Eugenio Zaffaroni y mantiene una buena relación el viceministro de Justicia, el camporista Julián Alvarez, con lo cual puede esperarse que una profundización del conflicto que el Poder Ejecutivo mantiene con jueces y fiscales que decidieron investigar hechos de corrupción gubernamental, que rozan a la propia Presidenta.

Un dato aparte es el regreso de Aníbal Fernández a la Casa Rosada, para ocupar el puesto que deja libre Parrilli y que básicamente se ocupa de los asuntos administrativos de la Presidencia. Aunque el perfil político del dirigente quilmeño permite inferir que podría intercalar el rol de vocero con Jorge Capitanich y, eventualmente, reemplazarlo al frente de la Jefatura de Gabinete.

Pero más allá de los nombres propios, los cambios se dispararon en cuestión de horas por una suerte de crisis de confianza en la propia cocina del poder.

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