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El diario El País de Uruguay le realizó una entrevista a Alberto Volonté, uno de los líderes del Partido Nacional y que en 1994 estuvo muy cerca de ser presidente. Luego de permanecer en silencio durante un largo tiempo, y luego de haber dicho presente en el búnker del "no" el día del referéndum, habló con este medio uruguayo y confesó que jamás votó a un Lacalle en una interna, y reveló que espera que Delgado sea el próximo candidato, además de creer que el rival más duro que puede proponer el Frente Amplio es el intendente Orsi.
Esta es la entrevista completa que publicó El País:
-El día del referéndum El País registró un video en la sede del No en el que Guido Manini Ríos le comentaba el resultado y le decía que con “cualquier error” de cara a 2024 la coalición podía perder. ¿Qué opinión tiene usted sobre esto?
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-Los que vivimos la política tenemos el defecto de creer que todo lo que pasa en la política le interesa a todo el mundo, y eso no es así. La ciudadanía trabaja, se casa, sufre, goza y a veces vota. Pero no es esto el centro de su vida. Lo claro, de todos modos, es que la ciudadanía dijo que está bueno que esta ley siga. Y no importa si fue por goleada o por un gol.
-¿Y ese triunfo ajustado no tiene ninguna implicancia?
-Sí, que muestra que tenemos un sistema sólido, unido. Es un desmentido de la grieta. Mediante un procedimiento, como lo es un referéndum, un asunto se pone a consideración, se zanja y se acepta, por más ajustado que el resultado sea. Por otro lado, en las elecciones de medio término a nivel mundial lo que suele pasar es que el oficialismo pierde. Puedo hablar de Argentina, o de Estados Unidos, o de los sistemas parlamentarios europeos, sobre todo el de Italia. La gente castiga con su voto al gobierno. Y esto acá no pasó. Fue un apoyo. Porque no hay duda, además, que quien votó el No lo hizo porque piensa que el gobierno viene bien, más allá de la LUC. No quiere decir que en 2024 vayan a votar lo mismo. La gente mira. Y ahora ya no existen los fundadores; lo ha dicho el presidente, lo que hay son continuadores. No se pueden desechar los 15 años de gobiernos del Frente Amplio.
-¿Qué destacaría de esos años?
-Un día se le debería hacer un gran reconocimiento a Astori, un hombre providencial. Y en líneas generales pienso que es bueno que las cosas continúen, que no se empiece de cero. Los que vivimos las grandes inestabilidades de la década del 60, con la crisis bancaria del 65, entendemos bien a lo que pueden llevar las aspiraciones refundadoras.
-¿Cómo vio la campaña?
-Creo que la mentira como recurso en una campaña es una cosa horrible. Y en esta campaña se mintió. Una cosa es cuando uno dice algo convencido de que tiene razón, y otra cuando uno dice que una ley privatiza la educación cuando es claro que no la privatiza. Lo mismo pasó con la ley de alquileres, y a mí lo que me da pena es aquel muchachito del interior, que no tiene una garantía y quiere venir a estudiar a Montevideo, y estuvo escuchando que si usa ese recurso lo van a sacar a patadas de un día para el otro, cuando eso no es así.
-Usted tuvo grandes diferencias políticas con el expresidente Luis Alberto Lacalle Herrera, ¿cómo ve ahora el gobierno de su hijo?
-Primero teníamos la gran coincidencia de ser blancos y herreristas. En una regla de uno a 10 tuve dos diferencias y ocho coincidencias. La primera -y de la que nunca se habla- fue la interpretación del Mercosur: él decía que era una estructura estrictamente comercial y yo decía que era política. Tanto así que en mi programa de gobierno de 1994, Manos a la obra, bajo la batuta de mi maestro, Alberto Methol Ferré, se señalaba que había que tener un horizonte innovador y que este era la integración. Methol decía que si la integración era meramente comercial nos íbamos a pelear y disolver. Esta diferencia se extendió en el tiempo: yo por ejemplo aplaudí el ingreso de Venezuela al Mercosur y él no. Pero ha trascendido más lo anecdótico, que cuando se iban a proclamar los candidatos él se inclinó por Juan Andrés Ramírez. Más allá de todo esto, yo creo que Luis Alberto Lacalle fue un gran presidente, que reordenó una economía que estaba devastada, con 130% de inflación, y entregó el gobierno con el 40%.
-¿Y al actual presidente cómo lo ve?
-Me ganó.
-¿En qué sentido?
-Un día estaba con Álvaro Delgado, me había reunido en la Torre Ejecutiva, a donde nunca había ido. Ahí me llamó Lacalle Pou y se lo dije: “Me ganaste”. Y me preguntó lo mismo: “¿Qué es eso?”. Ahí le conté: nunca lo voté en una interna, ni a él ni al padre. Siempre voté por el Guapo (Jorge Larrañaga).
