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Es un tema sumamente sensible, pero los expertos recomiendan cada vez más que salga a la luz para poder liberar presiones, angustias y evitar un desenlace fatal
Durante años se ha tratado de evitar el tema, de no nombrarlo para que no haya “contagio”, como si se tratara de una moda. Pero de un tiempo a esta parte, las cosas están cambiando. Con la salud mental generalizada resentida a causa de la pandemia, en el último tiempo los profesionales de la misma han puesto el foco en un problema de gran envergadura: el suicidio, según los expertos, que tiene un efecto devastador en quién lo sufre de cerca.
Y es que para muchos expertos, aunque sea un tema altamente sensible, es un error no hablar de ello. Obviar un problema no hace que desaparezca. Hay que tratarlo con precaución y profesionalidad porque en gran medida se puede prevenir.
Para Adriana Sznycer, licenciada en psicología (MN 18.346), “es indispensable, como primer paso, favorecer un ambiente en el que se pueda hablar sobre el suicidio y las personas sientan que pueden pedir ayuda sin ser prejuzgadas. Hablar sobre ideas suicidas puede aliviar la sensación de querer desaparecer y huir para siempre de un problema. Reflexionar sobre el suicidio promueve la detección de primeros indicios y la posibilidad de dejarse ayudar adecuadamente sin rótulos negativos”, dice la experta.
Para obtener un accionar preventivo hay que planificar estrategias multisectoriales”
En cuanto a esa idea de que los suicidios se “contagian”, la especialista explicó: “los factores que influyen en la conducta suicida tienen que ver con la singularidad psicológica, psiquiátrica, familiar y comunitaria en la que vive el sujeto. Los factores de riesgo están relacionados con un trastorno mental severo y también con la sensación de soledad y aislamiento. La tendencia suicida no es una enfermedad contagiosa, pero puede figurar como una posibilidad teórica en la mente de muchas personas ya que puede trasmitirse, por medio de la educación, como forma de solución a los problemas. Algunas personas pueden protegerse saludablemente porque encuentran sus propios recursos adaptativos y vitales; en otros casos, pueden existir disparadores donde el desborde se convierte en inevitable, como por ejemplo el suicidio de un ser cercano”.
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Como cuenta Sznycer, hay elementos del estilo de vida occidental que contribuyen a que la soledad no deseada sea cada vez un problema más frecuente, y este es un factor de riesgo importante para el suicidio. Por el contrario, la cohesión social y familiar nos protegen. Además, hay poca formación al respecto, por lo que mucha gente que no sabe como afrontar este tema ni cómo ayudar a una persona que se autolesiona, que expresa ideas sobre la posibilidad de hacerlo, o que presenta ideas de suicidio.
Por ejemplo, en Estados Unidos existe la llamada norma del 1 por ciento. Cuando aumenta la tasa de desempleo en 1 por ciento, la tasa de suicidio aumenta en el mismo porcentaje. Esta norma no es extrapolable a cualquier cultura, sin embargo, a mayor aumento de ansiedad, depresión, duelos patológicos, y dificultades socioeconómicas, no es descabellado pensar en un aumento en las tasas de suicidio.
Ahora, ¿se puede hacer algo desde el Estado o sociedad para prevenir los suicidios? “Según la Organización Mundial de la Salud, una persona muere en el mundo a causa de suicidio cada 40 segundos, y solo 38 países cuentan con estrategia nacional de prevención del suicidio”, subraya Adriana y agrega: “para obtener un accionar preventivo es necesario planificar estrategias multisectoriales e integrales basadas en medidas de eficacia demostrada, conocer los métodos de suicidio más comunes, realizar seguimientos de los intentos de suicidio y los casos consumados. Implementar un registro y toma de conciencia de los indicadores de riesgo y reconocimiento de signos de alerta, entre otras medidas, es indispensable”.
También es clave saber escuchar, estar atentos a nuestros vínculos, ya que “la mayoría de las personas que se han suicidado hicieron saber el propósito de acabar con su vida. El suicidio no ocurre sólo por impulso”, advierte la psicóloga.
“Una situación extrema de sufrimiento hace que la persona quiera silenciar su mente o su cuerpo y en ese proceso hay señales más o menos reconocibles. Puede observarse retraimiento extremo, cambios de humor y de rutinas, un sentir impotente frente a la vida, abuso de alcohol y drogas, dificultad para comer, dormir y trabajar, llanto incontrolable, hacer cosas autodestructivas, despedirse de personas como si fuera a ser definitivo, hablar con reiteración del suicidio o de la imposibilidad de vislumbrar un futuro”, enumera esta especialista.
“La mayoría de las personas que se han suicidado hicieron saber el propósito de acabar con su vida”
Lo primero que un terapeuta, psicólogo o psiquiatra debe hacer ante un paciente que tiene al suicidio como opción es “realizar una evaluación del riesgo cierto inminente y a largo plazo. En función de los resultados, promover una red de soporte familiar y social, restringir el acceso a medios letales, anticipar y planificar respuestas ante recurrencia de crisis. Formular un plan de tratamiento y suscitar un compromiso con ese plan de acción. Identificar posibles obstáculos en su ejecución y establecer un plan alternativo. Según la evaluación inicial se tomará la decisión del seguimiento del paciente en un centro ambulatorio o tener en cuenta los factores de derivación para internación psiquiátrica”, describe Sznycer.
Los datos indican que el suicidio es algo predominantemente masculino (3 de cada 4 son hombres) y que sucede en la edad adulta, preocupa que aumente entre los jóvenes, llegando a duplicarse los casos de tentativa de suicidio en muchos países durante los momentos más críticos de la pandemia.
Otro aspecto importante de este tema es qué pasa con quienes deben seguir adelante tras experimentar la muerte de un ser querido. Se autodenominan supervivientes del suicidio y los expertos indican que su mensaje es crucial para comprender y detectar este problema. En muchos sitios están proliferando asociaciones de supervivientes al suicidio de un familiar, quizá las voces más autorizadas y a las que más se debe escuchar para llegar a tiempo en algún caso.
Los cambios de conducta abruptos pueden conducir a un pensamiento suicida
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