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Espectáculos |LOS TIEMPOS DE CORONAVIRUS

El rito: qué se gana y qué se pierde en la era de los recitales por streaming

La cuarentena obliga a los melómanos a reemplazar la transpiración del show en vivo por la frialdad de la pantalla. Sin embargo, no solo es la única alternativa posible, sino que quizás encierre algunos beneficios

El rito: qué se gana y qué se pierde en la era de los recitales por streaming

El Mató a un Policía Motorizado, en el Quilmes Rock, el sábado / Youtube

11 de Mayo de 2020 | 05:53
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Durante dos noches, volvió el Quilmes Rock: casi un millón de personas vivió el fin de semana el regreso del mítico festival en formato virtual, aunque con una grilla lujosa, reunida por una causa solidaria, que incluyó a Gustavo Santaolalla, Circo, Las Pelotas, Babasónicos, Dante Spinetta, Miranda!, Attaque, Eruca, Marilina Bertoldi, Ratones Paranoicos, Bersuit y nuestros El Mató.

Una reunión de ilustres, que incluyó homenajes a Charly y Cerati y que marcó el pico de calidad y audiencia para un festival virtual de cuarentena: los músicos fueron los primeros en reaccionar a la situación de encierro y desde los primeros días en que se decretó la obligación de quedarse en casa se lanzaron a las redes para compartir música, como se pudiera. Incluso, el mismo día en que se anunciaba el cierre de las salas en el marco de la pandemia de coronavirus, Juana Molina, que tenía programado un show, armó un estudio caserito en su casa y montó uno de los primeros espectáculos pandémicos. El primero de muchos.

Desde aquel comienzo, los artistas y festivales han afinado las transmisiones, pregrabando los temas para evitar problemas de conexión y modificando las puestas de la típica “pantalla partida” de cualquier videollamada a algo un poquito más elaborado, jugando con las limitaciones, como ayer ensayó el Quilmes Rock.

“En lo virtual se pierde ese encuentro”, dice el académico Guillermo Quiña

 

Y el público, necesitado de esparcimiento y contacto con sus músicos preferidos, ha respondido al llamado constante de los artistas: en este último mes y medio ofrecieron shows virtuales Fito Páez, Fabiana Cantilo, Los Pericos, Pedro Aznar, Antonio Birabent, Iván Noble, Abel Pintos, Lali Espósito, Chango Spasiuk y una extensa lista de festivales como el local Antídoto, Indieheads (Estados Unidos), Sofa Festival (Francia), United We Stream (Berlín) o Defected Virtual Festival (Inglaterra), entre más.

Pero, desde ya, no es lo mismo que estar en un recital, rodeado de calor humano mientras, en la oscuridad, las ondas sónicas atraviesa el alma. “Lo esencial del recital es formar parte con la banda, estar lo más cerca posible, encontrar elementos que no estaban en los discos, modificaciones de temas... la idea es estar todos reunidos en el mismo lugar y formar parte de una misma cosa”, afirma al respecto Gustavo Varela, filósofo, docente universitario y músico.

Y Guillermo Quiña, doctor en Ciencias Sociales e investigador de Conicet, concuerda: “Hay algo que exige la presencia compartida en un determinado espacio y tiene que ver con las emociones que históricamente motivaron el recital, pero no por cuáles son las emociones sino por lo importante que es estar presente en un espacio donde circulan emociones de todo tipo; la música se escucha diferente, se respira otro aire, esa es una dimensión de lo sensorial que dudo desaparezca. En lo virtual se pierde ese encuentro, la potencialidad de su construcción. Pero se gana la posibilidad de ser escuchado en amplitud y de conocer nuevas canciones”.

Varela concuerda en que esta “democratización” que aporta desde su nacimiento el streaming, hoy exacerbada porque es la única manera que tiene el público de consumir música, es un punto positivo del momento: “El streaming es el único modo que tienen muchos artistas de inventar su propio recital”.

“La modalidad streaming tiende a reconstruir esa escena de tiempos no tan lejanos, pero distantes en el ánimo, y se amplifican en las prácticas musicales en las que el baile adquiere centralidad. Los eventos virtuales giran alrededor de la posibilidad de volver presente y tangible aquello que se vivía en el mundo concreto. En ese sentido, son como la invocación de un espíritu”, suma la magíster en Antropología Social y doctoranda Guadalupe Gallo.

BAILANDO EN CASA

Para Gallo “se notan porosidades y simultaneidades entre formas nuevas y tradicionales de acercarse a la música y al baile. Si en este contexto, estos usos de la virtualidad se esfuerzan por reponer lo presencial, lo compartido y lo colectivo, también se resignifica la actividad solitaria con que realizábamos el consumo musical en nuestras casas”.

“Creo que ‘se ganó’ con la redefinición creativa para incorporar las prácticas de baile en los espacios domésticos, instalando una idea antes desestimada. El baile en soledad y a distancia deja de oponerse al formar parte de un colectivo, participar de un mismo evento conjunto”, analiza Gallo, aunque afirma que es importante señalar que el conocimiento y dinero necesarios para ser parte de la fiesta no están al alcance de todos.

De hecho, muchos artistas y técnicos de la industria atraviesan momentos complicados ante la falta de shows en vivo, motivo por el cual el emblemático Richard Coleman accedió a participar del Quilmes Rock junto a su banda El Trans-Siberian Express, aunque no le guste el recital por streaming: el festival es a beneficio de los asistentes de los artistas que no tienen posibilidad de trabajar ante la suspensión de shows en vivo.

“La verdad que no me gusta esta onda de gente que toca desde su cocina con la guitarra. Para mí, hay un componente de narcisismo muy alto en eso. Las herramientas de comunicación social se han transformado en un culto al narcisismo peligrosísimo. Yo le escapo a eso porque suena mal, se corta y no suma nada al proyecto artístico”, expresa el músico. “Si un tipo es bueno grabando y montando un personaje, ¿por qué sacar ese misterio y mostrar el talón de Aquiles? No te hace más cercano a tu público. Definitivamente, se perjudica el misterio del artista”.

LA SALIDA DEL FINDE

Sin misterio ni mística, los recitales por streaming, opina Gallo, sí tienen algo que aportar en este momento pandémico: “Por esta vía recuperamos las figuras de las citas con otros y la salida de fin de semana”, asegura, lanzando que “los recitales tradicionales tienen una dimensión constitutiva de contacto que no va a poder ser reemplazada por el espacio virtual, aunque existirá un desarrollo cada vez más importante de recitales por streaming. Como pasó con las aplicaciones sexoafectivas (Tinder, Happn) tiempo antes de la pandemia”.

¿El streaming llegó entonces para quedarse, como una alternativa al vivo? Explican los especialistas que lo más probable es que se instale la modalidad durante un largo período, teniendo en cuenta que es complejo pensar cómo volverán los recitales, aun sin cuarentena, hasta que hay vacuna.

“Un 80 por ciento de la actividad en vivo es en lugares donde caben 200 o menos personas, que permite una cercanía mayor”, asegura al respecto Quiña, que agrega sin embargo que “me cuesta pensar que vayan a desaparecer, porque tampoco creo que desaparezcan los espacios de encuentro de música en vivo. En términos de componente ritual es difícil imaginar la desaparición de las prácticas culturales. Es un poco de imaginación que hay que tener al respecto del futuro con esa dimensión ritual de los recitales. Tal vez tengamos que aguantar un tiempo sin poder asistir, pero es algo que padecen más los músicos porque viven de su trabajo, sobre todo los de menor escala y las músicas que pelean por cupo en los escenarios”.

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