-Pero si es herrerista…
-Sí, pero a ellos no los votaba. Me refiero a las internas, como candidatos a presidente los voté siempre. ¿Qué es “me ganaste”? Que me demostró que era mejor de lo que creía. Habitualmente, el que se pone la banda -legítimamente ganada, no bajo un fusil-, llega con una personalidad reconocida por todos. Y habitualmente, también, luego empieza a declinar. Porque la vida es así, hay un desgaste. “En este caso -le dije a él- vos sos la inversa. En una regla de uno a 10, llegaste en tres. Y la banda no solo no te pesó, sino que estás casi en 9”. Él me miraba. Es el único caso que conozco de la historia del Uruguay, y hay que ver en el resto del mundo, de una persona que crece gobernando, por actos de gobierno. Es muy difícil eso. Churchill se hizo cargo de Reino Unido en el medio de la guerra, ganó la guerra y le ganó Attlee.
-¿Y por qué cree que con la buena imagen que según las encuestas mantiene el presidente, el triunfo del No fue por tan poco margen?
-Si era el 45% lo que obtenía el No era un éxito clamoroso. Yo estoy convencido de que los votos del No son de Lacalle Pou. A mí lo que me asombra es que haya llegado al 50%. En la conversación con Manini no grabaron lo que le contesté. Le dije: “Con este resultado hay que celebrar. Pero estoy de acuerdo en una cosa Guido -y le digo así porque lo conozco de jovencito-, que si se cometen errores se pierde la elección, porque las cosas cambiaron, hay un desapego a las divisas, y si se gobierna bien se gana y si esto no pasa se pierde”. Cuando en 2014 al FA se le venía la noche, tuvieron que ir a rogarle a Tabaré que volviera, y él había dicho que no iba a volver y yo creo que lo había dicho de corazón, pero tuvo que volver. Tuvieron que buscar a alguien que era confiable, y si no lo buscaban no sé si Lacalle Pou no ganaba antes. En el 94 el FA no estaba tan convencido que se había sacado la grande con Vázquez. Yo creo que en filas blancas, con Lacalle Pou, también hay un caso que es paradigmático.
-Hay quienes han advertido, por ejemplo José Mujica, que la pandemia, de algún modo, le sirvió a Lacalle Pou para hacer crecer su popularidad.
-Lacalle Pou lo tuvo la desgracia de la pandemia. Si en julio de 2020 no estaba Lacalle Pou, y no voy a nombrar a ningún otro aunque me torturen, en este país capaz que estábamos rodando por la calle. El tipo vive una tragedia universal y en su país logró que no fuera una tragedia. Vuelvo a Churchill, que no fue a acomodar la economía, fue a arreglar que Inglaterra no fuera invadida, porque todo indicaba que se la iban a comer. Esos son los hombres de Estado. Y los hombres de Estado no son los que hacen mil cosas, son los que hacen dos o tres. ¿Qué quieren ahora? ¿Una por mes? ¿Una por año? Lacalle ya no tiene que dar pruebas de nada. De todos modos, ahora se le viene sí el gran desafío.
-¿Las consecuencias de la guerra?
-Eso es peor que la pandemia. La invasión rusa va a generar consecuencias desastrosas. No la para nadie. Hay dos ejes: si no podés controlar la inflación porque es heredada, es externa, y no tenés recursos para mejorar el salario, y se va deprimiendo, la ecuación es muy sencilla.
-¿Y cómo lo ve parado al gobierno para parar esto?
-Bien, pero una cosa es pararse bien y otra cosa detenerlo. Esto es como con los muertos, uno podrá decir que por la pandemia hubo 7.000. Pero la pregunta es: ¿cuántos podría haber habido? El gobierno está preparado para amortiguar esto, y creo que lo va a hacer, pero no va a detener todas las consecuencias. En política es más importante lo que evita un gobernante que pase a lo que hace. Lo que pasa es que cuando uno evita problemas nadie se da cuenta, mientras que lo que uno hace para bien o para mal es juzgado. Acá se vienen grandes problemas sociales por el desequilibrio natural de la inflación creciente. Ahora Lacalle Pou deberá mostrar el coraje de un estadista. Porque es fácil ponerle restricciones al campo, pero matás el único motor de nuestra economía. Deberá decidir qué es lo que hacer, porque la barra va a gritar.
-¿Esto es un activo para el FA?
-Sí, claro, pero es el mismo FA que en marzo de 2020 querían cerrar todo. Lo pidió Vázquez. Y hubiera sido una calamidad. Y Lacalle Pou dijo que no en ese momento. Él tiene claro ahora que hay un sector al que cortarle las alas es riesgoso, porque Uruguay no tiene otras alas.
-Usted decía que en las cuatro últimas elecciones votó por Larrañaga. ¿Cómo queda el Partido Nacional sin su figura?
-Yo creo que hay dos Jorge Larrañaga. Uno es el de después de la última elección, que en el Ministerio del Interior encontró su lugar en el mundo. Y no por guapo, que lo era. Porque logra hacer una gran gestión. Después está Larrañaga líder de un sector, Alianza Nacional. Al que yo voté porque lo prefería a Lacalle Herrera y luego a Lacalle Pou, pero no porque me pareciera un líder deslumbrante en lo político o en la conducción. Otros líderes cuando faltan dejan un vacío, y no creo que él lo haya dejado. Y no es una crítica, es un mérito. Deja su gestión. Nosotros tuvimos un Larrañaga en el orden público, que logró el éxito. Pero no creo que el partido vaya a sentir la pérdida, como pasó con Wilson. O como yo la tuve con Herrera. En cuanto a la reconstrucción del wilsonismo, eso se verá. Por lo pronto, él dejó un capital, no un bronce.
