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Séptimo Día |MARIO BUNGE: EL QUE BUSCÓ ALUMBRAR A LA HUMANIDAD

“Debiera haber escuelas para todas las edades”

El sabio argentino que falleció a los 100 años de edad en Canadá. Era considerado uno de los filósofos más importantes y famosos de los últimos dos siglos. Su relación con La Plata. Testimonio del profesor platense Gustavo Romero

“Debiera haber escuelas para todas las edades”

Mario Bunge recibió numerosas distinciones a lo largo de su vida / Web

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

15 de Marzo de 2020 | 07:33
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“¿Qué pienso sobre la educación? En primer lugar, que empieza al nacer, y que debiera continuar toda la vida. O sea, debiera haber escuelas para todas las edades. Segundo, que no debiera ser libresca ni memorista, como suele serlo en Latinoamérica: debiera incluir ciencias y manualidades, empezando por la cocina, y debiera fomentar la búsqueda, la reflexión y la discusión. Tercero, debiera ser gratuita, como ya lo es en nuestros países, pero en el caso de las profesiones liberales lucrativas debiera ser paga, para pagar laboratorios y talleres, así como un profesorado muy competente. Cuarto, debiera ser laica, como lo exige la ley 1420. Esto no equivale a prohibir la educación religiosa, sino a confinarla a las religiosas sostenidas por iglesias. Quinto, debiera dárseles preferencia a los docentes que investigan (o investigadores que enseñan)”

Tales consideraciones corresponden a Mario Bunge y fueron formuladas recientemente, en una entrevista periodística publicada en un diario metropolitano. Filósofo, físico y epistemólogo argentino, fallecido hace pocas jornadas en Canadá a los cien años de edad, Bunge residía en Montreal desde 1996 y vino al país pocas veces desde que se exilió junto a otros intelectuales perseguidos por el gobierno militar de Juan Carlos Onganía. A esa migración se la llamó “fuga de cerebros” y no fue la última. Bunge fue distinguido a lo largo de su vida con 28 doctorados honoris causa y cuatro profesorados honorarios por universidades de las Américas y Europa.

Nacido en Buenos Aires, era hijo de Alejandro Bunge –médico y diputado socialista- y de María Müser, de nacionalidad alemana. Cursó estudios en las universidades nacionales de Buenos Aires y La Plata –ciudad en la que tuvo amigos a quienes recordó- y se casó dos veces: tuvo dos hijos argentinos su primera esposa, Carlos (físico, nacido en 1941) y Mario A. J. (matemático, nacido en 1943), y dos canadienses, Eric R. (arquitecto, nacido en 1967) y Silvia A. (profesora de neurociencia cognitiva en la Universidad de California en Berkeley, nacida en 1973),​ concebidos estos últimos de su unión con la matemática Marta Irene Cavallo, nacida en 1938.

Bunge fue miembro de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia desde 1984 y de la Royal Society of Canada desde 1992. En 1982 fue galardonado con el premio Príncipe de Asturias; en 1986 con el Premio Konex en la disciplina “Lógica y Teoría de la Ciencia”; en 2009 el Guggenheim Fellowship;​ en 2014 fue galardonado con el premio Ludwig von Bertalanffy en Complexity Thinking, y en 2016 recibió su segundo Premio Konex, esta vez en el campo de “Lógica y Filosofía de la Ciencia”.

En las guías universales figura entre los diez principales pensadores de la actualidad. En el Hall de la Fama de la Ciencia se lo incluyó entre los científicos más importantes de los últimos dos siglos y se lo definió así: “Uno de los filósofos vivos más importantes del mundo”. Aquí correspondería reflexionar, por la escasa repercusión pública que tuvo en la Argentina, acerca de la vigencia del aforismo “nadie es profeta en su tierra”.

