Falta de educación vecinal y de controles municipales, detrás de la suciedad urbana

Por un lado, la indisciplina existente en torno al manejo que se hace de la basura, en actitudes en las que incurren muchos vecinos que incumplen normas expresas, afectando así a la convivencia y a la calidad de vida ciudadana; por el otro, las deficiencias en las que incurre el servicio de recolección de residuos en La Plata, son las dos caras de un mismo y grave problema relacionado íntimamente a la higiene urbana, indicativo, además, de la necesidad de que se impulsen acciones tendientes a revertir un panorama tan negativo.

En una nota publicada en este diario se reflejó la protesta presentada por vecinos del ministerio de Seguridad provincial, a raíz de la colocación en la cuadra de 53 entre 2 y 3 de contenedores con residuos de esa repartición. Aludieron así a malos olores, mugre desparramada por el lugar y a los ruidos molestos que se registran en horas de la madrugada, con el paso y detención de los camiones recolectores que trasladan esas cargas.

Tal como se detalló, a mediados del año pasado se había desatado una polémica similar por la invasión de contenedores sin habilitar en la vía pública, sobre todo frente a varios edificios públicos. El mismo ministerio de Seguridad, por caso, fue intimado por la Municipalidad La Plata para que retirara los contenedores o los ingresara al interior del edificiopredio, medida que se había cumplido. En su oportunidad se explicó que la cartera de Seguridad forma parte de una lista de 50 grandes generadores de residuos, a los que les presta servicio la Comuna con la instalación de contenedores.

En realidad, esta es, tan sólo, una más de las diversas deficiencias de un servicio de recolección que deja mucho que desear, tanto en el centro como en la periferia y en localidades del distrito. De aquel mentado plan de separación y clasificación de residuos secos, que contó con mucho beneplácito entre la población cuando se puso en práctica en 2008 –que tenía el objetivo de reconvertir y aprovechar los productos de descarte, también llamados “secos”, como papel, cartón, plásticos, vidrios y metales- queda una muy disminuida vigencia.

Persiste también en muchos barrios y localidades la costumbre que los recolectores califican como “el arrime”, consistente en concentrar en una esquina de cada barrio las bolsas de residuos de tres o cuatro cuadras, para que luego el camión recoja en un solo lugar esa carga. En el interín los perros del vecindario, callejeros muchos de ellos- rompen y revisan las bolsas en busca de alimentos y lo que queda en cada una de esas esquinas es un reguero de desperdicios, que se renueva todos los días.

En numerosas oportunidades se ha señalado desde esta columna -no sólo a raíz de la cuestión de la basura, sino de otras relacionadas a la vida y funcionamiento de la ciudad- que no existe, seguramente por una grave y persistente omisión de tipo educativo en la que incurre el Estado, un acendrado concepto en la población acerca de lo que significa un espacio público y la mejor forma en que debe ser usado.

Ello no impide señalar que hace falta un mayor compromiso de la Comuna, para que fiscalice sin desmayo y garantice un mejor manejo de la basura y mayores niveles de limpieza en la ciudad. El camino educativo que se propone debe verse necesariamente acompañado por la aplicación de las más severas multas y demás sanciones previstas para los transgresores. En este último sentido, ha sido históricamente muy escaso el poder sancionador de la Municipalidad.