Flor Torrente: “La gente puede decir lo que quiera, yo hago lo que me hace feliz”

Flor Torrente exploró durante años su veta artística, pero, adepta al perfil bajo, se mantuvo hasta hace algunas temporadas al margen de las grandes luminarias del mundo del espectáculo. Hasta que de repente, la carrera pública de la hija de Araceli González estalló: consolidada ya su exitosa marca, Helicia, la morocha ex modelo y actriz sumó créditos en cine a su trabajo televisivo, condujo su propio programa, brilla en teatro, se metió en el “Bailando”, con la exposición que conlleva, y logró su primer protagónico en cine, “Cuando dejes de quererme”, rodada en el exterior y estrenada el jueves en algunas salas locales. Todo, en un par de temporadas.

“Todo tiene que ver con no ponerle paredes a la vida, estar abierta a que sucedan cosas lindas aunque en el medio todo no es maravilloso. Pero que, dentro de la imperfección, todo sea maravilloso”, explica en diálogo con EL DIA la polifacética artista, que comenzó su carrera muy joven como modelo. “No era lo que quería hacer para toda mi vida. Son pasos”, dice hoy la actriz. “Mi sueño nunca fue ser modelo, fue mi primer paso para poder ir hacia donde quería ir”.

Con aquel dinero, Flor viajó a Estados Unidos, estudió música en la prestigiosa escuela de Berklee y, en aquel ámbito artístico, se dedicó además a explorar otras inquietudes. “Cuando me fui afuera a estudiar, me gustaba el arte en general: no sabía que quería ser actriz a los 18, me gustaba pintar, me gustaba la música, la fotografía, el cine... Todo lo que me incentivaba a explorar era arte: hice cursos de todo, todos los días hacía algo diferente, tenía todos los horarios ocupados. Sentía que la única manera que podía entender todo lo que quería hacer, era haciéndolo”, revela.

En ese camino de búsquedas, Torrente terminaría dándose cuenta que “esto me encanta, pero por ahí no me quiero dedicar a esto toda la vida”, una realización que terminó por definir su filosofía de vida. “Para mí las cosas no son para toda la vida. Para mi son instantes, uno va mutando, no piensa lo mismo hoy que hace tres años. Mi filosofía es hacer lo que tenga ganas de hacer cuando tengo ganas de hacerlo, con verdad, amor y trabajo, y que la vida me vaya encontrando con diferentes cosas”.

EL PROTAGÓNICO

Con esa mentalidad experimental, Torrente condujo el año pasado un programa de viajes en Telefé, “Hashtag Viajeros”, y fue anfitriona de un varieté de María Elena Walsh en el Colón, cosas que “nunca me hubiera imaginado”.

En ese camino de búsqueda, un día le llegó a Flor, que también hace teatro (gira con “Mentiras Inteligentes”) la oportunidad de protagonizar una película internacional, “Cuando dejes de quererme”, rodada en España.

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“Me encanta hacer cine, tiene una sensibilidad, un detalle y una delicadeza, que no tiene la tevé ni el teatro: cada uno tiene su encanto, pero son diferentes, el teatro es mediato pero hay una distancia; en el cine el público está pegado a tu cara, a la situación, cada movimiento tiene que ser muy delicado y natural, es un desafío muy grande”, dice la actriz que cuenta en su currículum con dos créditos, “Soldado argentino solo conocido por Dios” e “Hipersomnia” (y se encuentra en posproducción otro filme, “Sola”), y que en su tercer trabajo ya le llegó una propuesta del exterior.

