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Renacidos y motivadores

Soportaron situaciones límite y resurgieron con una fuerza interna que inspira a los demás. Lejos de bajar los brazos, asumen compromisos sociales y buscan mejorar la vida de personas que atraviesan experiencias similares

Renacidos y motivadores

A Hernán Sachero (derecha) su hermana le donó un riñón y ahora disfruta de una vida plena

Textos: Marisol Ambrosetti - Fotos Dolores Ripoll -gentileza entrevistados

13 de Enero de 2019 | 07:21
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Dicen que uno no sabe valorar lo que tiene hasta que lo pierde. Y dicen, también, que “lo que no te mata, te fortalece”. Algunos lo viven en carne propia y aprenden algo más: que los traumas y sus heridas, una vez que cicatrizan, pueden transformarnos en sabios motivadores y expertos en ayudar.

Con su carismática sonrisa Juana Rodríguez Abadíe (19) cuenta que antes “me hacía problemas porque no tenía ropa, porque un pibe no me daba bola, porque quería cambiar el celular. La vida me dijo ‘eso no es lo importante, lo que importa es la salud, la familia, los amigos’”. En unos meses esta joven platense se convirtió en influencer por su modo de relatar su larga internación, que terminó con la amputación de una de sus piernas. Hoy la siguen más de 80 mil personas en Instagram que la admiran, le hacen preguntas y le piden consejos.

Otro gran motivador es Hernán Sachero (40). Nadie hubiera dicho hace 10 años que ese hombre de 120 kilos, que vivía fumando y tomando cerveza, iba a convertirse en ganador de más de 20 medallas en natación y en un verdadero promotor de la donación de órganos. Ahora es un referente entre los deportistas trasplantados del país. “Él inspira alegría y conciencia de saber disfrutar las segundas oportunidades. Así honra todos los días a su hermana, que fue su donante”, dice María Elena Medina, también trasplantada. Ambos son parte de ADETRA, la Asociación de Deportistas Trasplantados de la República Argentina.

A Axel Sifre (23) todavía le sangra la herida. Su hermano, Rodolfo (18), murió en un accidente de moto en noviembre. Hace unos días, junto a su familia, pintaron un corazón azul en el asfalto de avenida 13 entre 603 y 604, justo donde “Rodol” falleció en el acto tras ser embestido por un auto. “Decidimos acercarnos a la ONG Corazones Azules, que se ocupa de la prevención y de la educación vial para hacer este homenaje y para que dejen su mensaje en mi barrio; queremos evitar más vidas perdidas y familias rotas”.

Lo peor que me pasó. Juana llegó hace unos días de Río de Janeiro. Bronceada y sonriente se acomoda en la cocina de su casa para contar, por enésima vez, cómo le cambió la vida, el 11 de febrero del año pasado: “Ese día había corrido bastante y me fui a mi pieza a ver una película, me quedé dormida sentada, como en cuclillas, y me desperté muy dolorida y confusa, con las piernas hinchadas, no podía caminar”. En ese estado la encontró su mamá, Mariana Abadíe, y la llevó de inmediato a la guardia del hospital Italiano”. Lo que no sabían entonces era que Juana no volvería a casa hasta dos meses después.

Le diagnosticaron rabdomiolisis, una enfermedad que provoca la ruptura masiva de los músculos y la liberación a la sangre de diversas sustancias. En su caso, el motivo sigue siendo un misterio, aunque muchas veces se produce por sobreexigencia física. La rabdomiolisis le acarreó una falla renal que la llevó a diálisis. “Para drenar el líquido de mis piernas tuvieron que hacerme esto que se llama fasciotomía”, dice y muestra una cicatriz larga, que recorre todo el lateral de su pantorrilla derecha. Lo cuenta con detalles en su primer video de YouTube, que ya tiene más de 126 mil reproducciones. “Me lo preguntaron tantas veces que hice un video”.

Tuvo que entrar al quirófano en 14 oportunidades para que le hagan “toilettes quirúrgicas”, imprescindibles para limpiar las fasciotomías. Pero algo más empeoró la situación: una infección en la pierna derecha puso a los médicos en alerta. El riesgo de septicemia era tal que “nos explicaron que era la pierna o la vida”, recuerda su mamá.

Después de 15 días en coma farmacológico, sedada con potentes anestésicos, abrió los ojos y distinguió las caras de sus padres. También del traumatólogo Joaquín Ponce, que la atendió desde el primer día. “Mi médico me lo contó todo como un cuento; me hizo un resumen de lo que me había pasado y al final me dijo que habían tenido que amputarme la pierna porque era eso o mi vida”, recuerda Juana y se ríe de que su primera pregunta haya sido “¿Y ahora cómo hago para ir al gimnasio?”.

A los 30 años Hernán Sachero pesaba 110 kilos, porque “además de comer muy mal fumaba, tomaba alcohol y vivía de noche, pero empecé a sentir un malestar físico y no me quedó otra que ir al médico”. Una insuficiencia renal crónica terminal lo puso entre la espada y la pared: diálisis o un trasplante. Esas eran las únicas opciones para seguir vivo.

