Luismi, Sandro y las comedias románticas: el amor volvió con furia a la tevé y la música

Músicas, series y películas sobre corazones rotos y sanados fueron grandes protagonistas de una temporada donde el amor confirmó que quizás se dobla, pero no se rompe

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El romance, no el feliz sino el descorazonante, está de regreso. En los últimos años el amor ha salido del eje mental de las generaciones más jóvenes: mientras durante años el mundo se acostumbró (probablemente, gracias al cine de Hollywood) a narrar sus vidas en torno a nuestros éxitos y fracasos sentimentales, los millennials parecen haberse rebelado a esa noción y encontrado nuevos sentidos a sus narrativas, desde la identidad de género hasta las nuevas luchas políticas. Y mientras tanto, además, el amor ha mutado sus formas, volviéndose más abierto a la experimentación, menos exclusivo y no necesariamente una historia de a dos.

Pero el romance nunca pasa de moda, podría decir algún viejo cantor de coplas: así, al menos, pareció demostrar este 2018 con, claro, Luis Miguel como piedra fundamental. El Sol abrió el año televisivo con una serie sobre su vida que cautivó a las audiencias y relanzó a las audiencias. También catapultó un hito fundamental de la música romántica, “Romance”, su disco de boleros, a la cima de los trabajos más escuchados en Spotify a 27 años de su lanzamiento.

Luismi pareció despertar un sentimiento romántico olvidado en viejas y nuevas generaciones: como si de repente la población, enfrascada en llegar a fin de mes, quisiera volver a tiempos más simples, a persecuciones amorosas con algo de descorazonante pero también algo de burbujeante, de liviano. Hay, como refleja cualquier tango, algo que combate contra el tiempo en la pena romántica, y quizás el género también haya trabajado, este año, contra el tiempo, contra el presente.

Ese despertar generó, por ejemplo, la irrupción de la música de Luis Miguel en los lugares menos pensados. Por ejemplo, Ciudad Emergente, el festival porteño que celebra la cultura joven, convocó a figuras como Ángela Torres, Emmanuel Horvilleur, Juliana Gattas, Iván Noble y Leo García para realizar un homenaje al cantante mexicano (¿mexicano?), y en La Plata también hubo noches de hitazos de Luismi a cargo de los artistas de la usina local.

La música romántica floreció por todos los rincones en 2018: Gerónimo Rauch regresó a las bateas con un disco dedicado al género, Michael Bublé lanzó su nuevo trabajo tras un par de años traumáticos para él y su familia por la enfermedad de su hija (otra vez, el romance como antídoto) y hasta el indie abrazó el romance, gracias a Poli y Prietto, que lanzaron un bello compendio de boleros y canciones.

Y en esta romántica temporada, también regresó Sandro: la generación de los 90 ya había abrazado hace un par de décadas al Elvis latinoamericano (todos recordamos aquel disco homenaje realizado por las figuras del rock), y ahora los millennials tuvieron la chance de conocer la historia y la música de Ricardo Sánchez gracias a la miniserie de Telefé, “Sandro de América”, el primer furor televisivo del año local.

El furor del amor, se ve, no fue solo musical: la tevé y el cine tuvieron mucho que ver con esta remontada heroica del amor en tiempos de cólera, empujando hacia la recuperación de un género fundamental en la historia del romance en el mundo, la comedia romántica.

RENOVACIÓN

El género, para muchos, estaba muerto: protagonistas principales del cine de los 80 y los 90, la crisis de principios de 2000 de la taquilla llevó a los estudios a producir menos películas, más espectaculares, de esas que se aprecian mejor en una pantalla gigante que en la comodidad del living. La comedia romántica, para entonces un género con algunos problemas de repetición de fórmulas, fue la primera víctima del nuevo modelo de negocios (el amor suele sucumbir ante la fría lógica del mundo, por eso los amantes son siempre héroes rebeldes).

Pero este año, Netflix tuvo dos de sus grandes éxitos en comedias románticas: “Nappily ever after”, “Set it up: el plan imperfecto” y “A todos los chicos de los que me enamoré” fueron de lo más comentado en las redes, al punto de que la segunda tiene secuela confirmada. Y mientras tanto, en los cines estallaba “Locamente millonarios”, una de las películas más vistas en Estados Unidos.

Esta última sigue todos los pasos de la convencional comedia romántica, aunque su éxito residió en dar voz a una minoría, los americanos asiáticos, que inundaron las salas chochos de verse representados, de ver héroes con trasfondos y problemáticas con los que pueden identificarse y que, a la vez, son universales.

Allí, quizás, reside la clave de este renacimiento: la comedia romántica ha regresado, pero transformada. Hace dos años “La La Land” narró un romance siglo XXI, con los protagonistas eligiendo su pasión por sobre el amor, rompiendo con la lógica “felices para siempre” y tratando a los vínculos como conexiones del momento, intensas y transformadoras pero no necesariamente duraderas (el mundo, recordemos, conspira contra el amor): fue una especie de punta de lanza de nuevas maneras de narrar el amor desde el mainstream hollywoodense, que hoy incluye en sus comedias románticas nuevos planteos y problemáticas y diferentes etnias y preferencias sexuales.

Y luego de un año en que llegaron a las pantallas “Yo soy Simon”, sobre un romance adolescente gay, otras más convencionales como “Little Italy”, “La boda de mi ex”, “La vida misma” y “Amor de vinilo”, y en que lanzó lanzado su habitual caterva de películas románticas navideñas, la industria prepara para el año que viene “Happiest season”, un romance LGBTQ protagonizada por Kristen Stewart, “What men want”, comedia romántica sobre una agente deportiva cansada de que no la asciendan por ser mujer, y la parodia de las convenciones románticas “Isn’t it romantic”, entre muchas otras. El romance, parece, es un sentimiento inmortal que se dobla pero no se rompe, se remixa, se adapta, muta, pero nunca muere.

 

 

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