Ejemplo y enseñanzas detrás de la restauración edilicia del Liceo Víctor Mercante

Hace diecinueve años en esta columna se hablaba del emotivo abrazo cívico al viejo edificio del Liceo Víctor Mercante, concretado entonces por más de dos mil alumnos, ex alumnos, profesores, padres y dirigentes políticos, gremiales y de entidades de bien público, aludiéndose a ese gesto como digno de ponderar, pues marcaba un ejemplo poco frecuente en inquietudes de elevada inspiración.

Se decía entonces que esa movilización había sido profundamente idealista, porque más allá del objetivo concreto que tuvo -devolver al Liceo a su histórica sede de diagonal 77- hubo en esa actitud una renovada esperanza en el respeto por los valores trascendentes y, en particular, una adhesión al arraigado reclamo de los platenses en favor de lo mejor y más tradicional de su fisonomía urbana, siempre amenazada.

Cinco años después de ese abrazo, también acá se aludía a los escasos –más bien nulos- avances registrados. En ese 2001 el Liceo seguía funcionando en otro lugar y, a su vez, el edificio continuaba exhibiendo los mismos problemas estructurales, aunque agravados por el paso del tiempo, además de una completa falta de mantenimiento de sus jardines exteriores.

En esa época sombría para el futuro de la sede de diagonal 77 los vecinos aludían a los reiterados como infructuosos reclamos que presentaban ante la Municipalidad para que se procediera, al menos, a la limpieza del lugar. Se advertían basurales en los jardines exteriores y algunas personas sin techo pasaban la noche en los umbrales del edificio. Se estaba ante una verdadera postal del abandono.

Afortunadamente, los nuevos e insistentes pedidos de exalumnos y del resto de la comunidad educativa, así como de particulares y entidades de bien público, no sólo lograron salvar al Liceo de la piqueta que ya lo amenazaba, sino que con la activa intervención de la Universidad y la Provincia se iniciaron las obras de restauración del emblemático edificio.

Ahora, en estas jornadas, con la finalización de trabajos en el patio, se dio por terminada la obra de restauración del edificio del Liceo “Víctor Mercante”, que comenzó hace una década. Según se detalló, las tareas, que demandaron una inversión de 800 mil pesos, abarcaron unos 230 metros cuadrados de superficie y el objetivo fue la renovación integral de todo el espacio a cielo abierto, más las fachadas, pisos y carpinterías linderas, junto con la adecuación general de todas las instalaciones, se explicó.

Lo ocurrido con el Liceo Víctor Mercante deja múltiples enseñanzas. La primera de ellas, el decisivo valor que –frente a toda situación que pueda interesar a la comunidad- puede alcanzar la actitud comprometida de personas e instituciones, con actitudes que indudablemente gravitan sobre la voluntad de las distintas administraciones. Asimismo, debe ser ponderada la decisión adoptada finalmente por los organismos públicos intervinientes, en el sentido de no haber demolido un edificio de esas características y, por el contrario, de haberlo rescatado y puesto en valor mediante una política gradual de inversiones.

Es de esperar que el edificio del Liceo Mercante, restaurado ya y en pleno funcionamiento, sea valorizado ahora por un continuado mantenimiento.

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