El ser humano está hecho de polvo estelar

Especial para EL DIA de National Geographic

La astrofísica y la patología médica no tienen, en principio, demasiadas cosas en común. ¿Qué tienen que ver las manchas solares con las manchas en el hígado?

El astrofísico Karel Schrijver, del Laboratorio Solar y de Astrofísica Lockheed Martin y su esposa, Iris Schrijver, profesora de patología de la Universidad de Stanford, lograron reunir ambas disciplinas en un nuevo libro, “Viviendo con las estrellas: cómo el cuerpo humano está conectado con los ciclos de vida en la Tierra, los planetas y las estrellas”.

En Woodstock Joni Mitchell cantó ´Somos polvo de estrellas´. Y tenía razón. “Todo lo que somos y todo lo que hay en el universo y en la Tierra se originó en polvo de estrellas, que sigue flotando entre nosotros incluso hoy. Nos conecta directamente con el universo, reconstruyendo nuestro cuerpo una y otra vez a lo largo de nuestra vida”, explica Iris.

“Fue una de nuestras mayores sorpresas en este libro. No nos habíamos dado cuenta de lo efímeros que somos, y que nuestros cuerpos están hechos con restos de estrellas y explosiones masivas en las galaxias. Todo el material de nuestro cuerpo se origina en ese polvo de estrellas residual, que llega a las plantas, y de ahí a los nutrientes que necesitamos para todo lo que hacemos; pensar, movernos, crecer. Y tras unos pocos años la mayor parte de nuestro cuerpo es creado de nuevo”.

Karel explica que “cuando surgió el universo había apenas hidrógeno y un poco de helio y muy poca cosa más. No hay helio en nuestro cuerpo. Sí hidrógeno, pero no constituye la mayor parte de nuestro peso. Las estrellas son como reactores nucleares. Toman un combustible y lo convierten en otra cosa. El hidrógeno es convertido en helio, y el helio en carbono, nitrógeno y oxígeno, hierro y sulfuro- todo lo que nos forma. Cuando las estrellas llegan al final de su vida, se hinchan y vuelven a encongerse, descartando sus capas externas. Si una estrella es suficientemente pesada, explotará en una supernova. Así que la mayor parte del material que nos compone viene de las estrellas moribundas, o de estrellas que murieron en explosiones. Y esas explosiones estelares continúan. En nuestro cuerpo hay material tan viejo como el universo, y algún material que llegó a la Tierra puede tener apenas 100 años. Todo eso se mezcla en nuestro cuerpo”.

Solemos pensar que nuestro cuerpo cambia lentamente una vez que alcanzamos la edad adulta. De manera que es una sorpresa descubrir que estamos cambiando todo el tiempo y reconstruyéndonos constantemente. “La mayoría ni siquiera piensa en la piel como un órgano”, amplía Iris. “En realidad, es el más grande. Para mantenernos vivos nuestras células tienen que dividirse y crecer. Somos conscientes de eso porque vemos crecer a los niños. Pero las células también envejecen y mueren, y la piel es un ejemplo. Está en contacto con todo lo que nos rodea. Está muy expuesta al daño y necesita regenerarse constantemente. Pesa aproximadamente cuatro kilos y está compuesta por varias capas que envejecen rápido, especialmente la externa, o dermis. Las células de la dermis son reemplazadas cada uno o dos meses. Eso significa que perdemos aproximadamente 30.000 células por minuto a lo largo de nuestra vida, y la capa superficial externa es reemplazada por completo aproximadamente una vez al año. Fue esa fugacidad del cuerpo y el flujo de energía y materia necesario para contrarrestar ese carácter efímero lo que nos llevó a explorar nuestra interconexión con el universo”.

Cada año, caen a la Tierra 40.000 toneladas de polvo cósmico. Cuando se formó el sistema solar, se congeló el gas formando hielo y partículas de polvo que fueron creciendo al colisionar.

La gravedad las aglutinó formando planetas.

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