Pedro I y Catalina II: los “grandes” de Rusia que inspiran a Putin

Pocos meses después de iniciada la invasión rusa a Ucrania, el presidente Vladimir Putin se comparó con el zar ruso Pedro el Grande del siglo XVIII, estableciendo un paralelismo entre lo que describió como sus búsquedas históricas gemelas para recuperar las tierras rusas. Y más de una vez también ha expresado su admiración por Catalina la Grande, la emperatriz que reinó en Rusia durante 34 años.

“Pedro el Grande libró la gran guerra del norte durante 21 años. Parecería que estaba en guerra con Suecia, que les quitó algo. Pero no les quitó nada; les devolvió (lo que era de Rusia)”, dijo el actual mandatario tras visitar una exposición dedicada al zar en junio pasado.

Después de meses de negar que Rusia esté impulsada por ambiciones imperiales en Ucrania, Putin pareció reconocer esa misión, comparando la campaña de Pedro I con las acciones militares actuales de Rusia en Ucrania, exrepública soviética.

FIGURAS CONTROVERTIDAS

Pero, ¿quiénes son estos personajes de la historia por los que el jefe del Kremlin siente tanta fascinación? Claramente, dos figuras que despiertan odios y pasiones.

Poco después de la caída de la Unión Soviética (URSS) a fines de 1991, Leningrado recuperó su nombre de los tiempos zaristas: San Petersburgo, la ciudad que se convirtió en uno de los mayores proyectos de Pedro el Grande.

Este zar, que gobernó durante 43 años (1782-1725), ordenó su construcción en una zona pantanosa invadida en las costas del Báltico, y fue un esfuerzo tan faraónico que se cree que miles de esclavos que trabajaron para su edificación murieron en el proceso. Fue allí donde Pedro I -como también se lo conoce- decidió mudar la capital de Rusia desde Moscú y donde dispuso también que se encontraría su tumba.

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El recuerdo del zar y de la ciudad que edificó quedaron opacados durante la era soviética.

Retrato de Pedro I de Rusia (1672-1725) / Jean-Marc Nattier

Sin embargo, desde el fin del comunismo -y sobre todo, bajo el gobierno de Putin- las imágenes y esculturas del zar empezaron a ser cada vez más populares en el país.

Catalina la Grande impulsó el expansionismo de Rusia y anexó Crimea en 1783

Pedro el Grande unificó y expandió Rusia más allá de su territorio del momento. Y, para hacerlo, reorganizó el Ejército de acuerdo con los estándares europeos de la época, para lo que utilizó tecnología occidental.

Fundó la Armada rusa con la aspiración de hacer de su país un poder marítimo.

En ese tiempo, el mar Báltico estaba controlado por Suecia, mientras que el mar Negro estaba en manos del Imperio Otomano. Rusia sólo tenía salida al mar a través del mar Blanco. Así, le declaró la guerra a Suecia y comenzó una larga serie de conflictos conocidos como la “Gran Guerra del Norte”, que se extendió entre 1700 y 1721, y a la que se refiere Putin cuando lo toma de ejemplo.

El conflicto terminó con la derrota sueca y el alzamiento de Rusia como potencia de primer orden: Pedro I obtuvo acceso al mar Báltico y aprovechó de ese modo todas las posibilidades comerciales en la región.

EXPANSIONISTAS

En sus campañas contra los otomanos también salió airoso y logró controlar el mar Negro, expulsar a los tártaros e incluso logró un acuerdo con Polonia para obtener la ciudad de Kiev.

Poco después de terminada la guerra, en 1721, Pedro I decidió declarar a Rusia como imperio y asumió el título de “emperador de todas las Rusias”.

Se lo cataloga como un gobernante modernizador y al mismo tiempo despiadado: realizó cambios en la Iglesia ortodoxa, y renovó el alfabeto y el calendario rusos. Pero también ordenó y presenció la tortura a muerte de su propio hijo, el zarévich Alexei.

Pedro el Grande murió el 8 de febrero de 1725 por una infección en la vejiga. Lo sucedió su segunda esposa, Catalina I -oficialmente nombrada emperatriz por él-, quien gobernó hasta 1727. Poco antes de su muerte, Catalina I nombró heredero al nieto de Pedro, Piotr Alekseyevich (que reinó como Pedro II; 1727-1730). Más tarde, su hija Isabel (reinó de 1741 a 1762) y su nieto Pyotr Fyodorovich (reinó como Pedro III; 1762) se convirtieron en soberanos de Rusia.

Catalina La Grande / Vigilius Eriksen

Y es precisamente la esposa de Pedro III, Catalina II, más conocida como Catalina la Grande, otro de los paradigmas de Putin.

¿Cómo es que Catalina II llegó a ser la mujer más poderosa de Rusia? Para poner en contexto, a la hora de elegir esposa para su sucesor, el futuro Pedro III, la zarina Isabel no tuvo visión de futuro. Buscó a la hija de un príncipe insignificante, Sofía, para que su familia política no se metiera en los asuntos del Imperio.

No imaginaba que esa joven de 15 años nacida en Pomerania (por entonces territorio alemán), convertida en Catalina tras bautizarse por el rito ortodoxo, iba a “rusificarse” y desplazar del trono a su marido, un hombre que prefería recrearse con la caza o jugar con soldaditos de plomo en sus habitaciones antes que gobernar.

34 AÑOS DE CATALINA LA GRANDE

Durante sus 34 años de reinado (1762-1796), la soberana sería un modelo de ambición política y militar. Su expansionismo tuvo repercusiones geoestratégicas que llegan hasta el siglo XXI, como se ve con la invasión de Ucrania. Putin ha querido presentarse como el heredero de la política exterior de Catalina, siempre dispuesta a recurrir a las armas para conseguir sus objetivos.

Pero la dueña de Rusia no fue sólo la artífice de grandes victorias militares. Dotada de un singular talento para la propaganda, se sirvió de su amistad con ilustrados como Voltaire y Diderot para aparecer ante el mundo como progresista y colocar a su imperio en el mapa de Europa.

Para alcanzar el poder, conservarlo y triunfar, tuvo que ser dura, en ocasiones implacable. Tras llegar al trono, no dudó en deshacerse de Pedro III, el marido al que detestaba y denigraba. Pedro III era débil de carácter. Cuando la emperatriz Isabel murió en 1762, pronto se hizo evidente que aquel “niño en el cuerpo de un hombre”, como lo llamaba despectivamente su mujer, era incapaz de dirigir un imperio.

Apenas ocupó el trono de enero de 1762 a julio de ese mismo año, Catalina, apoyada por buena parte de la corte, dio un golpe de Estado para arrebatarle el poder.

Él lo aceptó de buena gana y sólo pidió retirarse a una lujosa villa con su amante y que lo dejaran llevarse su violín favorito.

Se lo concedieron, pero un mes después murió en extrañas circunstancias, posiblemente estrangulado por orden de uno de los amantes de Catalina, entre los que se destacó quien es considerado el hombre de su vida, Grigori Potemkin. Este fue el consejero que la convenció para conquistar Crimea y la actual costa ucraniana (ver aparte). Y así consiguió que sus dominios tuvieran una salida al mar Negro.