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La Luna de los escritores y la Luna de los científicos

Inspiró a grandes poetas y artistas: Quevedo, Julio Verne, George Mélies, Lugones, Borges, García Lorca, Neruda. De dónde le viene el género femenino al único satélite natural de la Tierra

La Luna de los escritores y la Luna de los científicos

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

12 de Septiembre de 2021 | 04:06
Edición impresa

La Luna sirvió para todo. Para regir, como aún lo hace, el ir y venir sin descanso de las mareas. Para los enamorados. Para que poetas como Leopoldo Lugones en 1901, en su “Lunario sentimental”, modernizara su lenguaje y abriera la llegada de vanguardias surrealistas.

La Luna sirvió para que Neruda escribiera versos inolvidables. Para que a García Lorca lo bautizaran como “el poeta de la Luna”. Para que un Borges azorado viendo el primer alunizaje humano esculpiera versos de hierro. Para que, mucho antes, Julio Verne imaginara un viaje en globo hacia ella.

García Lorca

Para que el cineasta francés George Mélies, en 1902, en un temprano alarde de ciencia ficción, presentara un film revolucionario, en el que se lanza un cohete que se incrusta en uno de los ojos del satélite natural de la Tierra. Y para que Estados Unidos y Rusia en el siglo pasado se pelearan durante décadas, para ver cuál de las dos potencias plantaba su bandera en alguno de los valles o cráteres lunares.

Cuando los primeros hombres salieron las cuevas donde se protegían de los elementos –dice la escritora salvadoreña Carmen González Huguet (1958-) “contemplaron el cielo estrellado y descubrieron en él un cuerpo circular y brillante, ese cuerpo que hoy llamamos Luna”.

Julio Verne

Esa prosa de la salvadoreña encuentra correlatos –muy anteriores, claro- en los muchos textos literarios y sobre todo en las poesías que describieron el azoramiento humano al ver por primera vez a la Luna.

Una noche de julio de 1969, un Borges conmovido redescubrió a la Luna

 

Lo primero que observaron es que aquel planeta blanco era mujer. Sobre esta definición dice González Huguet: “Debió de parecerles algo en verdad extraordinario. Sobre todo, porque aquel astro periódicamente cambiaba de forma, a diferencia del otro, más grande y brillante, que siempre era el mismo. Con el paso del tiempo de seguro notaron que, a semejanza de la Luna, el cuerpo de la mujer cambiaba, aproximadamente, cada veintiocho días. De ahí a considerar que la Luna tenía mucho de divina y algo de mujer, no hubo más que un paso”.

Otro cultor de la Luna fue Neruda, que en un poema muy breve logró fundir a la Luna con una mujer amada. Con tanta maestría que, si se leen y releen con detenimiento estos versos, no se sabe bien sobre cuál de los dos habla: “No sólo es luz que cae/ sobre el mundo/ la que alarga en tu cuerpo/ su nieve sofocada,/ sino que se desprende/ de ti la claridad como si fueras/ encendida por dentro./ Debajo de tu piel vive la luna”.

Una noche de julio de 1969, en su departamento de calle Maipú, un Borges conmovido redescubrió a la Luna. Sentado frente a un televisor, debido a su ceguera sus acompañantes le fueron describiendo paso a paso la llegada del hombre a la Luna, un episodio al que calificó como “la hazaña capital de nuestro siglo”.

Ese poema es extenso y sólo se extraen y reproducen aquí estrofas no consecutivas: “…No sé dónde la vi por vez primera,/ si en el cielo anterior de la doctrina/ del griego o en la tarde que declina/ sobre el patio del pozo y de la higuera.// …Más que las lunas de las noches puedo/ recordar las del verso: la hechizada/ dragon moon que da horror a la balada/ y la luna sangrienta de Quevedo.// Sé que la luna o la palabra luna/ es una letra que fue creada para/ la compleja escritura de esa rara/ cosa que somos, numerosa y una”.

Borges aludió al soneto que Quevedo le dedicó al Duque de Osuna, que fue virrey de Nápoles, que dice así: “Faltar pudo su patria al grande Osuna,/ Pero no a su defensa sus hazañas;/ Diéronle muerte y cárcel las Españas,/ De quien él hizo esclava la Fortuna./ Lloraron sus envidias una a una/ Con las propias naciones las extrañas;/ Su tumba son de Flandes las campañas,/ Y su epitafio la sangrienta luna…

“Un viaje a la luna”: George Méliès y la película que lo hizo leyenda / web

EL POETA DE LA LUNA

A García Lorca lo llamaron “el poeta de la Luna” porque en su obra ella juega un rol esencial y se convierte, tanto en sus poemas como en sus obras de teatro, en una suerte de mujer omnisciente y trágica. La relación empieza, desde luego, en su Romancero Gitano y dentro de esa colección en su “Romance de la Luna”: “La luna vino a la fragua/ con su polisón de nardos./ El niño la mira, mira./ El niño la está mirando.// En el aire conmovido/ mueve la luna sus brazos/ y enseña, lúbrica y pura,/sus senos de duro estaño”.

