“The Crown” sabe combinar la historia, la intimidad, la fluidez narrativa y calidad
Edición Impresa | 8 de Marzo de 2020 | 07:54

Por ALEJANDRO CASTAÑEDA
THE CROWN.- La creación de Peter Morgan tiene más de un hallazgo. A lo largo de todas sus temporadas, se ha asomado con mucho cuidado, evitando efectismos y falsos fuegos artificiales, a la vida en el palacio Buckingham, a sus oropeles y sus debilidades, a sus intrigas y sobre todo a la descripción de quienes la habitan. Muy bien escrita y rodeada de efectos y detalles que le dan brillo y consistencia, “The Crown” brilla con luz propia por la calidad de sus diálogos y la habilidad para saber combinar la historia, la telenovela, el drama de época y las intrigas palaciegas, bajo una textura cinematográfica de calidad que a veces necesita de los grandes sucesos mundiales y otras veces organiza su relato en torno a los pequeños detalles.
Para muchos, el gran acierto de la serie es convertir sus defectos en rasgos de estilo. No se demora demasiado en ningún tema, más allá de la real importancia que tengan. Es una serie que ha hecho de la austeridad y de la claridad expositiva, un rasgo de estilo. Y que en lugar de acudir a los aspectos más elocuentes, más escandalosos y vendedores, ha sostenido el relato por la riqueza de sus observaciones, el talento de su elenco actoral y su mirada, -prudente, sardónica y respetuosa- que cada tanto se permite volver sus propios pasos para revisar la esencia de una tradición que pone a prueba constantemente la mejor forma de no estar y seguir reinando, de callar y ser escuchada, de enseñar que siempre hay contenido debajo sus buenos modales.
“The Crown” no pretende alzarse como un documento rigurosos, ni mucho menos. Se limita a aprovecha los grandes momentos del escenario mundial para dar un paseo por la historia exaltando las convenciones del cine de ficción. Es la producción más costosa de Netflix y se nota. Hay mucho cuidado a la hora de encontrar locaciones, nombres, fechas y sucesos que se puedan entrelazar de manera muy fluida y muy lograda con las alternativas de un relato que va de la intimidad al pincelazo, sin molestar ni a los espectadores ni a la narración.
El guión de Morgan es inspirado y consistente y tiene matices y la profundidad suficiente para ganar el interés de un espectador que nunca es confundido por un exceso de información, que no juega con saltos de tiempo ni con atajos imposibles, que se las ingenia para mostrar, debajo de tanta fastuosidad y tantos lujos, el vació existencial, la soledad y las dudas de esos personajes que deambulan por sus palacios como deambulan por la historia, atados más al sentido del deber que a sus deseos.
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