Bunge fue también un hombre notablemente lúcido y, a la vez, un representante en la Argentina del positivismo, definiéndose al positivismo o filosofía positiva, tal como lo hacen los manuales, como una corriente filosófica que afirma que el único conocimiento auténtico es el conocimiento científico y que tal conocimiento solo puede surgir del método científico, siendo el ejemplo ideal las ciencias físicas que triunfan claramente en el dominio de la naturaleza y en las aplicaciones técnicas que de ella se derivan.

Fue también una personalidad intransigente, notablemente crítica al expresar sus posturas contrarias, por ejemplo, a las pseudociencias: Bunge fustigó a la homeopatía, a la praxeología, a corrientes filosóficas como el existencialismo – es una «doctrina sombría que no sirve para pensar ni para hacer otra cosa que no sea deprimirse, destruir o destruirse”- , a la fenomenología, al posmodernismo, al feminismo filosófico o académico.

Decenas de libros y centenares de artículos fueron escritos por Mario Bunge, de modo que sería imposible nombrarlos a todos. Entre los primeros podría mencionarse a ¿Tiene porvenir el socialismo? (2013); Filosofía para médicos (2012); Diálogos urticantes (2012); Filosofía de la Tecnología (2012); Tratado de filosofía (2012); Las pseudociencias, ¡vaya timo! (2010). Filosofía política (2009), Democracia integral (2009) ; El libro para pensar y discutir en el café (2006); A la caza de la realidad (2005), entre muchos otros que escribió desde 1943 y cuya mayoría fue editada en España, en Alemania o los Estados Unidos y en otros países en donde fue a enseñar.

Casi como un Quijote batalló contra el marxismo, el internalismo, el externalismo, contra la cosmología creacionista, contra la sociobiología, contra la economía neoclásica, embistió contra el psicoanálisis y la parapsicología, atacó a la medicina tradicional o a la medicina holística, entre otros muchos blancos sobre los que disparó.

Bunge fue antiperonista, aunque cifró el actual fracaso de la Argentina en el golpe militar del 30 que abatió a Hipólito Yrigoyen. “Desde 1930 la Argentina se ha especializado en enriquecer la cultura de otros países y en descuidar la propia”. Así se expresó hace poco tiempo en la entrevista que Alfredo Serra le hizo para Infobae. El periodista lo indagó: “Algunos sostienen que cuando un movimiento político se convierte en una religión, todo está perdido. ¿Es el caso de la Argentina y el peronismo?”. Bunge consideró que sí, “porque la religión no es razonamiento, es fe. Se cree o no se cree. No hay el menor rigor de pensamiento”. El resultado, concluye, “está a la vista. El Partido Socialista fracasó. Todos los partidos fracasaron. Todo fue aplastado por el peronismo. Un largo golpear de bombo sin pensar… Pero no se asombre. Algo parecido está pasando en los Estados Unidos de Trump”.

Sin embargo, Bunge no se quedó en el pesimismo. Buscó siempre salidas. Y dijo esto poco antes de morir: “Hay algo muy notable de los argentinos y es la curiosidad. El hecho de que los especialistas se interesan por cuestiones universales. Recuerdo que a un amigo profesor en Estados Unidos le preguntaron de dónde le había venido la afición por la filosofía y contó que mientras estaba en la sala de espera de un dentista en Buenos Aires, encontró un ejemplar de la Crítica de la razón pura, de Kant y lo empezó a leer. En ninguna sala de espera del mundo uno va a encontrar a Kant”.

DOS AMIGOS EN LA PLATA

Perseguidor de la verdad, acérrimo defensor de las ciencias duras, Bunge estudió en la Universidad de La Plata (donde luego titularía una cátedra) y fue alumno de física de Ernesto Sábato, entonces un promisorio científico. Sin embargo, mucho tiempo después, Bunge se distanció de Sábato y lo declaró “enemigo de la ciencia”, no perdonándole su traspaso a un espíritu religioso y, si se quiere, a un modus vivendi errático como el literario.

