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Una historia de dolor y marginalidad detrás de un nene desaparecido en La Plata

A Damián, de 4 años, su padrastro se lo llevó para pedir monedas. Lo hallaron una semana después

Una historia de dolor y marginalidad detrás de un nene desaparecido en La Plata

De remera blanca y con Damián en brazos, José Oyarse, quien acompañó a su sobrina en la búsqueda del pequeño. El drama de una familia entera - cesar santoro

10 de Septiembre de 2017 | 03:02
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El 30 de agosto, Analía Yuspa (24) se despertó y Damián, su nene de cuatro años, no estaba: su novio se lo había llevado “a trabajar”. En su jerga, así le llama a ir a recorrer vagones de tren en Capital para pedir limosna. Al principio no le sorprendió, porque es una rutina que los tres hacen a diario. El hombre prometió volver como siempre, a la noche, pero tardó una semana en aparecer sin la criatura. Esos siete días fueron una tortura para ella y su tío, que lo buscaron por todos lados pero cada noche volvían a casa derrotados. La historia tuvo su final feliz el miércoles a la madrugada y el nene hoy juega entre primos y mascotas.

Para entender esta historia hay que repasar la compleja historia de vida de Analía. Ella, que padece de un retraso madurativo, conoció una vida hasta los 16 años, con una familia amplia y fiesta de 15 incluida. A esa edad, unos chicos de la calle mataron a su primo, de 12. Después pasó a vivir en la calle y a rodearse de influencias negativas. Para entonces había perdido a sus padres: su papá murió carbonizado en un incendio y su mamá cayó vencida por un cáncer de útero. A los 20 tuvo a Damián, su único hijo con un joven que tampoco tenía casa.

“Ella pasó a vivir siempre en la calle. Anda en los trenes y se queda a dormir donde puede, abajo de un puente o en una plazoleta”, explica José Oyarse, su tío. Analía, el nene y el novio subsistieron por años de las limosnas que pedían en los vagones del ferrocarril Mitre, en el ramal que comunica la estación de Retiro con las localidades del norte del Conurbano. Sus días y noches las pasaban en la enorme terminal porteña y en estaciones como Belgrano C, Lisandro de la Torre o Núñez. El barrio Chino de Belgrano era uno de los lugares donde solían “parar”.

En los años siguientes se limitaron a sobrevivir. Su pareja se sumió en las adicciones y ella vivió a merced de las “malas juntas” que la rodeaban en su situación de calle. Se separaron al cabo de un tiempo. Mientras, “Damián nunca pudo hacer vida de nene”, opina el tío abuelo de la criatura.

Hace nueve meses, Analía se puso en pareja con Lucas Matías Rodríguez (29), otro hombre en situación de calle. Sus hábitos siguieron siendo los mismos.

Solamente alquilaron una pensión un mes, pero no les alcanzaba para pagarla. Sin trabajo, la mujer cobra 1100 pesos de asignación por el niño y percibe una pensión por discapacidad, apunta José.

EL NIÑO ROBADO

Hace un mes y medio, en la semana más fría del año, Analía se apareció en la casa de José, en 121 y 603, con el nene y su pareja. Eran las 11 de la noche y afuera ladraban los perros. En realidad, ella tocó la puerta al lado, donde vive su abuela, de 75 años: ella la llama “mamá”, porque se encargó de criarla.

Oyarse se sorprendió cuando los vio, pero no dudó en darles un lugar para dormir. Hasta les acondicionó una obra para que tuvieran más intimidad. “Les di de comer y estuvieron lo más bien. De él no sospeché nada porque parecía tranquilo. Sé que la plata la usa para consumir drogas, pero eso es una cosa de adultos. Si hubiera sido un golpeador, mi sobrina me lo hubiera dicho”, asegura José.

“Me llevo al nene a ‘trabajar’. Vuelvo a las 8 de la noche”, anunció Lucas Rodríguez el 30 de agosto a la mañana. Analía aprobó y se quedó esperando a que regresaran, pero eso no pasó. Al día siguiente hizo la denuncia en la comisaría de Villa Ponsati. “Los policías no se dieron cuenta de su retraso y anotaron que el hombre se lo había llevado con el consentimiento de la madre”, recuerda Oyarse.

