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Entre diciembre y enero

Entre diciembre y enero

Tamara Sparti, licenciada en psicología

TAMARA SPARTI (*)

23 de Enero de 2022 | 08:18
Edición impresa

 

Cómo se llama ese mes.
¿Y cómo se llama ese mes que está entre diciembre y enero?
¿Con qué derecho numeraron las doce uvas del racimo?
¿Por qué no nos dieron extensos meses que duren todo el año?
¿No te engañó la primavera con besos que no florecieron?

Pablo Neruda

A veces enero aparece, irrumpe.

La cultura, la época marcan el pulso.

Diciembre concluye con balances, fugaces o detenidos, profundos o superficiales, de acuerdo a las variables que entren a jugar en cada quién, deudas y haberes, dolores y alegrías que el paso de los trescientos sesenta y cinco días del calendario nos ha dejado. Enero se nos presenta como la oportunidad de un nuevo comienzo.

Los ideales de tiempos vertiginosos y productivos empujan a poner en acto los sueños postergados. Ahora. Ya. La espera se torna pérdida.

En este escenario, es interesante detenernos un instante.

En primer lugar, claro que la posibilidad de un nuevo comienzo puede ser una promesa. Pero lo es, siempre que no responda a otra lógica que no sea la del deseo propio. A veces, los ideales van en sentido exactamente inverso del deseo: acaso no deseamos cambiar de casa, ni de auto, ni de estado civil, ni de cuerpo (pensando en algunos de los ideales impuestos por la época). Muchas veces, deseamos vincularnos de otro modo con estos objetos o personas. O deseamos realizar aquello que no es valorado en nuestro entorno, o esa actividad para la cual sentimos que no tenemos aptitud.

Será la reflexión, sincera y sin prejuicio, la llave que nos permita trazar nuestro horizonte

 

A veces, alcanzar los ideales, puede causar un profundo padecimiento. Padecimiento plagado de contradicciones, por tratarse de la concreción de aquello que nos habíamos propuesto, pero que no se corresponde con nuestro anhelo más íntimo.

Entonces será la reflexión, sincera y sin prejuicio, la llave que nos permita trazar nuestro horizonte.

Tomar decisiones de cara a un año que está comenzando, puede ser muy satisfactorio. Realizar movimientos deseados y esperados. Comprometernos con nuestro deseo es comprometernos con la vida.

Me tomo el atrevimiento de intervenir sobre la ambición del poeta (tan hermosamente plasmada): “...meses enteros que duren todo el año…”, podrían permitir postergaciones perpetuas.

Entre diciembre y enero, no hay otro mes que pueda nombrarse.

Entre diciembre y enero, puede estar el deseo.

Una posible respuesta a los últimos versos sería:

Los besos sembrados en primavera, pueden (o no) florecer.

Ése es el riesgo que debemos asumir.

 

(*) Licenciada en Psicología
Profesora y Licenciada en Psicología. Escritora. Docente de Nivel Terciario. Miembro de Departamento de Orientación Educativa de la Escuela Graduada Joaquín V. González de la UNLP

 

 

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