-Usted tuvo mucho que ver con la incursión de Álvaro Delgado en la política. Él ya ha dicho que le gustaría ser presidente. ¿Cómo lo ve a él como candidato?
-Las gestiones hoy se premian. La gran herencia que dejará Lacalle Pou, si se mantiene, será una gran gestión. Porque las cosas no son como antes, que Batlle y Herrera eran las grandes personalidades y punto, y a veces con eso alcanzaba; ahora lo que la gente premia son las gestiones. Y lo cierto es que el papel de Álvaro Delgado en la gestión del gobierno ha sido desequilibrante. Es difícil encontrar una armonía como la que existe entre este secretario de la Presidencia y este presidente. En ellos hay jazz. En mi época, en el Club de París, había grandes improvisadores. Acá hay algo que se parece a eso, uno con su piano y el otro con su saxo, generan algo totalmente armonioso. Álvaro emerge solo como candidato, y eso pasa por esa armonía, no se necesita que Lacalle Pou lo apunte con el dedo. Esto no quiere decir que no deba haber interna y que no haya otros candidatos.
-¿Falta una competencia interna para que el Partido Nacional crezca?
-Hay alguien que tiene las condiciones naturales para liderar la competencia: Jorge Gandini, sin discusiones. Podría ser también el ministro de Defensa, Javier García, que está haciendo una buena gestión pero él está incorporado a la otra ala.
-¿Y Beatriz Argimón?
-Tiene condiciones, como la de ser mujer, y no lo digo con ironía. Tiene condiciones, pero no lo veo. Pero está ahí y creo que va a hacer un gran aporte. Y también está Laura Raffo. Pero Jorge es el que tiene las condiciones para ser un candidato. Además, fue uno de los tipos que en la campaña por el No se puso la mochila. Porque hay que ver quiénes dejaron la vida por el No. A mí me da la impresión que el FA, el Pit-Cnt y las organizaciones sociales dejaron todo. En cambio, del lado del Partido Nacional y sus socios de la coalición, creo que quien más dejó algo en la cancha fue Sanguinetti, y después Gandini. Y en el FA hay que tener en cuenta que está Yamandú Orsi.
-¿Qué implica eso?
-Que es el que es capaz de romper el cascarón metropolitano, y eso es lo que necesita el Frente.
-¿Le parece un rival más difícil Orsi que Carolina Cosse.
-Cosse es la típica buena intendenta del FA puro, pero que tiene fronteras: el mapa de Montevideo. El otro tiene la suerte de estar en Canelones. Hay un dicho muy viejo: para ganar el país, primero ganar Canelones, y él ya lo ganó dos veces. Hoy por el sistema gana la elección aquel que logre traer votos por fuera de fronteras políticas. Cosse es prisionera de Montevideo, bellísima presión. Pero Orsi se cuida más: yo lo escuché antes de la elección y uno no sabía qué iba a votar. Lo que es claro es que va a ser parejo. Y está bien. Porque no son lindas las goleadas. Las goleadas humillan.
-¿Cómo vio la votación del fideicomiso de Canelones con el apoyo de un edil blanco?
-Con este tipo de cosas, por lo menos con lo que pasó en el siglo XX, se llenarían libros. No queda bien ninguno: el que perdió un edil que cambió su voto, ni el que se lo pudo cambiar vaya a saber cómo. Pero a no rasgarnos las vestiduras, y que el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. No hay novedad. Es una pequeñez que quedará en olvido.
-Fue uno de los impulsores de la carrera política de Álvaro Delgado. ¿Cómo llevó a cabo esto?
-Fue una de mis últimas elecciones políticas, en 2004. Yo estaba en la embajada en Argentina. Me llama Francisco Gallinal y me propone dejar la embajada e ir al Senado. Le dije: “Vos en Montevideo vas a sacar tres o cuatro diputados, poneme a Delgado”. Él había ocupado el cargo de inspector de Trabajo, en un acuerdo que habíamos hecho con Batlle. Delgado se suma a Gallinal y sale diputado. Después Gallinal medio disuelve su grupo. Y ahí yo, que mantengo una buena relación con Carmelo Vidalín, que armaba una agrupación, incorporé también a Álvaro. Tiempo después Carmelo se reconcilió con Lacalle padre. Ya para 2009 le dije: “Alvarito, aprovechá de ir con el pibe (por Lacalle Pou). Además, si se negocia bien él va a salir diputado por Canelones y Montevideo”. Se juntaron y a partir de ahí fueron creciendo.
La entrevista fue publicada en https://www.elpais.com.uy/informacion/politica/alberto-volonte-lacalle-unico-caso-uruguay-persona-crece-gobernando.html
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