Todo fue “una vorágine, hermosa pero muy loca”, cuenta. “Me avisaron que tenía que ir a un casting, que era un protagónico y que era en España. Fui lo hice, y al otro día me dijeron que estaba seleccionada”. A los tres días, ya estaba en viaje hacia el País Vasco, hacia San Sebastián, donde se rodó el filme de Igor Legarreta que narra la historia de Laura (Torrente), una joven que vive en Buenos Aires con su padrastro Fredo (Eduardo Blanco) y que un día recibe un llamado de España: el cuerpo de su padre ha sido encontrado bajo tierra en un bosque cercano. Las pruebas forenses son claras: Félix Careaga murió hace más de 30 años asesinado de un disparo en la nuca. Laura decide regresar, enterrar a su padre y cumplir el último deseo de su madre: esparcir sus cenizas en su tierra natal.

Torrente llegó días después del casting a San Sebastián, sin guion, y en los ensayos comenzó a descubrir a Laura “en su tierra”. “A mi me pasaba lo que le pasaba a Laura, mi familia es española y yo estaba en mi tierra pero no me sentía en mi tierra, me sentía desarraiga de lo es mi historia: empecé a construir el personaje desde ahí, desde su raíz sin ser su raíz”, revela la actriz.

“Para mí las cosas no son para toda la vida. Son instantes, uno va mutando, no piensa lo mismo hoy que hace tres años. Mi filosofía es hacer lo que tenga ganas de hacer cuando tengo ganas de hacerlo”

EL “BAILANDO”

Torrente ya es modelo, empresaria, actriz. Artista multifacética que ahora explora el baile, algo que, reconoce, no estaba en sus planes en sus días de baja exposición mediática: el “Bailando” la tiene hoy como protagonista, con el escenario listo para que se cruce con Griselda Siciliani y diriman sus diferencias en torno a Fabián Mazzei, actual pareja de mamá Araceli.

Torrente llegó a la pista de Marce para honrar a su abuela Rosa, bailarina que murió el año pasado. “En el último tiempo algo que me conectaba con ella eran las ganas de bailar. Lo venía haciendo desde mucho tiempo antes, como que sentía ganas de bailar. Entonces surgió esto y dije: ‘¿por qué no?’”, revela.

“Las cosas suceden cuando tienen que suceder”, dice en ese sentido. “Nada es casual, todo es causalidad. Como dijo Steve Jobs en su discurso, la vida es conectar puntos, una cosa te va llevando a otra: si yo no hubiese estudiado teoría del color, o no me hubiera interesado todo el día por la moda, no sé si tendría mi empresa. Si no me hubiera interesado por lo musical y la expresión corporal, quizás no hubiera llegado al ‘Bailando’”.

Claro que estar en ese caliente escenario implica habladurías, críticas en las redes, otro nivel de exposición. “Hija de”, repiten algunos ácidos tuiteros, que recientemente la criticaron por su look vintage en la mesa de Mirtha. Pero ella dice que poco le importa y que el apellido no le pesa: “Las cargas son externas, los pesos son externos: uno tiene que trascender estas cosas. Yo nací en este medio. La gente puede decir lo que quiera, pero ¿es feliz criticando a los demás? Yo hago lo que quiero y lo que me hace feliz: mientras haga lo que me hace feliz, y no moleste ni dañe a nadie, para mi es por ahí. Siempre va a haber gente que le va a gustar y gente que no. ¿Pero por eso voy a dejar de hacer algo? ¡No! La vida es una sola y hay que disfrutarla”.

Una filosofía que adoptó tras un año de trabajo pesado que la llevó, incluso, a tener ataques de pánico: Flor consiguió domar esa ansiedad con meditación, y se reubicó en su eje. Una fuerza y un impulso de explorar y seguir adelante que, afirma, por un lado, “es algo personal: vivir en búsqueda no lo heredé. Pero, por otro, dice que Araceli, cuenta, “me dio muchas herramientas, me abrió las puertas para que desde mi lugar haga lo que tuviera ganas de hacer”.

“Siendo madre, con las inseguridades que puede tener un padre, me decía ‘nena, pero no podés hacer todo’. Y yo quería hacer todo, era la única manera de saber si realmente quería algo”, se ríe.