
Farandula y política. El flamante romance entre Fátima Florez y Javier Milei / captura de TV
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La vez en que un grupo de artistas argentinos creó un partido político y obtuvo dos bancas. La insólita candidatura a Presidente de Macedonio Fernández. ¿Ahora desembarcará Fátima Florez?
Farandula y política. El flamante romance entre Fátima Florez y Javier Milei / captura de TV
MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE
Cuando la política invade casi todo, el arte suele replegarse. Esto ocurre porque muchos artistas defienden su autonomía y procuran preservarse de la realidad exterior. Los dos -arte y política- se miraron de reojo, desconfiaron del otro y en muchas oportunidades se utilizaron. La política mecenas de un arte que muchas veces se burló de la política. La relación se sigue manejando hoy con esas y otras cambiantes sensaciones.
Es diferente también cuando se habla de artistas plásticos y músicos, que cuando se trata de escritores. Estos últimos se interesaron siempre más en los asuntos públicos y compusieron biografías, ensayos o poemas sobre la vida de los grandes políticos. La pluma y la espada fueron aliadas y también enemigas irreconciliables.
En épocas de autoritarismos, Virginia Woolf dijo que el autor de biografías políticas “escribe sobre las vidas de Hitler y Mussolini… el poeta inserta comunismo y fascismo en sus versos; el novelista se aparta de las vidas privadas de sus personas en favor de su entorno social y sus opiniones políticas” y sólo en ocasiones “se mantiene como paralizado”.
Woolf dijo estas palabras en una conferencia que brindó en 1936 en la Asociación Internacional de Artistas. En ese año el nazismo ya imponía sus cartas bravas en las mesas del mundo. La escritora diferenció a los pintores y músicos, cuya mayoría de ellos sostenía que el valor de su trabajo “dependía de la libertad de su pensamiento” y que, en cambio, mezclarse en los asuntos de la política era como cometer adulterio.
Pero hay otro género específico de artistas –el de los actores de teatro y luego los de cine y TV- que sintieron la atracción de la política y terminaron siendo protagonistas principales. El caso más estelar fue el del cowboys de películas de Hollywood, Ronald Reagan, que se sumó al partido Republicano y ejerció como 40º presidente de los Estados Unidos en dos períodos (1981 a 1989) y 33º como gobernador de California, también por ocho años (1967-1975)
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Woolf diferenció a los pintores y músico. Meterse en la política era como cometer adulterio
En la Argentina existen muchos ejemplos similares, aunque de menor repercusión institucional. Hace cien años, en la pasada década del 20, un grupo de actores argentinos decidió conformar un partido político. Y efectivamente, lo crearon.
Se llamó el Partido Gente de Teatro, que existió entre 1926 y 1930. Estuvo formado por actores, empresarios y críticos teatrales, autores y directores. Se presentaron en las elecciones municipales de la ciudad de Buenos Aires y resultaron electos el actor Florencio Parravicini y el empresario Augusto Alvarez. Habían obtenido el 6 por ciento de las votos porteños.
Florencio Parravicini
Los restantes candidatos habían sido Enrique García Velloso, el periodista Juan José de Soiza Reilly, Josué Quesada, Alfredo Camiña, Valerio J. Castellini, Arturo Mario, Julio C. Traversa, Enrique Muiño, el abogado Pedro B. Aquino, José González Castillo, Héctor G. Quiroga, Joaquín de Vedia, Francisco E. Collazo, Roberto Casaux y Alejandro E. Berruti.
El inicio de gestión fue tomentoso, porque un grupo del mismo partido, por una serie de disensos internos, cuestionó esas candidaturas ante la justicia electoral, dictaminándose en contra de la postulación de Alvarez que, entonces, no pudo asumir mientras que Parravicini –muy popular actor de cine y estrella en los teatros de calle Corrientes- ejerció como concejal hasta el derrocamiento del gobierno nacional de Hipólito Yrigoyen en 1930.
Parravicini –muy popular actor de cine y estrella en los teatros- ejerció como concejal
Parravicini tenía una personalidad volcánica, ecléctica y poco funcional. Su desempeño en el recinto fue discutido entonces. Para el recuerdo de su paso queda esta anécdota. El actor fundamentaba con elocuencia un proyecto y un concejal de otro bloque retrucó: “Parece que el amigo Parravicini está dando un martillazo en el clavo y 99 en la herradura…”. Con rapidez, el interpelado le respondió: “¿Y para qué mueve la pata el señor concejal…?”. Trifulcas, carcajadas de la barra y otros escándalos fueron la estela memorable que dejó Parravicini en la política.
En la misma década del 20 al 30, el escritor Macedonio Fernández, un intelectual esencialmente metafísico y surrealista, quiso ser presidente de la República y lanzó su candidatura.