“Sábato fue mi profesor. Entonces era amigo de la ciencia. Pero no tuvo la suerte de tener un mentor que le enseñara el valor de la investigación. Era un buen tipo pero muy confuso. Empezó como marxista y terminó como antimarxista y anticientífico, a creer en fantasmas, en la parapsicología. Un tipo sensible, inteligente, que en otro ambiente hubiera sido distinto”, cuestionándole luego el pesimismo que imprimió a su literatura.

Se ha dicho que la obra de Bunge no se estudia en el país –de los ocho volúmenes de su Tratado de Filosofía sólo se tradujeron al castellano la mitad- y, sin embargo, se esmeró en aclarar: “Sólo hay un grupo de físicos platenses –entre ellos Héctor Vucetich y Gustavo Romero- que han seguido mis enseñanzas”.

Romero –investigador superior del Conicet, director del Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR), profesor of Relativistic Astrophysics en la facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la UNLP e integrante del Grupo de Astrofísica Relativista y Radioastronomía (GARRA)- dice ahora que tuvo la suerte de conocer personalmente por 30 años a Bunge: “Ambos nos formamos en física en la UNLP y ambos amamos la filosofía. Para mi Mario siempre será un modelo de inspiración: por su fuerza, su honestidad intelectual, la vastedad de su conocimiento, su generosidad”.

Añadió Romero que Bunge “siempre estuvo dispuesto a ayudar a los que se le acercaban con alguna duda, pregunta o en busca de guía. Y siempre fue implacable con el charlatanismo y la pseudociencia, porque consideraba que causan daño y sufrimiento, retrasan el progreso, y hacen de los seres humanos objetos a ser utilizados. Siempre fue un progresista, pero en el verdadero sentido de la palabra. Fue un justo y un valiente. En una época en que los filósofos se concentran en trabajillos minúsculos para mantenerse en la academia o que sólo repasan lo que otros pensaron hace mucho tiempo, Mario creó un sistema original de filosofía: rico, compresivo, coherente con la ciencia de nuestro tiempo, y perfectible. Siempre priorizó la ética, a la que dedicó el último volumen de su tratado”.

“Lo traté hasta el final –dijo el profesor Romero- pero la última vez que lo vi fue cuando vino al país en 2015 para participar de un congreso que organicé en su honor. Sería su último viaje al país. Allí, le dimos, emocionados, un recuerdo de agradecimiento por todo lo que nos brindó…En un país en el que predomina el odio fanático al mérito y la originalidad, Mario Bunge no es festejado en facultades de filosofía. Pero, por más que traten de tapar su legado para seguir con viejas fórmulas, fue nuestro más grande filósofo. Su amor al conocimiento y la verdad me acompañarán hasta el final. He seguido trabajando en filosofía, y espero ser digno de continuar al menos con algunos de sus grandes temas pendientes. Y enseñar su ejemplo a mis alumnos y colegas. Sé que hemos perdido a uno de los más grandes pensadores que dio este país ingrato. A un ilustrado, un humanista, a un perfecto caballero. Y yo a un amigo único”.

Poco antes de morir, Bunge dejó este mensaje: “Yo no creo en la libertad sin igualdad ni fraternidad. La revolución francesa la pegó, los tres van juntos. Si subraya la libertad, lleva al desinterés por el bien social; si subraya la igualdad, disminuye la responsabilidad, la iniciativa y el liderazgo individual, y si subraya la fraternidad, está predicando que los zorros confraternicen con las gallinas, y eso no es posible. Las tres cosas juntas, sí. Lo mismo pasa con la educación, no basta con clamar por mejores escuelas, los chicos tienen que ir sanos e integrar familias en las que por lo menos un miembro trabaje. Trabajo, educación y salud van juntos. Los valores siempre se dan en paquetes, no funcionan individualmente. La visión sistémica es el componente esencial de mi filosofía”.

 

 

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