Algo dramático fue que Rodríguez, además, se llevó el documento de su novia, probablemente para evitar que pudiera hacer el trámite policial. La criatura no tiene DNI. A pesar de su discapacidad mental, que la equipara “con una nena de ocho años”, “se sabe manejar, viaja sola y hace trámites. No se olvida de nada ni tiene que tomar remedios”, explican sus familiares.

Parte de esas aptitudes fueron vitales para la búsqueda que siguió. Analía salió a buscar a su hijo por todos los lugares donde solía andar con su pareja. El barrio de la cancha de River, las estaciones del Mitre, los puentes y los sitios donde acostumbran a estar los otros indigentes.

LA DESESPERACION

Cada dato o intuición era vital. José acompañó en cada viaje a su sobrina. Salían a las 6 de la mañana con un ímpetu y una esperanza que al anochecer se traducía en derrota. “Volvíamos destrozados, creyendo que cualquier criatura que nos cruzábamos podía ser Damián”, reconoce José.

La Policía investigó el caso y apoyó la búsqueda con personal y vehículos. En el caso intervino el gabinete de Búsqueda de Personas de la DDI. Aunque hubo un día, el sábado 2 de septiembre, en el que no tuvieron recursos a disposición. Analía y su tío tuvieron que meterse en lugares como la Villa 31, ante la chance de que podrían sorprender a Rodríguez en una compra de drogas. Ese día y los dos siguientes todo el trabajo fue infructuoso.

Por distintos testigos se supo que el hombre siguió pasando por los pasillos de los vagones, pidiendo limosna con el nene en una silla de ruedas que, tapada con una manta, parecía un cochecito. ¿Cómo el nene se quedaba en su lugar, cuando puede caminar sin problemas? ¿Creyó que todo era un juego? “El se quedaba ahí porque es obediente y hace caso. Como está acostumbrado a estar entre mucha gente, en este caso era un peligro”, dice José.

Claro que para Damián nada de eso fue divertido. Fue una vuelta a su antigua vida en los trenes, que lo había dejado “angustiado y triste”, según lo vieron cuando llegó a la casa de El Palihue. Durante ese mes, fue la primera vez que pudo hacer la vida de un niño. Cambió las noches a la intemperie y los piojos en la cabeza por una cama, una buena ducha y ropa limpia.

“ME LO SACARON”

Pero todo había vuelto atrás, al cuidado de Rodríguez. Decir “cuidado” parece más una expresión de deseo: el viernes 1º, en una de sus noches con otros indigentes, con los habituales cócteles de sustancias incluidos, el hombre ni se dio cuenta de que al nene se lo habían llevado.

¿Quién se lo apropió? Ahora estaba en manos de su padre biológico. Por estar en el mismo ambiente, él y Rodríguez se conocían.

Analía y José seguían buscando desesperados, entre el mar de gente de Retiro y con la mente fija en ubicarlos. De repente, sonó el celular de ellos. Era Rodríguez, avisando que estaba de vuelta en La Plata, sin el nene y sin ninguna idea de todo el movimiento que hacía la familia por encontrar a Damián. La desesperación fue todavía peor.

Al hombre lo tuvieron retenido. Imputado por el delito no excarcelable de sustracción de menor, quedó bajo custodia policial desde entonces.

Bajo el cuidado de su padre biológico, el nene pasó el martes 5 de septiembre en otro punto neurálgico, la estación de Constitución, y en los trenes que llegan ahí.

Para allá fueron Analía y José, con el último aliento de esperanza de que todo terminara de una vez. Llegaron a la noche y supieron que probablemente estuviera a bordo de una formación que va hacia la localidad de Turdera, en Lomas de Zamora. Ya eran las 11 de la noche y los dos estaban en viaje.

Fue entonces fundamental el trabajo coordinado con los policías de esa localidad, que fueran a registrar la casa del hombre. Los agentes, por fin, encontraron al chico junto al adulto y a otra nena, que sería hija de él.

La comisaría de Turdera fue el punto de reencuentro. La madre y el tío del niño, después de 24 horas despiertos, regresaron a El Palihue a las 6 de la mañana del miércoles 6. Agotados pero con un alivio que no les cabía en el cuerpo.

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De remera blanca y con Damián en brazos, José Oyarse, quien acompañó a su sobrina en la búsqueda del pequeño. El drama de una familia entera - cesar santoro

“Damián nunca pudo hacer la vida de nene”, dice José, quien hace un mes y medio lo albergó junto a su mamá y el padrastro - cesar santoro

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