Vestir al desnudo
| 5 de Junio de 2016 | 00:02

Escribe Monseñor DR. JOSE LUIS KAUFMANN
Queridos hermanos y hermanas.
Esta obra de misericordia parece tener una triple dimensión. Ante todo la de ayudar con ropa a los más carenciados. Todos necesitamos ropa suficiente que también nos permita acondicionar y lavar la que se ha ensuciado, y con cierta diversidad, según las distintas estaciones del año. Generalmente la Cáritas Parroquiales tienen un llamado “ropero”, al que llega ropa usada que luego se distribuye entre quienes la requieren. Suele tenerse un registro y un control para evitar abusos. Sin embargo, para que sea una obra grata a Dios, la ropa debe estar limpia, acomodada, y en condiciones de ser usada por el prójimo. Es necesario evitar el equívoco de que “aquello que ya no sirve, se lo doy a los pobres”. ¡No, de ninguna manera! Lo que no sirve a unos difícilmente puede servir a otros. No debe darse lo que no sirve, sino lo que ya no se usa, para que sea útil a otros. Cuando se ayuda al desvalido no es honesto que se ofenda su dignidad.
En segundo lugar, teniendo en cuenta que la misericordia siempre supone la justicia, existe una conducta que es absolutamente contraria a vestir al desnudo. En efecto, podría darse que en vez de vestir al desnudo, haya quienes desnuden al vestido… Me explico: el que de cualquier modo quita a otro lo necesario para su vida: trabajo, estudio, alimento, vivienda, buen nombre, etcétera, está “desnudando” al vestido; es decir que procede en contra del derecho natural y de la doctrina del Evangelio.
No debe darse lo que no sirve, sino lo que ya no se usa; cuando se ayuda al desvalido no es honesto que se ofenda su dignidad
No existe justificación alguna para ese delito, que puede ser en orden a lo material o a lo espiritual: el o los bienes que se quitan a su legítimo poseer, no es propio de la condición humana. Todo ser humano tiene derecho a lo necesario para una vida digna. Y en tercer lugar, esta obra de misericordia debe iluminar el mundo de la farándula y el de la moda. En los medios de comunicación social aparecen imágenes de varones y mujeres que ostentan su desnudez sin reparo, sin pudor y sin vergüenza. La celebración del sacramento del Matrimonio suele estar precedida, acompañada y concluida con una desfile de modelos inmorales, generalmente comenzando por la misma novia, que bien podría reservar toda provocación para la intimidad con su esposo. En la farándula se encuentran señoras que son muy buenas actrices, pero que no vendieron su dignidad y visten con elegancia y buen gusto; mientras que otras mujeres evidencian su frivolidad y ofenden gratuitamente el honor femenino. Lo mismo, aunque no tanto, sucede con los varones que, ostentan lujos innecesarios que no condicen con el comportamiento viril.
Dice Dios: “Este es el ayuno que yo amo - oráculo del Señor -: soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne” (Isaías 58, 6-7). “Obras son amores, y no buenas razones”, dice un adagio conocido.
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