El escritor Alvaro Abós, en un artículo publicado en La Nación, titulado “Macedonio candidato a Presidente” (12 de diciembre de 2002) empieza señalando que “la historia de esa candidatura no es sólo una anécdota más en la vida curiosa y secreta de ese gran escritor argentino. Es también una sátira del poder en la Argentina, de fuerte actualidad a pesar del tiempo transcurrido”.
Macedonio Fenández
Se avecinaban las elecciones de 1922 en las que resultaría electo Marcelo T. de Alvear. La “idea” de campaña electoral de Macedonio se basaba en una estrategia boca a boca, de modo que les dijo a sus colegas: hay que apalabrar a cien personas y “que cada uno se esfuerce en obtener diez adhesiones en dos meses”, de modo que en tres meses ya serían 3.000 adherentes y con ellos “formar una plataforma y plan de trabajo con gran esperanza”.
Relata Abós que “para desarrollar el plan, Macedonio citaba a sus prosélitos en la Confitería del Molino “todos los días entre las 15 y 19 horas”, y los sábados “entre 8.30 y 10”, mientras insistía en la falta de proyectos que observaba en el país: “Hay 300.000 sufragios sin compromiso ni orientación que esperan una idea”, aseguraba. En esto Macedonio no divagó y es más, se asimiló a una suerte de Nostradamus criollo.
Lo cierto es que se formó una peña de escritores que empezó a reunirse junto a Maceconio en La Perla del Once, de Rivadavia y Jujuy. A ella iban Jorge Luis Borges, Raúl Scalabrini Ortiz, Leopoldo Marechal, Eduardo González Lanuza, Santiago Dabove y Enrique Fernández Latour, entre otros. En los debates fueron virando, casi fatalmente, hacia terrenos más conocidos, los literarios- y fue cuando proyectaron escribir una novela entre todos (cada uno un capítulo) que iba a llamarse El hombre que será Presidente.
Dos mujeres, esposas de dos expresidentes, fueron acaso las precursoras
Borges, que según cuenta Abós, oficiaba de cronista y glosador de Macedonio Fernández, para sostener el posible andamiento de la candidatura presidencial, sostenía entonces que en la Argentina “muchas personas se proponen abrir una cigarrería y casi nadie ser presidente; de ese rasgo estadístico deducía (Macedonio) que es más fácil llegar a ser presidente que a dueño de una cigarrería”.
Lo cierto es que la candidatura de Macedonio fue un proyecto inconcluso, que no prosperó. Y tampoco la “dirigencia” macedoniana cumplió con su promesa de escribir la novela de tan apreciado nombre: El hombre que será Presidente.
Dos mujeres –una de ellas cantante de ópera, la segunda actriz de cine y de la radio- fueron acaso las precursoras del mayor acercamiento entre el artista y la política en la Argentina. Ellas fueron Regina Pacini y Eva Duarte, las dos esposas de sendos presidentes: Marcelo T. de Alvear y Juan Domingo Perón.
Pacini fue una referente de la cultura. Varios años después de ser primera dama, fundó en 1938 la Casa del Teatro de Buenos Aires, un asilo de actores con 45 habitaciones. Vivió en Villa Regina, su residencia de Mar del Plata y en Villa Elvira, en Don Torcuato. En 1942 enviudó y cuando murió a los 94 años sobrevivía con una modesta pensión nacional. Nada le quedaba de su fortuna, repartida en obras de beneficencia. Llevan su nombre una ciudad (Villa Regina) de la Provincia de Río Negro y calles de diversas localidades argentinas, incluyendo el barrio porteño de Puerto Madero.
Luis Brandoni, uno de los mejores actores de la escena nacional, militante histórico de la UCR / Archivo
Eva Duarte, trascendida a Evita, pasó de ser actriz a convertirse en una de las protagonistas políticas más importantes –y también discutidas- del siglo anterior. Se había destacado en radio primero, luego trabajó en cine y a poco de unirse a Perón desarrolló una intensa actividad social con la fundación que llevó su nombre. Muy popular, ya mítica, a poco de su temprana muerte el gobierno peronista la declaró “jefa espiritual de la Nación”.
Nito Artaza, Miguel del Sel, Fabián Gianola, Nacha Guevara, Palito Ortega, Luis Brandoni, Pinky, Maximiliano Guerra y Dady Brieva, entre otros, fueron los artistas que se acercaron a la vida política del país, algunos con avezada militancia, otros con tenues experiencias.
Ahora acaba de asomar otra actriz en el escenario político argentino. Se trata de la imitadora Fátima Florez, que mantiene una relación sentimental muy avanzada con Javier Milei, el candidato liberal a presidente que, ante el asombro general, arrasó en las últimas PASO. De prosperar el romance y llegar el hombre de la ”motosierra” a la Casa Rosada, habrá que ver cómo se las arreglarán otras actrices para imitar a la primera dama Fátima Florez.
Palito Ortega, de “Yo tengo Fe” a gobernar Tucumán / Archivo
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