FIDBA: una invitación a buscar respuestas sobre la vida real

La octava edición del FIDBA, el Festival Internacional de Cine Documental de Buenos Aires, continúa su marcha, estrenando hasta el 30 de septiembre entre cuatro y cinco cintas por jornada, de forma gratuita y online, por una duración de 72 horas, y proponiendo películas donde “los directores que se hacen preguntas sobre problemas, en busca de alguna respuesta”, analiza su director artístico, Mario Durrieu.

Es un cine de lo real, pero sobre todo un cine de la pregunta, de la búsqueda, el que se ve en la ya tradicional cita documental: buena parte de las 240 películas de 46 países del FIDBA, la mayoría de ellas estrenos nacionales y con un 30% de estrenos mundiales, proponen indagar, complejizar y profundizar temas y problemáticas desde texturas y formas diferentes al documental televisivo, buscando ir más allá de la certeza y la información, más allá de lo evidente. “Obras que renuevan las posibilidades expresivas del cine, tensionan los discursos hegemónicos, generan resistencia a la comodidad y promueven el pensamiento crítico”, dice el comunicado oficial. 

Y es esta capacidad de las películas seleccionadas de navegar la cultura, de ir hacia sus márgenes y profundidades, y de proponer también alternativas estéticas y formales a los relatos del “mainstream” cinematográfico, uno de los principales motores de que el festival no haya sucumbido a la tentación de clausurar el año y, en cambio, proponga un versión expandida, con más días y más películas.  

“Sentimos que perdemos una pantalla, eso está clarísimo”, dice de esta edición online Durrieu, “pero decidimos que cancelar no es una opción, porque el cine tiene una función social, entonces no podemos dejar de cumplirla. Churchill dijo durante la guerra: ‘Si el Reino Unido ganó la guerra fue porque se mantuvieron los teatros abiertos’. Entonces, la idea fue, contra viento y marea, sostener la cultura”.

En esta propuesta online, sigue, “se pierde contacto humano, se pierden las pantallas de cine, para nosotros es algo terrible para nosotros, no poder ver la gente en las salas es un dolor al corazón para todo cinéfilo, duele”. Pero, agrega Durrieu, “ganamos que el esfuerzo que hicimos este año de traer 240 películas se pueda ver de norte a sur del país. Hemos ganado una audiencia, y de paso acompañamos a los argentinos en este momento tan complicado para todos”.

Y, afirma, el cine que se proyecta en el FIDBA “es un cine que de otra forma no llegaría: en muchos lugares no tienen salas de cine, y no tendrían acceso a muchas películas que además nunca estarían en salas o duran una semana, y no están online, no se consiguen”. 

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Un cine diferente, que como otros cines, han buscado durante la cuarentena dar la lucha, a través de las nuevas pantallas, contra los gigantes que dominan las salas de cine y los excluyen. “Pasó con Cine.Ar: se dice que no se ve cine argentino, pero la cantidad de visionados que han tenido las películas, es un éxito. Y para nosotros también: normalmente en un festival entero, que dura diez días, tenemos unos 45 mil espectadores, y eso que el FIDBA es un festival grande; en una semana, ya estamos por arriba de ese número, y quedan tres semanas por delante”, cuenta Durrieu.

El director artístico cuenta también que, tras observar cómo funcionaron los primeros festivales desarrollados en cuarentena, decidieron también dar una batalla en cuanto a la forma de consumo: las películas se estrenan, y a los tres días desaparecen, para “no perder la sensación de festival, esa sensación de que tenés que ver las películas determinados días o te las perdés. Por eso, las dejamos 72 horas: no somos un ‘on demand’ del cine, una plataforma, somos un festival, y queríamos reafirmar eso”. 

La idea es fomentar un consumo más reflexivo que el atracón, técnica de consumo establecida por Netflix y que se volvió particularmente extendida durante la cuarentena, pero de la que las mismas plataformas comienzan a alejarse, buscando dar otro valor a sus producciones. “Hoy consumís una serie de 10, 15 años de producción en 15 o 20 días”, opina Durrieu al respecto. “Tragás y tragás, y seguís al otro día… Así que desde el FIDBA queríamos luchar un poco contra esa sensación de que todo da igual”.

Esa decisión empujó a que el festival se alargara, de sus habituales diez días, a más de un mes (comenzó en 27 de agosto), para hacer lugar a las 240 películas de la grilla y “que se puedan ver de todas de forma programada y calmada”. 

