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Revista Domingo |TENDENCIAS

Moda olímpica: la ropa deportiva según pasan los años

Los Juegos que hoy terminan en Río tienen 120 años de historia pero no sólo de hazañas y logros deportivos. En más de un siglo, la moda y los cambios de indumentaria -sobre todo en las atletas- son un detalle que bien vale la pena repasar y conocer un poco más

20 de Agosto de 2016 | 23:53

Todos pueden estar pensado en las medallas, en los tiempos a batir o en las distintas performances que requiere cada disciplina, pero lo cierto es que la indumentaria de los atletas también juegan su propia competencia y tienen una historia tan larga como la de las propias olimpiadas. La prestigiosa firma italiana Salvatore Ferragamo, por caso, diseñó los uniformes que los atletas de la República de San Marino se pusieron durante la presentación. Giorgio Armani se encargó de diseñar el kit oficial para el equipo italiano. Stella McCartney, además de crear la indumentaria de los atletas británicos, es hoy una de las diseñadoras estrella de estos Juegos. Y hasta la afamada marca italiana Prada es el sponsor oficial del equipo italiano de vela.

Pero así como los tiempos y marcas cambiaron (el nadador etíope del que todo el mundo se burló en estos Juegos por su lentitud hubiese sido medalla dorada en Londres 1908, por dar sólo un ejemplo), también fueron mutando a lo largo de las décadas la diferentes vestimentas que los deportistas han usado para representar a sus países.

Las mujeres de principios del siglo XX jugaban al tenis con un vestido de falda blanca que hoy las emparenta más con un personaje de dama antigua que con una deportista. Desde que Charlotte Cooper se convirtió en la primera campeona olímpica al ganar la medalla de oro para Inglaterra -medalla que nunca recibió porque las preseas se comenzaron a entregar cuatro años después- en mujeres y dobles mixtos en 1900, la indumentaria de las tenistas ha pasado por varias transformaciones, al igual que el papel de la mujer en la sociedad.

En los Juegos de 1912 se realizó la primera demostración de gimnasia artística. Allí, por primera vez en la historia, aparecieron las polleras hasta la rodilla

Pensemos que en el siglo XIX el tenis era un deporte reservado casi exclusivamente a las mujeres, pero sobre todo a las mujeres de clase alta. Llevaban trajes de falda larga y de color blanco, para mantener su pudor y, de paso, disimular las posibles manchas de sudor provocadas por el ejercicio. La falda se acortó en los años 20, adaptándose a la moda popular. Con el corte por la cintura y cuellos redondos, el uniforme recordaba al vestuario de las denominadas “flappers”, esas jóvenes que decidieron vestirse, maquillarse y cortarse el pelo como se les diera la gana.

Recién en los años 80 empezaron a aparecer los colores como adorno de los trajes que aún eran blancos. Las faldas ya eran cortas y las tenistas de la época ganaron así una mayor libertad de movimientos.

HISTORIA

Los Juegos Olímpicos modernos se realizaron por primera vez hace 120 años, en Atenas 1896. Fue el comienzo de una competencia que se repetiría cada cuatro años hasta nuestros días. En sus inicios, durante el siglo XIX, la práctica deportiva estaba asociada a los hombres y cuando era una mujer la que competía se la asociaba de inmediato con falta de femineidad. Pero ese no fue un obstáculo para ellas, quienes comenzaron a formar parte del máximo evento deportivo recién en su segunda organización a nivel mundial: en París 1900. En ese entonces, las disciplinas de las que participaron ellas fueron el tenis, el golf, el yachting y el croquet.

Ya en las ediciones de 1904 y 1908 (en Londres, donde como se dijo el nadador etípoe Rober Kirosel hubiese sido medalla de oro y no, como ahora, motivo de burlas), las mujeres pudieron mostrar sus habilidades en tiro con arco, una disciplina cuya indumentaria tal vez sea la que menos varió a lo largo del tiempo.

En los Juegos de 1912 se realizó la primera demostración de gimnasia artística. Allí, por primera vez en la historia, aparecieron las polleras hasta la rodilla, algo que fue una verdadera novedad para el público y despertó toda una polémica dado que este look, decían muchos, era inapropiado para las mujeres. De hecho, el equipo femenino de natación de EE.UU. fue descalificado por considerar que su look -de mallas ajustadas tipo calzas- era muy impúdico y casi provocativo para el evento.

La Primera Guerra comenzó a cambiar el panorama, sobre todo porque las mujeres debieron salir a trabajar para reemplazar a los millones de hombres que fueron al frente y esto, de alguna manera, permitió que fuesen poco a poco variando su outfit, que buscó ser menos acartonado y más cómodo para las labores que debían realizar.