La Luna, entidad femenina poderosa y enigmática. Ella danza con el sol un baile ancestral, gozado desde siempre por la observación de los pueblos más primitivos. Ella salta del romance lorquiano y aparece en el teatro, en Bodas de sangre, convertida en narradora: “Cisne redondo en el río,/ ojo de las catedrales,/ alba fingida en las hojas/ soy; ¡no podrán escaparse!/ ¿Quién se oculta? ¿Quién solloza/ por la maleza del valle?/ La luna deja un cuchillo/ abandonado en el aire,/ que siendo acecho de plomo/quiere ser dolor de sangre./ ¡Dejadme entrar! ¡Vengo helada/ por paredes y cristales!/ ¡Abrid tejados y pechos/ donde pueda calentarme!/ ¡Tengo frío! Mis cenizas/ de soñolientos metales/ buscan la cresta del fuego/ por los montes y las calles….”

Pablo Neruda

La obra de Lorca se va atando sobre fuertes símbolos y el primero de ellos fue la luna, que para él representó el ciclo vital propio de la mujer –a veces también, la fertilidad y otras la esterilidad- pero siempre la belleza y perfección femeninas. El otro símbolo fueron los metales, los metales de las armas blancas que esterilizan la vida y un tercero es el caballo, sinónimo de virilidad masculina.

Lo primero que observaron es que aquel planeta blanco era mujer

 

Otra función de la luna es la que cumplió para el Imperio Otomano y luego para Turquía. Ella fue parte de la bandera roja y blanca, con una medialuna abrazando a una estrella, para seguir figurando después, casi igual, la bandera turca moderna.

LA LUNA DE HOY

“Ahora salgo de la plataforma…Este es un pequeño paso para un hombre, un salto gigantesco para la Humanidad ”, dijo Neil Armstrong cuando descendió por la escalerilla del módulo y se apoyó en la Luna. En todo el mundo se vio la transmisión por TV. En la Argentina fue la primera vez que realizaba una transmisión vía satélite. Nada era pequeño en esas horas, todo en cambio resultaba gigantesco y asombroso.

Algunos platenses –sobre todo aquellos que peinaban canas- se enorgullecían: “Vi los tranvías a caballo, a principios de siglo, fui testigo del progreso de la aviación y ahora pude ver la llegada del hombre a la Luna …”, comentaban.

Desde luego que la poesía y la literatura modernas desviaron hace rato sus ojos del paisaje y, miran hacia otros lados y otros asuntos. Algunos al fenómeno psicológico, otros a los problemas sociales, un resto a los desafíos que plantean el desarrollo tecnológico, el medio ambiente, el vertiginoso crecimiento de internet.

La poesía y la literatura modernas desviaron hace rato sus ojos del paisaje

 

Pero la Luna sigue allí, donde siempre. Y sobre el hombre en la Luna escribió el ingeniero estadounidense Gene Gregory, especializado en cuestiones tecnológicas: “La preocupación de tantos espíritus escépticos y serios para los que el alunizaje simbolizaba el gran abismo existente entre técnica y moral, quedó claramente expresada por el historiador británico Arnold J. Toynbee cuando afirmó: “En cierto sentido, ir a la Luna es lo mismo que construir las pirámides o el palacio de Luis XIV en Versalles. Cuando a tanto ser humano le faltan las cosas más indispensables, hacer algo así resulta escandaloso. Si tenemos inteligencia suficiente para llegar a la Luna, ¿por qué manejamos tan insensatamente las cuestiones de la Tierra?”

George Mélies

Sin embargo, la respuesta que da el propio Gregory redime a la Luna, en su condición de primera etapa humana en la conquista del espacio: “Las novedades técnicas productos, materiales, procesos de fabricación o transformación, procedimientos y modos de control, y nuevos “standards” surgidos de las exigencias de la exploración espacial pasan ahora de esta función inicial a otras en la industria, el comercio, la instrucción y la salud pública, sustituyendo productos o prácticas corrientes por otros que habrán de satisfacer más amplía y completamente la gran variedad de apetitos y necesidades del hombre”.

 

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