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Espectáculos |Luxor

El artista de lo sensible

Con soles, criaturas voladoras y “pajaritas” busca despertar “el rinconcito dormido” de la gente que anda por la calle sin mirar

11 de Julio de 2015 | 01:02

María Virginia Bruno

Por el boca en boca y de pared en pared empezamos a conocer un poquito de Luxor, el artista que desde hace cinco años le imprime su bello mundo de pajaritas , lechuzas y soles a casas, hospitales y escuelas de la Ciudad. Por la delicadeza de sus trazos, uno, acostumbrado a recibir toda la información de las cosas al instante, no puede dejar de crear un perfil en su mente sobre quién o cómo será este pintor anónimo. “Yo soy mi obra”, dice, y no se sorprende con el contraste que genera entre su físico y su arte, sabe que es parte del prejuicio que impera en la sociedad y tiene la pelota en el punto de penal para hablar de la sensibilidad, el motor de su vida.

“Me ha pasado que me digan que es una pintura femenina y me han escrito mails, larguísimos, en los que me tratan de punta a punta como ‘la’. También me han dicho que me imaginaban flaquito, bajito y de ojos claros”, cuenta, entre risas, este joven talento de voz gruesa, pestañas arqueadas, barba tupida y gran porte, enfundado en un conjunto de jogging naturalmente salpicado con amarillos, negros y rojos.

“Es que el mundo de hoy en día se rige por la fuerza, en el sentido de masculinidad, y no por la sensibilidad. Para mí, para construir una fuerza popular y con amor es necesaria la sensibilidad. Y creo que por eso abordo una imagen de este tipo”, reflexiona sobre su forma de hacer arte y argumenta su decisión de no sacarse fotos: “Nunca me muestro porque para mí pierde la mística. Eso es lo lindo. Hoy jugamos en una realidad muy porno, a mí me gusta la sensualidad, una obra debe ser sensual. Yo no quiero mostrar todo. La cáscara no tiene sentido”.

Autodefinido como un artista “clásico pero con espíritu revolucionario”, Luxor -que tomó su nombre de unos vasos con los que jugaba con su hermana en la infancia- tiene una interesante teoría sobre la blandura y la dureza en relación a la pintura y que aplica en su vida en general. “Yo creo que el arte siempre debe ser blando porque cuando vos le hacés fuerza a algo blando solamente se dobla, en cambio, cuando hacés lo mismo con algo fuerte o duro se quiebra y nunca vuelve a ser lo que era”.

Nacido y criado en La Plata bajo el nombre de Lucas, tiene 32 años y más de cien obras a la vista en la ciudad (17 y 65; 69 entre 12 y 13; 71 entre 4 y 5; 69 entre 11 y 12; 68 y 14; diagonal 74 y 30; 119 y 35; 8 y 60; 16 y 58; 10 y 523, por citar algunas). Aunque también tiene cientos de otras en interiores de casas particulares y otras tantas de bastidor, una de las tareas con la que complementa su pintura callejera. En este sentido, mañana, a las 17, inaugurará en Oro Taller Galería, 67 N° 1116, “Lucha libre. Construyendo la fuerza sensible”, la muestra que se convirtió en la excusa perfecta para dialogar con EL DIA sobre su colorida forma de ver el mundo.

-¿Qué es “Lucha libre. Construyendo la fuerza de lo sensible”?

-Es una muestra de obras de bastidor que tiene dos niveles de lectura: Por una lado la construcción de la lucha por la libertad, que creo que es un camino eterno en la vida de los seres humanos, y la construcción de la fuerza sensible que habla más sobre mi obra: una obra icónica, fuerte, de mucho contraste de color, relacionado con temas sensibles de la vida cotidiana.

-¿Tus obras de bastidor son iguales a las que vemos en la calle?

-Es otra reflexión porque en la calle hablás de otra forma. Cuando preparo una muestra, si bien abordo las mismas temáticas porque la obra es una sola, están trabajadas desde otro lugar. En la calle vos tenés un bombardeo de imágenes al costado de la obra que no lo tenés en un bastidor. Entonces, funcionan de forma diferente. Pero una alimenta a la otra. En casa estudio para mejorar en la calle. Y en la calle salen ideas que en casa no. Las dos soy yo.

-Pajaritas, lechuzas, criaturas voladoras protagonizan tu obra…

-La obra pasó por varios estadíos: arranqué pintando unos personajitos que volaban, con x, porque eran trans, y después fueron mutando y ahora se transformó en soles. Me interesó el sol por una cuestión de género: un sol es un sol, no le podés atribuir ni sexo ni género. Estaba cansado de tener que poner un sexo o un género dentro de la obra. Y las pajaritas nunca las dejé de pintar. Sólo que ahora las pinto cuando da la coyuntura, que no pasa siempre, para que no pierda fuerza.

-Grafitti, arte callejero, ¿cómo definís lo que hacés en la calle?

-Yo lo llamo pintura porque, en realidad, es pintar. Mi intención era generar algo a lo que le pudiera poner mi nombre. No mi nombre como Luxor sino poder darle la forma que quería. Por eso lo llamo pintura porque la puedo llenar de mil pensamientos y no tengo que adecuarme a nada.

-¿Qué paredes pueden tener tu pintura?

-Si están lisas, mejor (risas), eso por un lado. Y por otro, me interesa que sean lugares sensibles: la fuerza sensible se construye a partir de la fuerza, el amor y la sensibilidad que van de la mano. Hay mucha gente que me escribe para que le pinte su casa. Muchas escuelas, hospitales, barrios. En muchos lados tengo pinturas. Y hay otras personas a las que, directamente, voy y les pido la pared. Trato de contarle mi idea y por qué quiero hacerlo porque, para mí, una persona que dona su pared a una obra, no sólo a mí, sino a cualquier persona, contribuye a la construcción cultural, a que mejoremos los espacios públicos.

-¿Te gusta pintar en hospitales y escuelas?

-Tengo muchísimo respeto por esos lugares. Creo que es un aporte que tenemos que hacer todos los artistas. Acercarnos a los espacios públicos. Me interesa muchísimo.

-¿Por qué?

-Cuando pintás en un hospital pintás para la gente que está transitando ese espacio. Y la pintura, para mi manera de leer el mundo, debe estar en los mejores y peores momentos de la vida de la gente. Inevitablemente, esos momentos pasan por las casas, los barrios, hospitales y escuelas. Si estás presente, estás acompañando.

-Sería como una retribución, en algún punto…

-Claro. La Plata me da tanto a mí, porque me permite vivir de lo que me gusta, entonces pienso que mi deber como artista es devolver eso construyendo cultura. Es la mejor manera de retribuir: producir el doble. Cada persona que me compra una obra, fomenta mi producción gratuita. Para que una pintura sea popular tiene que estar en la calle.

-¿Qué te enseñó la pintura?

-Me enseñó a investigarme a mí mismo, sin depender de los objetos que me rodean. A veces no se miran más que las cosas y las cosas están encegueciendo un poco a todas las personas. Nos preocupamos más por el bien de las cosas que por el de las personas.

-¿Cuál es tu propósito como artista?

-Mi intención es tocar ese lugarcito sensible y poder buscarse en uno mismo. Mi intención es poder dejar una caricia a las personas que pasan. Y lo hago por gusto y por disgusto. Porque cuando uno hace algo en la calle, hay gente a la que le gusta y hay gente a la que no: pero cuando eso no estaba, tampoco estaban ninguna de las dos sensaciones. El amor y el desamor van de la mano, siempre.

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