Investigadores platenses cambian el enfoque sobre la obesidad infantil

Señalan fallas en los programas de prevención. Y que no se lo debe tomar solo como el problema de una persona aislada

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El sobrepeso y la obesidad en el mundo no paran de crecer. Y muy especialmente, la que afecta a niños y adolescentes.

Las cifras son contundentes y se reflejan en las estadísticas. Por ejemplo en los Estados Unidos, en los últimos 30 años, la obesidad aumentó más del doble en los niños y se cuadruplicó en adolescentes, mientras que en Brasil el porcentaje de sobrepeso y obesidad se triplicó entre 1975 y 1997.

Y en nuestro país también se produjo un aumento de estos valores, por ejemplo en provincias como La Pampa, donde se observó que entre 1990 y 2007 el sobrepeso aumentó un 40% y la obesidad se cuadruplicó.

Según el Programa Nacional de Salud Escolar (PROSANE), además, en 2015, en Argentina, el 21,4% de los niños y adolescentes de 5 a 16 años tenía sobrepeso y el 15,6% eran obesos.

Ante el incremento del sobrepeso y la obesidad en su población, diversos países han desarrollado campañas divulgando la importancia de consumir alimentos saludables y de practicar mayor número de actividades físicas.

Sin embargo, los casos continúan aumentando.

“Resulta evidente que los casos de obesidad continúan aumentando -señala desde nuestra ciudad la licenciada Muriel Lamarque, integrante del IDIP (Instituto de Desarrollo e Investigaciones Pediátricas, que depende del Hospital de Niños de La Plata y la CIC- y ha surgido la duda de que esto pueda deberse a que las propuestas no toman en cuenta la diversidad cultural de las poblaciones a las que van dirigidas”.

Es así que en un trabajo recientemente publicado en la revista de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), las investigadoras del IDIP de La Plata señalaron fallas en los programas de prevención, por enfocarse principalmente en la educación nutricional y juzgar que las personas se alimentan mal sólo por desinterés, desconocimiento y falta de información.

En ese trabajo, sostienen que no hay que enfocar el sobrepeso como el problema de una persona aislada, y considerar también la influencia del entorno social en el que el niño aprende comportamientos y forma su identidad.

“Dentro de este entorno -sostienen las investigadoras platenses Muriel Lamarque y Alicia Bibiana Orden- se definen tipos de alimentos, combinaciones de sabores y texturas que determinan distintas formas de comer. También influyen en las pautas de consumo los medios de comunicación y las nuevas tecnologías, que promueven determinados alimentos y transmiten modelos corporales deseables o indeseables”.

LAS NUEVAS PROPUESTAS

“No hay que olvidar -recuerda la doctora Alicia Bibiana Orden, investigadora del CONICET y del IDIP- que el sobrepeso y la obesidad constituyen un grave riesgo para la salud de niños y adolescentes porque los predispone a desarrollar otras enfermedades y favorece la obesidad en la edad adulta”.

El primer plan específico para prevenir la obesidad fue lanzado en Dinamarca, en 2003, mientras que en 2004 la Organización Mundial de la Salud (OMS) comunicó la Estrategia Mundial sobre Régimen Alimentario, Actividad Física y Salud.

Esta propuesta fue la primera de alcance internacional en plantear tareas concretas para frenar el gran incremento de obesidad y el aumento de enfermedades no transmisibles que se estaba observando.

No obstante, las cifras del crecimiento de este fenómeno no pararon de crecer.

Ahora, y ante el creciente problema de la obesidad infantil, las investigadoras platenses del Instituto de Desarrollo e Investigaciones Pediátricas de La Plata consideran necesario no enfocar sólo los casos individuales, sino considerar también la influencia de las costumbres de alimentación de los familiares de esos chicos, de sus amigos y compañeros, y de su entorno habitual.

También enfatizan tener en cuenta la influencia de los medios de comunicación y de las nuevas tecnologías en la elección de alimentos y en los modelos corporales a imitar.

“Con ello buscamos conocer los factores y valores acerca de la alimentación que pudieran influir en la aparición de trastornos durante la infancia”, sostienen.

Asi, desde el IDIP señalan que en este sentido las nuevas tecnologías pueden servir tanto para organizar actividades cooperativas como para socializar cambios, monitorear su progreso, compartir información o motivar a los participantes.

“De esta manera, las redes sociales podrían favorecer la transmisión y dispersión de mensajes y también de acciones que sean beneficiosas a mediano y largo plazo”, apuntan.

Fuente: Doctora Irene A. Maier (CIC).

 

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