El número de filmes que proyecta esta edición del FIDBA es propio de los grandes festivales en días prepandémicos: los primeros festivales de primera línea de la nueva normalidad no proponen más de 50 filmes porque muchos prefirieron “guardar” los estrenos hasta que se puedan ver en salas. 

En ese sentido, en un año de pocos estrenos, el número de filmes del FIDBA llega, más que como una brisa, como un tornado de aire fresco para la comunidad cinéfila, algo que, revela Durrieu, “costó mucho”: jornadas de mensajes, llamados, largas charlas e ingenierías varias para convencer a los que “nos decían que querían que se viera en pantalla grande. Pero en julio, agosto, la gente se empezó a darse cuenta que se les iba el año. Y hay películas, que por temática, por forma, o incluso por tiempos humanos, porque el director quiere terminar el recorrido de la película, que cumplen un ciclo. Muchas películas después de que pasan su primer año, tienen unos seis meses más de vida para los festivales grandes…”

Organizado por FUNDOC, la Fundación de Altos Estudios en Cine Documental, y con apoyos del INCAA y el Programa de Mecenazgo, la cita que se realiza a través de la web www.fidba.com.ar en alianza con las plataformas digitales internacionales VEODOC y OctubreTV.com, donde se podrán ver las 240 cintas distribuidas en 10 secciones competitivas, incluyendo una dedicada al cine LGBTIQ+ y otra de Nuevas Narrativas; y varias secciones paralelas, que incluyen un homenaje a Rosario Bléfari y un foco de cine contemporáneo colombiano. Además, el 20 de septiembre, el FIDBA se dará un lujo: a días de su estreno mundial en Venecia, mostrará “City Hall”, último trabajo del maestro del cine documental, Frederick Wiseman.

CINCO RECOMENDACIONES DEL DIRECTOR DEL FIDBA, MARIO DURRIEU

Suspensión: Escondida en el medio de la selva amazónica colombiana, un puente de hormigón inconcluso se erige entre dos laderas como símbolo absurdo de la ambición humana y la desidia estatal. En algún momento se creyó que el esqueleto de cemento reemplazaría la peligrosa ruta que va de Pasto a Mocoa. Hoy la realidad es otra. Los turistas se acercan impresionados a la mole de hormigón para tomarse selfies mientras los jóvenes realizan arriesgados trucos con sus motocicletas. Lo que se suponía que iba a ser un proyecto de ingeniería avanzada revela en su abandono la arrogancia del hombre por querer dominar las fuerzas de la naturaleza.

Monologue: Siguiendo la tradición de los viejos maestros del arte plástico, un joven artista está finalizando su tesis de pintura histórica con el cuadro “Alarm Bell”. La cámara capta el proceso creativo, desde la idea a la forma, revelando un modus operandi artesanal que se siente como un viaje a través del tiempo. Junto al monólogo interior del protagonista -ese pensamiento rumiante que mantiene viva su inspiración-, aparece la voz del profesor, pilar de la enseñanza académica y encargado de otorgarle un nuevo ángulo a las reflexiones en torno a la obra y a la figura del alumno.

499: "El año 2021 marca el 500 aniversario de la conquista española de México. Para conmemorar la ocasión histórica, el director Rodrigo Reyes ofrece una experiencia de cine audaz e híbrida, mezclando elementos no ficticios y performativos con componentes de una road movie para retratar la actual crisis humanitaria del país como parte de un proyecto colonial brutal e inacabado, 499 años después."

My mexican bretzel: De la felicidad indescriptible del inicio del matrimonio al progresivo deterioro de la pareja. De los viajes a través de postales paradisíacas a la lejanía del recuerdo. La naturaleza brillosa del los melodramas clásicos de Hollywood revive como de un sueño a través de la unión entre los extractos del diario íntimo de una mujer de clase acomodada y las imágenes de archivo de una Europa filmada entre los años 40 y 60. La imagen y el sonido se funden del mismo modo que los bordes entre ficción y documental desvanecen. Así, la turbulencia emocional que mueve la narración de My Mexican Bretzel obliga a olvidar todo preconcepto para dejarse llevar por el embrujo que solo el cine puede ofrecernos.

City Hall: El Ayuntamiento de la ciudad toca todos los aspectos de nuestra vida. A veces no somos conscientes de lo importante que son la policía, los bomberos, la sanidad, las reuniones de veteranos, la ayuda a los mayores, los parques, las licencias para actividades profesionales, la información sobre natalidad y mortalidad, así como cientos de actividades en las que participan los habitantes de Boston. "City Hall" muestra cómo el Ayuntamiento de Boston ofrece esos servicios.