En medio de este tiempo de confusión y dolor en gran parte del mundo, las mujeres ganaban con la figura de Coco Chanel una nueva manera de expresarse a través de la ropa. La icónica diseñadora francesa fue responsable de crear una línea informal, sencilla y cómoda, gracias a la introducción del tejido de punto elástico. Su estilo de pelo corto, casi informal, se traslado a las disciplinas deportivas y ya en los Juegos de 1920, en Amberes, Bélgica, se hizo presente y marcó un estilo propio.

Una de quienes siguieron esta línea fue sin duda la tenista francesa Suzanne Lenglen, quien consiguió el oro y se convirtió en una referente para la época y, sobre todo, en una imagen que se reforzaría dos años después, cuando saltó al césped de Wimbledon con una pollera corta, provocativa y apenas por abajo de la rodilla.

Quienes siguieron las marchas y contramarchas de la moda en el deporte cuentan que el tenis femenino tendría su segunda edición en la siguiente edición de París 1924 pero luego sufriría una ausencia notable de 64 años. Resurgió en Seúl ‘88, cuando la argentina Gabriela Sabatini obtuvo la medalla de plata. Fue en la “Ciudad Luz” donde también comenzaron a cambiar las telas. Surgieron la seda, el satén y el algodón, en reemplazo del tejido de lana. Prendas más ligeras, más frías, que permitían un mejor desempeño y una resistencia a las altas temperaturas. Fue el comienzo del profesionalismo en los uniformes, en los que ya había diseñadores que pensaban en más en la funcionalidad y la comodidad.

Más atrás en el tiempo, sin duda que un párrafo aparte merece La Gran Depresión de 1930, cuya crisis generó que sólo Los Ángeles se presentara como candidata para albergar el evento dos año más tarde. Fue la primera vez que hubo una Villa Olímpica, por lo que los atletas comenzaron a utilizar ropa deportiva en su tiempo libre.

Luego aparecen las conocidas historias de superación durante Berlín 1936 -en pleno apogeo del nacionalsocialismo liderado por Adolf Hitler-. Historias que desafiaron al nazismo, como la del afroamericano Jesse Owens, que obtuvo cuatro medallas de oro en las pruebas de 100 m, 200 m, salto de longitud y la carrera de relevos 4×100 m en la que estaba pensada como celebraciones de la raza aria. Sin embargo, las mujeres también dejaron su huella, al desafiar aún más los cánones de vestimenta. En ese sentido, no se puede dejar de mencionar a la norteamericana Helen Stephens, conocida como Fulton Flash, quien con 18 años obtuvo el record mundial en los 100 metros con 11.5 segundos, marca que se mantuvo hasta Roma 1960. En lo que respecta al look, Stephens -y sus compañeras de equipo- lució una camiseta más ajustada y por primera vez en la historia sin mangas.

La tenista francesa Suzanne Lenglen se convirtió en una referente para la época y, sobre todo, en una imagen que se reforzaría dos años después, cuando saltó al césped de Wimbledon con una pollera corta, provocativa y apenas por abajo de la rodilla

En el caso de los deportes de agua -la natación femenina comenzó a ser practicada en 1912-, se pasó de una pieza enteriza a una doble con más estilo, aunque con los años y el desarrollo de los géneros sintéticos el algodón que usaban las tatarabuelas le dio paso a la lycra y después a las fibras sintéticas.

Los entrañables años sesenta, en tanto, provocaron un cambio radical en los materiales. Los géneros sintéticos fueron adaptados por casi todos los deportos, sobre todo por aquellos en los que se necesitaba precisión de movimientos. Quizá el gran cambio se notó en Beijing 2008, cuando se realizaron 43 récords mundiales en las piscinas debido a la evolución de los trajes de baño. Aparecieron las piezas de todo el cuerpo, desde el tobillo y con hombros cubiertos.

Otra historia aparte dentro de las disciplinas olímpicas es la de la gimnasia artística, que tuvo su arranque en 1928 y tomó por muchos años los trajes de la natación: mangas cortas y una “pollera” ajustada. Ya en los 50 el material se basó en fibras naturales, con un cuello en V y un corte bajo hasta la cadera, tratando de acentuar la cintura. Luego llegaría la legendaria Nadia Comaneci (en 1976) y, más acá en el tiempo, la fantástica norteamericana Simone Biles, dos de las grandes referentes de la gimnasia artística. En los ’80 todavía había un predominio de un color por sobre el resto; mientras que en la actualidad la vistosidad y el desparpajo del diseño parece ser la clave.

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