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El alumbrado LED cambia el reloj biológico de la fauna y una de las señales más evidentes es el gorjeo de los zorzales en plena madrugada. Las aves platenses a veces no dejan dormir... pero por su papel ecológico, sería una pesadilla no tenerlas
Zorzal colorado, el que más canta en las madrugadas / julio milat
Francisco L. Lagomarsino
flagomarsino@eldia.com
Ciudad con árboles. Ciudad de plazas y parques. Avenidas forestadas, como autopistas para pájaros. Impactantes bandadas que planean al atardecer o anticipando las tormentas. Las virtudes del entorno urbano platense ofrecieron siempre a sus aves un hábitat potable para prosperar, a pesar de la hostilidad de las metrópolis con los seres y equilibrios frágiles. Sin embargo, desde hace un tiempo, algo “hace ruido”. Los trinos trasnochados de algunas especies le marcan la cancha al sueño de los vecinos del centro, demasiado antes del amanecer.
Cerca de las plazas Moreno, San Martín, Malvinas y Belgrano -pero también en otros lugares en los que se combinan las bienvenidas arboledas y las fulgurantes luminarias-, cuando la primavera consolida su calidez, los zorzales arrancan con sus cortejos más o menos melodiosos en horas muy tempranas de las madrugadas. “En apariencia, algo en el espectro de las luces LED hace que aves como el zorzal colorado, que arrancarían con su canto característico un rato antes del amanecer, crean que se trata del albor de nuevo día” explica el naturalista berissense Julio Milat: “los he escuchado en el centro de La Plata cantar a la una y media, tres de la mañana, contrariando al reloj biológico convencional de la especie”.
Para el director de Educación Ambiental y Patrimonio Natural de la ciudad ribereña, este “engaño” no es inocuo. “Más allá del impacto en el descanso de los vecinos, es un gran gasto de energía adicional para los pájaros machos, en la época más importante del año que es la de reproducción” aclara: “es una duplicación de esfuerzo, porque les aparece un sol que no es sol, y habrá que observar que consecuencia tiene a mediano y largo plazo. He visto actividad de las aves diurnas buscando alimento a la madrugada, horneros caminando a las dos de la mañana en procura de comida, algo inusual”.
Se estima que ocho de cada diez habitantes del mundo viven hoy en entornos con contaminación lumínica, y se calcula que el alcance territorial nocturno de la luz artificial se amplía cada año en un 5 por ciento. Esto no sólo afecta negativamente a los pájaros, sino a todas las criaturas cuyos comportamientos naturales han evolucionado y se han adaptado durante millones de años, cambiando la duración y la calidad de su sueño, aumentando la mortalidad y trastocando su reproducción.
“La excesiva cantidad de luz tiene, inexorablemente, consecuencias en la naturaleza” coincide Diego Montalti, licenciado en Biología especializado en Ornitología: “si bien no está estudiado puntualmente en nuestra ciudad el impacto en las aves, se lo ha hecho en muchas del hemisferio norte, y se comprobó que las afecta mucho”.
El investigador de la facultad de Ciencias Naturales y Museo de la UNLP añade que “estamos en el inicio de la época del año en que varias especies cantan en horarios que consideramos ‘fuera de tiempo’; la más común es el zorzal colorado, que comienza muy temprano en la madrugada, a veces antes de las 4, cuando históricamente lo hacía al alba o poco antes, nunca de noche”.
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“El aumento de esta luz artificial” -llamada entre los investigadores ALAN, por Artificial Light At Night- “es un impulsor reconocido del cambio ambiental en las áreas urbanas” sentencia el colombiano Oscar Marín Gómez, licenciado en Biología y Educación Ambiental: “sus efectos son principalmente negativos en plantas, invertebrados y vertebrados. Específicamente se asocia con la disminución de la variedad de insectos, y con cambios en el comportamiento de las aves, que pueden comprometer la aptitud general de sus poblaciones, como la actividad de canto, los ritmos naturales diarios, mensuales y estacionales de luz y oscuridad, y el éxito de apareamiento o fecha de puesta de huevos”.
Los expertos identifican un conjunto de causas y factores, que actualmente están “cambiando el juego”. Señales a veces no tan evidentes de procesos que modifican la avifauna tal como la conocíamos. Además de la “revolución LED”, la polución sonora, la deforestación, la ampliación de la “mancha” urbana, y los primeros embates del calentamiento global.
