Piano y resistencia

La ópera, el Colón, los gremios, la ficción y la realidad colisionan en “La vendedora de fósforos”, de Alejo Moguillansky

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El Festifreak ingresa en sus dos jornadas finales: “La vendedora de fósforos”, de Alejo Moguillansky, será la película de clausura de la 13ª edición del Festival Internacional de Cine Independiente de La Plata y se mostrará esta noche, aunque el encuentro cinematográfico continuará durante el sábado.

“La vendedora de fósforos” muestra a una pareja en aprietos económicos y su hija, ella asistente de una pianista, él aspirante a regisseur, trabajan con la ópera experimental “La vendedora de fósforos”, del alemán Helmut Lachenmann, como telón de fondo, una puesta vanguardista que tuvo lugar en el Teatro Colón en la temporada 2014, y que tuvo el estreno acorralado por una serie de medidas de fuerza sindicales.

Hay en el relato una singular simbiosis entre la música, desde Beethoven o Schubert hasta la experimental ópera “meteorológica” de Lachenmann, de gran complejidad y riqueza, acerca de una niña pobre que sale a vender fósforos para sobrevivir y termina muerta de frío, que juega como contrapunto con las vivencias de los personajes del filme.

En ese contrapunto aparece este matrimonio, en especial la mujer que ansía un piano propio y su hija, que es la razón de su vida y se pierde en el laberínticos pasillos del Colón, y también otros personajes interpretados con convicción por María Villar, Walter Jakob y la pequeña Cleo Moguillansky, con diálogos ricos en matices, en especial los referidos a la música experimental.

OTROS CINES

Moguillansky es el autor de “Castro”, “El loro y el cisne” y “El escarabajo de oro”, obras genuinamente independientes de la productora El Pampero Cine, realizadas en los márgenes de la burocracia y las convenciones del INCAA, como se refleja en el hecho de que la cinta, refirió el cineasta en una entrevista realizada en ocasión del estreno de la cinta en el BAFICI (fue elegida como mejor cinta argentina), “no hubo jamás nada parecido a un guión. Más bien hubo un centro y todas las escenas fueron pensadas como satélites, como lunas de ese centro de gravedad. La estructura se creó junto a Walter Jakob (actor de la película) luego en el montaje.”

La libertad de trabajar sin un guión se refleja en la mezcla de escenas documentales filmadas en los laberintos del Colón, rodeados por las secuencias de ficción que quería narrar Moguillansky.

“Los ensayos que vemos en la película son reales. La película después se encarga de incorporarlos al relato y convivir con elementos de ficción”, explicaba Moguillansky sobre los límites entre realidad y ficción en su cinta, donde el acto político de llevar una ópera de vanguardia al Colón colisiona con la otra política.

“El rodaje de la película empezó filmando ensayos de la ópera. La puesta de esa ópera ya era en sí mismo algo bastante excepcional: montar una opera de un compositor tan radical como es Lachenmann, un sobreviviente de las vanguardias del siglo XX, en la sala grande era algo completamente novedoso, un hecho político. Se trata de una música que se ubica entre el intérprete y el instrumento, en la resistencia que ofrece un instrumento para ser tocado. Esa política de la música se cruzaba con otra política, que tenía que ver con los problemas a los que acaso estemos más acostumbrados. ”, relataba Moguillansky a principios de año.

 

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