“La Guarida del Lobo”, un sigiloso western patagónico con perros y samurai

En un valle nevado del sur del país, Toco, un viejo montañés encuentra a un hombre, tirado a la vera del camino. ¿Quién es ese hombre? ¿Qué hace allí? ¿Huye? El misterio rodea a ambos protagonistas de “La Guarida del Lobo”, nueva cinta de Alex Tossenberger protagonizada por José Luis Gioia y Gastón Pauls, que se estrenó esta semana en cines porteños.

Tossenberger vuelve a filmar en inhóspitos parajes, como ya es costumbre en su carrera: realizó documentales en Antártida y ya había filmado en Tierra del Fuego, escenario de este western patagónico de deslumbrantes y abrumadores paisajes, un nuevo trabajo de ficción del cineasta que comenzó a meterse en el terreno  de lo ficticio en 2007 y cuenta con varios títulos premiados, como “Gigantes de Valdes” y “QTH”.

“Ya habíamos filmado en la región y en otras partes de la Patagonia: solemos escribir historias a partir de conocer lugares y personajes, y la Patagonia se ofrece muchísimo”, explica la génesis de “La guarida del lobo” el realizador, quien decidió que aquel valle sería el hogar del filme tras encontrar ese “lugar increíble, donde los perros formaban parte de esa historia, y se fue construyendo desde ahí la ficción. Pero personajes como los que están en la película se suelen encontrar, gente aislada, muy especial, personajes muy ricos”.

Los mencionados perros son una clave de la ficción: el enigmático personaje de Pauls se deslumbra luego de que Toco lo lleva en trineo, y se decide a aprender el oficio. Los actores tuvieron que darse maña con los trineos y los perros, claro.

En esa permanencia extendida de Pauls en el valle, encontrará que aún allí el peligro acecha: un hombre (Víctor Laplace) quiere comprar aquellas hectáreas de Toco para explotar sus riquezas, pero el montañés no quiere. Lo que deviene en ese mundo de silencios nevados y hombres de pocas palabras es una creciente tensión debajo de la blanca superficie, que amenaza cada minuto con el estallido final.

Es que, dice Tossenberger, la Patagonia tiene “historias y una estética muy particular”, pero “no es solo un mero marco”. “La Patagonia tiene mucho de western, en su historia geográfica, política”, explica el realizador, en referencia a la “contante” pero “sigilosa” llegada de la civilización a esos parajes, en busca de explotarlos, “mientras las comunidades tratan de coexistir”. La vieja dicotomía: el hombre moderno quiere conquistar a la naturaleza, pero no siempre fue así.

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Esa forma de vida defiende Toco desde su valle, como defendía Yukio Mishima, citado en el filme por su visión sobre el progreso en Japón y también su noción del honor de los guerreros samurái, dispuestos a dar la vida por la causa. Mishima llega a Tierra del Fuego cortesía de Pauls: su personaje, en busca de su propia causa, es lector.

Pero Tossenberger explica que el gesto de Mishima y Toco “no es por tradición conservadora, sino por defender los valores de una cultura”. Es que, afirma, “cada lugar tiene su propia producción cultural, que se manifiesta a través de las personas”.