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Espectáculos |“Batman v Superman: el origen de la Justicia”

Detrás de la máquina, el corazón

Detrás de la máquina,  el corazón

Detrás de la máquina, el corazón

29 de Marzo de 2016 | 01:15

BATMAN V. SUPERMAN, de Zack Snyder.- La editora de comics reconvertida en gigante del cine Marvel descubrió la gallina de los huevos de oro: los universos cinematográficos, con su posibilidad infinita de generar películas, series y juegos que se insertan en una narrativa principal, ya reemplazan a las sagas lineales. Y ahora su rival de siempre en la página impresa, DC, busca imitar el éxito, volviendo masiva una de las batallas más “geeks” de todos los tiempos, la que enfrenta a los héroes de una y otra compañía en una batalla imaginaria librada mayoritariamente en foros de internet.

Una pelea bastante más interesante y pasional que buena parte de “Batman v Superman: el origen de la Justicia”, que significa el inicio del universo cinematográfico que DC (en sociedad con Warner) pretende desarrollar en los próximos cinco años. El combate entre los dos titanes de la historieta tiene un prólogo interesante (quizás algo largo y visulamente recargado) y un cierre demoledor, pero el tramo medio, narrado con desprolijidad y poca profundidad, deja en evidencia el carácter industrial del producto, uno más en una larga serie.

OSCURA MONOTONA SANGRE

Así, tras conocer a un enorme Batman, viejo, cansado y marcado por el combate, testigo de como Superman destruye un edificio de su propiedad (en la piel Affleck, tantas veces criticado como actor, construye un héroe muy convincente desde lo físico que deja atrás la larga sombra de Bale); y a un Superman (el correctísimo Cavill) que continúa con las tribulaciones de un dios en la Tierra, desgarrado entre hacer el bien y desaparecer del hostil escenario público (y con impulsos incluso violentos), ingresamos en una hora de tortuosas tramas que se abren y se cierran con apuro: todos persiguen una piedra de kryptonita mientras Superman va a juicio, preocupada por el poder absoluto del héroe (una temática explorada con símbolos visuales poderosos pero retórica bastante superficial), hay un atentado terrorista, secuestran a la madre terrestre de Kal-El, Batman y Alfred investigan, el diario de Metrópolis se niega a cubrir la ola de inseguridad en Ciudad Gótica, el gobierno provee de armas a terroristas en confabulación con Lex Luthor (Jesse Eisenberg, un fallido villano cargado de tics nerviosos circenses salido del manual de los villanos del nuevo milenio escrito por el Guasón de Ledger)...

Durante ese largo centro de la cinta el director Zack Snyder (“300”, “Sucker Punch”) hace crecer, fiel a su costumbre, la tensión de manera artificial: la noche reina, la música atronadora de Hans Zimmer indica que suben las apuestas, hay peleas épicas, marcadas por la mugre y la muerte (el director busca y encuentra el tono opuesto al atleticismo profesional de los combates de Marvel) y gran factura visual.

EL FINAL JUSTIFICA EL MEDIO

Pero, más allá de los aciertos técnicos, tantas subtramas diluyen el hilo de la peripecia principal y quitan peso a lo que hay en juego en el combate titular. Es que estas historias tienen como solo fin, en realidad, presentar a los futuros integrantes de la Liga de la Justicia (cuyo filme saldrá el año que viene), introducir a la Mujer Maravilla (su película también sale en 2017) y preparar el escenario para la secuela. Y para colmo, la película intenta convencer al espectador de que ese caos es parte de un elaborado plan de Lex Luthor, a pesar de que la treta que utiliza para enfrentar a “dios contra el hombre, el día contra la noche”, es superficial y grotesca, en absoluto una obra de una mente maestra del crimen. No hay plan maquiavélico de Luthor para hilar todas las tramas, porque no lo hubo en el guión, obligado a insertar a la fuerza indicios de lo que viene.

Y entonces, el cierre: un verdadero festival para los fans del Batman de Frank Miller y de algunos momentos icónicos de Superman. Superado el engorroso nudo de la narración, la inclinación a la velocidad de Snyder cobra sentido en el vertiginoso final, su cine megalómano pierde ostentación y superficie y cobra peso específico, densidad y fuerza desde que los héroes se enfrentan, inicio de una sucesión devastadora de revelaciones ahora sí sorprendentes hasta para los más fanáticos, camino a un final heroico, absolutamente inesperado y mucho más cargado de sentido de tragedia y sacrificio que los limpios combates de Marvel. Allí, cuando se aleja de las imposiciones del nuevo modelo comercial, la maquinaria industrial de DC encuentra su corazón. (***1/2)

Pedro Garay

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