“En general, el cambio climático no tuvo un gran impacto en nuestra región” evalúa Julio Milat, “pero sí se pueden detectar cosas puntuales. Por ejemplo, la gran sequía de tres años que se padeció de la mano del fenómeno de la Niña hizo que muchos humedales del Litoral se achicaran o desaparecieran, y grandes aves acuáticas -cisnes negros, chajás, cigüeñas- llegaron a las costas del Río de La Plata, donde hay agua garantizada. Eso no se ve con frecuencia, porque se quedan en Santa Fe o Entre Ríos; también se ha corrido la distribución de patos, gallaretas, gallinetas, flamencos y garzas”.
Montalti observa que “el ruido también causa alteraciones en las aves, tanto es así que es utilizado en algunos lugares como método para ahuyentarlas (por ejemplo, los aeropuertos por ejemplo). En la Ciudad no hay aún relevamientos específicos, pero seguramente, en el Bosque, donde hay muchas especies de aves nidificando, los estruendos cuando hay partidos en las dos canchas de fútbol son muy perjudiciales para los pájaros y habría que pensar la manera de mitigarlo”.
“Veinte años atrás no se veía en los barrios, las plazas y el centro la variedad de aves que existe ahora” repasa Julio Milat: “la mancha urbana avanza sobre los ambientes naturales y los pájaros rurales se ven obligados a alejarse o incorporarse. La ciudad les ofrece menos depredadores -apenas gatos, algunos roedores-, un clima más benigno en tres o cuatro grados promedio, y mayor disponibilidad de alimentos. Hoy vemos zorzales colorados, benteveos, calandrias, carpinteros, palomas grandes como la picazuró y la turca, torcazas...”.
El naturalista hace hincapié en “las aves rapaces, como el gavilán mixto, que nidifican en árboles muy altos y se ‘dicen’ figuradamente ‘para qué voy a perseguir palomas al campo, si las tengo servidas en bandeja’. Además, se están alimentando de ratas y lauchas. Cumplen un rol ecológico, que es ayudar a limitar las plagas urbanas. Y es verdad que en el contexto se ven menos gorriones, porque son más especies las que compiten en el mismo ámbito”.
“Las arboledas platenses, al tener ejemplares añosos y de buen porte, proporcionan lo que necesita la avifauna en general: lugar para construir sus nidos, conseguir alimento, protegerse de depredadores” describe Montalti: “esto hace que tengamos especies que antes no estaban o sus números eran muy bajos. En las ciudades también obtienen agua, no son perseguidas como lo eran unas décadas atrás por personas que las cazaban, y los depredadores que existen en las zonas rurales tampoco están. Se tiene mayor consideración por la naturaleza y su conservación, y eso también hizo que encontraran en las ciudades un lugar donde poder instalarse”.
“Algunas de las especies que aumentaron su población en la Ciudad son el zorzal colorado, el hornero, la paloma picazuró, y se ven muy a menudo chingolos, calandrias, picaflores y rapaces como el carancho y el chimango” enumera el docente: “el estornino pinto, que fue introducido desde Eurasia en los ‘80, tiene un poder reproductivo muy alto y una alimentación omnívora que lo hacen efectivo a la hora de competir con otras especies. No solo causa problemas en nuestra ciudad, sino que en otras partes del mundo los agricultores ya calculan de antemano un porcentaje de pérdida ante cada cosecha, por los estragos que provocan”.
“Las aves no son solamente algo para disfrutar desde el punto de vista del esparcimiento, por su canto, su estética en el vuelo, su belleza, que no es poco, sino como agentes del equilibrio natural” encomia Diego Montalti: “sin ellas, la proliferación de insectos tendría una escala mucho mayor, casi descontrolada”.
“Estamos alienados todo el tiempo con los displays de los celulares, pero si nos paramos, y miramos, y escuchamos, es infinita la cantidad de cosas que podemos apreciar con otro cristal” propone Julio Milat: “sentarnos cinco minutos en un banco y tratar de escuchar entre el ruido un zorzal o ver cómo un hornero construye su nido, o un picaflor se alimenta de las flores del ceibo. Son colores, sonidos, diversidad; no estaría bueno que tengamos que padecer la ausencia para saber que nos faltan. Nos hemos alejado de la calle, hay mucho ‘búnker’. A la naturaleza no hay que tenerle miedo, ni desapegarnos; no es más seguro el cemento que el pasto alto.
