No debería regir un criterio liviano y permisivo para fijar feriados en la Universidad

La Universidad Nacional de La Plata decidió fijar para estas jornadas otra semana corta, con la vigencia de un feriado que se extenderá desde mañana hasta el próximo lunes 30 de noviembre. Tal como se informó, ello ocurrirá a raíz del festejo por el día del trabajador no docente, que se celebra el 26 del mes en curso, seguido del feriado nacional por el día de la Soberanía, trasladado al viernes próximo. De este modo no sólo no habrá clases en las aulas sino que también cesarán las actividades administrativas, en lo que resultará otro feriado extra largo.

No es la primera vez que la casa de altos estudios dispone habilitar estos tipos de feriados o, si se quiere, de semanas caracterizadas por la total inactividad durante varias jornadas consecutivas, en una situación que, mirada en profundidad, resulta contrastante con el contexto educativo que presenta nuestro país, signado por deficiencias funcionales muy marcadas, por ciclos de clases y actividades administrativas que sufren frecuentes interrupciones.

Corresponde señalar que, en un marco de coincidencias teóricas acerca de los trastornos que la creciente existencia de feriados origina para una debida formación de los estudiantes, las autoridades de la Universidad local promueven, en cambio, estas sucesiones incongruentes de jornadas festivas.

Desde esta columna, en numerosas oportunidades, se vinieron exaltando muchas de las acciones impulsadas desde distintos departamentos e institutos de la UNLP en tareas de extensión, que relacionan a esa casa de altos estudios con las inquietudes y demandas de la sociedad. Asimismo, se ponderaron los cursos de acercamiento que se brindan en favor de los futuros ingresantes, que profundizan aspectos relacionados a la orientación profesional de los jóvenes. Ello, entre muchas otras de las expresiones de excelencia científica o humanística de la Universidad, que fueron en su oportunidad reflejadas y exaltadas.

En esta ocasión, en cambio, corresponde cuestionar el criterio de la Universidad, opuesto a la política que debiera trazarse, consistente en estirar al máximo la cantidad de días de clase y actividad académica. En realidad, no sería casi necesario señalar que son muchas las ocasiones en las que -por motivos muy variados, desde ausentismo hasta problemas edilicios o emergencias de otro tipo- se cierran las aulas a lo largo del año.

¿Es necesario agregar asuetos? Ya se han sumado varias jornadas al calendario de feriados nacionales. Y se han creado, inclusive, feriados puente cuyo número no cesa de crecer últimamente. La Universidad tiene, además, sus propias celebraciones, como el Día del Estudiante y el del No Docente, de modo que sería oportuno, a la luz de estas consideraciones, que se revise el criterio con el que se disponen asuetos académicos y administrativos. Por lo menos debería ser materia de debate.

Ningún tipo de criterio facilista, exento del mínimo rigor que toda formación educativa exige, ha demostrado ser positivo. Los resultados objetivos que se obtuvieron en los últimos años en distintas evaluaciones internacionales hablan por sí solos. Todo indica, en este sentido, que debería imperar una pauta muy restrictiva a la hora de agregar jornadas de inactividad, en medidas que involucran, de un plumazo, a facultades, colegios primarios y secundarios, centros de investigación e institutos de posgrado. Lo que no pueden subestimar las autoridades de la casa de altos estudios es el evidente papel que la Universidad, naturalmente, ejerce. Un rol que la compromete seriamente, desde su propia esencia como institución rectora de la sociedad.

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