A 30 años, afirman que Cortázar murió de sida por culpa de una transfusión

A TRES DÉCADAS DE SU FALLECIMIENTO EN PARÍS, LA OBRA DE CORTÁZAR MANTIENE UNA ENORME VIGENCIA ENTRE LOS LECTORES MÁS JÓVENES.

Rodeado de unos pocos amigos, alejado de su patria y sumido en una fuerte depresión por la reciente muerte de su mujer, el 12 de febrero de 1984, a sus 69 años, Julio Cortázar moría en el hospital de Saint Lazare de París. Una de las figuras más relevantes de la literatura contemporánea, su fallecimiento tuvo una fuerte repercusión a nivel mundial. Las crónicas de entonces atribuían el desenlace a un agravamiento de la leucemia que el escritor padecía desde hacía tiempo. A treinta años de aquel día vuelve sin embargo a surgir la versión de que no fue un cáncer lo que puso fin a su vida sino una enfermedad de la que entonces no se sabía casi nada y que iba a convertirse en una epidemia poco después: el sida.

“Julio Cortázar no murió de cáncer ni de leucemia como se especuló, sino que falleció de sida con la desgracia que le contagió la enfermedad a su querida esposa, Carol Dunlop. Ella murió primero, dos años antes de Julio, porque aunque era muchísimo más joven, le habían quitado un riñón”, asegura la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi en una entrevista que se publicó ayer.

Amiga personal de Cortázar, a quien conoció en 1973 y con quien mantuvo una relación sentimental, Peri Rossi, que ya había deslizado esa suposición años antes en un libro, sostiene que el escritor habría contraído el virus del HIV durante una transfusión.

“Lo contrajo porque sufrió una hemorragia estomacal en agosto de 1981 cuando vivía en el sur de Francia. Lo hospitalizaron y le hicieron una transfusión de varios litros de sangre, que después se supo, en medio de un gran escándalo, que estaba contaminada”, cuenta Peri Rossi, quien asegura que años más tarde se supo que esa sangre, que venía de la Cruz Roja, estaba contaminada.

“Se produjo un gran escándalo que terminó con la destitución del ministro de Salud Pública. La sangre se compraba a emigrantes pobres. No se realizaban pruebas ni análisis porque la enfermedad, el SIDA, era desconocido aún”, dice.

De acuerdo con la versión de Peri Rossi, cuando Cortázar fue a visitarla a Barcelona en noviembre de 1983, estaba muy preocupado por el avance de su enfermedad. “No tengo cáncer, me lo dicen los médicos franceses y después nos ponemos a hablar de literatura”, le habría confiado el escritor.

En aquel encuentro, Cortázar le habría mostrado también “una placa negra en su lengua”, que la escritora uruguaya identifica como sarcoma de Kaposi. “Padecía un virus que desconcertaba a los médicos y no tenía tratamiento específico”, explica Peri Rossi, para quien el diagnostico de cáncer nunca existió

Dos días después de su muerte, Julio Cortázar fue enterrado en el cementerio de Montparnasse, en la misma tumba donde estaban los restos de su última mujer. A su entierro asistieron unos pocos amigos que vivían por entonces en París, así como sus ex parejas Ugné Karvelis y Aurora Bernárdez, quien se había ocupado de él luego de enviudar. La escultura que colocaron sobre su tumba fue hecha por uno de sus grandes amigos, el artista platense Luis Tomasello.