“Al principio pensé que me iba a morir, hasta que conocí a mi médico, Eduardo Margiora que me dio información y me dijo que podíamos hacer un trasplante con un familiar”. Para operarse faltaba tiempo y esfuerzo: tenía que cambiar drásticamente su estilo de vida, bajar de peso, dejar de fumar y de beber alcohol y encontrar un donante compatible.

Tres años después del diagnóstico, su hermana Vanina dejó al cuidado de su marido a su hija de tres meses, y entró al quirófano junto a Hernán para donarle un riñón. “Nunca pensé en bajar los brazos por ella, que me salvó, y porque tuve mucha gente al lado: mi familia, mi compañera Natalia, mis amigos, todos ayudaron a que me vida dé un giro de 360 grados, hoy soy otro”, dice a pocos días de cumplir sus 40.

Para Axel Sifre (24) el peor día de su vida fue el 16 de noviembre pasado, hace menos de dos meses. “Rodol”, su hermano más chico, había ido al cumpleaños de una amiga. Decidió volver temprano porque al otro día tenía que madrugar para ayudar a su papá Ricardo en el reparto de pan.

Pasadas las 11 de la noche el padre irrumpió en su casa, se tiró al piso y llorando gritó “está frío, está frío”. “Quería decir que mi hermano estaba muerto”, explica ahora Axel. Su papá lo había encontrado de casualidad tendido sobre el asfalto, a pocas cuadras de su casa de barrio Aeropuerto. Yacía al lado de su moto, minutos después de que un auto lo embistiera. Axel asegura que “en ese momento se me vino el mundo abajo literal, nunca sentí tanto dolor en el corazón”.

Sin embargo, a los pocos días, tomó fuerzas, se contactó con Pedro Perrotta, titular Corazones azules, una ONG que se ocupa de hacer educación vial, y se puso en campaña para hacerle un homenaje y “una casita” a su hermano junto con sus amigos, a metros del lugar del choque.

Ahora soy mejor. En su descripción de Instagram, Juana Rodríguez Abadíe dice: “Ser feliz es una decisión y rendirse no es una opción”. Así se presenta aunque reconoce que al principio, cuando salió de la internación estuvo muy triste. “Los primeros días fueron los más difíciles, después me dije ‘Me amputaron una pierna, la pierna no va a crecer, así que busquémosle una vuelta’”.

Empezó rehabilitación y con la ayuda de sus papás consiguió que IOMA le dé una prótesis con la que pronto espera volver a caminar. “A mí me sirvió mucho conocer a otras personas que habían pasado por lo mismo y que hoy tienen una vida plena”, cuenta y pide especial mención de Leandro Román, también amputado, profesor de educación física y dueño del gimnasio al que Juana va religiosamente.

Por eso, cada vez que en las redes la consultan por casos similares no duda en dar aliento. Además, está muy interesada en crear una organización que facilite el acceso a prótesis, sillas de ruedas y muletas, y en hacer propuestas para que la ciudad sea más inclusiva. Tanto insistió en la necesidad de rampas, veredas en condiciones y transporte accesible, que logró una audiencia con el intendente Julio Garro. “Vamos a ver qué pasa”, dice ahora expectante, e insiste en que “no es sólo por mí, es por todas las demás personas que están en una situación de discapacidad”.

A Axel y su familia la tragedia reciente todavía los mantiene perplejos. “Lo vamos procesando día a día, yo laburo con mi viejo como hacía mi hermano, mi mamá se levanta todos los días. La vida sigue me dijeron mis viejos, y aunque cueste, esa es la verdad”. Proyecta seguir colaborando con la prevención y con la educación vial “para que no le pase a nadie más”, y a los que transitan por lo mismo los alienta a seguir adelante “porque siempre hay gente alrededor por la que vale la pena seguir”.

Después de largos meses de recuperación, Sachero volvió a la vida con un sentimiento de gratitud que desconocía. Se sumó al trabajo del CUCAIBA, el centro provincial que se ocupa de las campañas para lograr que cada vez más personas sean donantes. También comenzó a entrenar como nunca antes y a motivar a otros trasplantados para que hagan deportes. Fue uno de los representantes del país en tres Juegos Mundiales de Trasplantados: los de Durban, Mar del Plata y España, donde ganó un total de 13 medallas en natación.

“Estoy seguro de que mi vida ahora es mejor: no sólo tengo salud, tengo mejor humor, me siento más fuerte, más extrovertido y con ganas de vivir, soy una persona más informada y más equilibrada”, asegura Hernán.

Los papás de Juana, Mariana Abadíe y Manuel Rodríguez coinciden en que su hija siempre tuvo carácter y personalidad, pero ahora es distinta: “Esa fuerza arrolladora y positiva que le nació no la tenía, es evidente que eso lo templó y lo forjó la situación límite que tuvo que enfrentar, nos tiene sorprendidos”.

 

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A Hernán Sachero (derecha) su hermana le donó un riñón y ahora disfruta de una vida plena

Juana Rodríguez Abadíe perdió una pierna pero no las ganas de luchar y ayudar a los demás

A la izquierda Rodolfo, fallecido en un choque hace menos de dos meses, y su hermano Axel, que ahora colabora en la prevención de incidentes viales

El acto que hizo la familia de Rodolfo Sifre en 13, 603 y 604: pintaron un corazón azul en el asfalto, justo donde falleció el joven

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