“El asunto de los estorninos, por caso, es responsabilidad humana -o más bien irresponsabilidad-” hace historia el berissense: “a alguien se le ocurrió liberar una bandada en Bernal, hace 40 años, y como son muy inteligentes y acá no tienen predadores, colonizaron todo. Veremos cómo la naturaleza se las arregla, pero no hay que atribuirles maldad humanizándolos. Hacen lo que el instinto les pide”.
En los ámbitos rurales con injerencia humana, las poblaciones de aves vienen en declive desde hace casi medio siglo. Y la principal causa es la agricultura intensiva, debido al uso cada vez más extendido de fertilizantes y pesticidas.
De acuerdo con un relevamiento reciente, en Europa, la baja en el lapso mencionado supera el 25 por ciento. Entre las causas secundarias aparecen otros factores, como el calentamiento global y el crecimiento de las urbanizaciones.
El informe de la Universidad de Montpellier, Francia, arrojó evidencia sobre que la cantidad de aves, en el continente, se redujo un cuarto en promedio, pero la disminución se acerca al 60% entre las especies características de zonas agrícolas.
Algo en el alumbrado LED hace que los zorzales crean que es el alba de un nuevo día
Los fertilizantes y pesticidas eliminan del suelo los insectos y otros invertebrados que alimentan a las aves. Y contaminan las semillas, provocando en los pájaros que las devoran una progresiva y eventualmente letal intoxicación.
El tema es también motivo de preocupación a nivel local, donde se estima que la agricultura intensiva característica del cordón hortícola platense conlleva prácticas que no son las ideales para la avifauna. Así lo han señalado ONGs regionales como la Fundación Biosfera.
La investigación francesa apuntó al cambio climático como la segunda causa del descenso. El aumento progresivo de temperatura supuso una pérdida del 40% de las poblaciones de aves en los ambientes fríos y un 18% en los cálidos. La urbanización se situó como tercer causal del deterioro de la fauna, dado el retroceso del verde y el avance del cemento.
Los escarabajos peloteros navegan utilizando la Vía Láctea. Cuando aumenta la contaminación lumínica, simplemente pierden su camino. Las crías de tortugas marinas, al salir del cascarón, buscan la superficie más brillante a la vista, que debería ser el mar con sus destellos, pero llegan, en cambio a la costanera o rambla aledaña. Y así, los ejemplos pueden sucederse por decenas.
Los grillos no son una excepción a este encandilamiento letal. Su característico “canto”, ese sonido nocturno, reiterado y rítmico que emiten para llamar a las hembras en procura de aparearse, también está resultando modificado en las grandes ciudades por el alumbrado. Fundamental en el proceso reproductivo del insecto, su interrupción o deformación puede poner en peligro a toda la especie y a la cadena alimentaria que integra.
“Inexorablemente, la excesiva cantidad de luz nocturna tiene consecuencias en la naturaleza”
La distinción entre día y noche, luz y oscuridad, es uno de los principales fundamentos de la vida en la Tierra. Pero el ser humano, como criatura diurna que teme la oscuridad, perturba este orden natural: produce luz artificial que aleja la oscuridad y le permite continuar sus actividades nocturnas” explica la profesora Keren Levy, bióloga y coautora de un estudio de la Universidad de Tel Aviv y la Universidad Abierta de Israel publicado recientemente en Proceedings of the Royal Society - B.
“Los grillos cuyo ciclo de luz-oscuridad se ve alterado se comportan activos o dormidos según su propio reloj interno, o sin ritmo alguno” concluye Levy: “la contaminación lumínica inducida por el ser humano provoca la pérdida de sincronización dentro del individuo y a nivel poblacional. Esto concuerda con muchos otros estudios que demuestran los graves impactos sobre la naturaleza de niveles bajos de luz artificial en la noche. Pedimos reducir esta contaminación lumínica tanto como sea posible para permitir la coexistencia en el ambiente nocturno”.
Zorzal colorado, el que más canta en las madrugadas / julio milat
Belicosos Gorriones. Una especie totalmente urbana peleando por el lugar de la elección del nido / j. milat
Un Gavilán mixto junto a su cría, comiendo una paloma / Julio Milat
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