Murió Correbo: presidencia, títulos, anécdotas con Bilardo y su amistad con dirigentes triperos

Estudiantes llora la muerte de Raúl Correbo, que tenía 86 años. La triste noticia se conoció en las últimas horas de ayer y provocó una enorme conmoción por tratarse de un personaje platense que, además de haber sido presidente de Estudiantes, fue referente en distintos ámbitos, respetado y querido. Tal como se informó, los restos del reconocido escribano serán velados este jueves de 17 a 21 y mañana viernes de 8.30 a 12.00 en la casa velatoria Viuda de Donato Boccia, ubicada en la calle 57 entre 5 y 6. Luego será cremado, ya que esa era su voluntad, según le dijeron familiares a este diario.

En una de las últimas entrevistas que le concedió a EL DIA, allá por julio de 2022, Correbo contaba los detalles de su presidencia, las anécdotas imperdibles con Carlos Salvador Bilardo, recordaba los títulos obtenidos y destacó la amistad que forjó con dirigentes de Gimnasia.

En los años 70, el escribano Correbo y su grupo de amigos estaban pendiente de los aconteceres de su amado Estudiantes de La Plata. Eran los tiempos post Mariano Mangano, había asumido la presidencia Zelindo Lentini, y Correbo acompañaría luego como secretario en la gestión de Ignacio Ercoli, “pero renuncié al poco tiempo por no fallarle a un amigo, el Negro Morales, que si bien era de Gimnasia, organizaba los bailes en Estudiantes. Él había arreglado para traer al cantante Roberto Carlos y Ercoli no quería que se hiciera en la cancha porque al día siguiente había partido. Al final se arregló, porque nos quedamos toda la noche desde que terminó el recital hasta el día siguiente limpiando la cancha, a mano, y se pudo cumplir con el recital y con el partido, pero yo después de eso renuncié”.

Llegaría después el año 81, el llamado a elecciones, y la insistencia de los amigos para formar una lista. “Me empezaron a dar manija amigos como Lito Caffé, Enrique Rapán, Nelson Oltolina, Chiche Denegri, Lalo Santoro, José Ferella, Héctor Branne y el Cholo Fauci, para que nos presentáramos y que yo fuera presidente. La verdad es que yo no quería saber nada, pero tanto insistieron que terminé aceptando. Y un día, en la cancha, la gente empezó a corear mi apellido. ‘Me parece que podemos ganar’, le dije a los muchachos. Y así fue, las elecciones fueron en noviembre y el resultado fueron las iniciales de Club Estudiantes de La Plata, porque el orden fue Correbo, Ercoli, Lentini, Pelliti, que fueron los adversarios en la contienda”.

Claro que después había que asumir y poner manos a la obra. Y contratar a un técnico para el primer equipo de fútbol.

“Eran Zubeldía o Bilardo, eso lo teníamos claro -cuenta Raúl- y los dos estaban en Colombia. Pero nos inclinamos por Bilardo, más que nada porque era más joven. Lo llamamos, y la primera reunión se hizo en mi escribanía. Le ofrecimos el cargo y él enseguida empezó con el equipo, ‘hay que traer a este y a aquel otro’, preguntó por el preparador físico, agarró el teléfono de la oficina y lo llamó al Yacaré Echeverría, al que hizo venir en pijama a la madrugada. Me preguntó por un arquero, porque el que teníamos no le gustaba y además se quería ir, y yo le dije que conocía a Delménico porque le había hecho la escritura de la casa de cuando jugaba en Gimnasia. ‘Sí, traeme a ese’, me dijo. El tema es que pasaban las horas y el Flaco seguía dibujando el equipo, hasta que le dije ‘pará Carlos, que todavía falta arreglar lo tuyo, ¿vos cuanto querés ganar?’. ‘No, no, me dijo, eso no es problema, después arreglamos, ahora hay que armar el equipo’. Lo cierto es que arreglamos al día siguiente, sólo de palabra, y hasta el final del ciclo jamás nos pidió un peso más”.

Las anécdotas con Carlos Salvador Bilardo en aquel año 82 resultan innumerables y el escribano Correbo las recuerda con una sonrisa. “Al poco tiempo de aquello nos pidió que juntáramos plata, que se iba a buscar a Sabella, que estaba en Inglaterra. Le dijimos que en el club no había mucha plata, que con qué lo íbamos a comprar. ‘No es nada, no es nada, junten lo que puedan, aunque sea para los pasajes’, nos dijo. El asunto es que entre todos pudimos juntar 20 mil dólares, y con eso se fue. No sé cómo hizo pero se lo trajo, creo que le dio algo a Alejandro y después se la pidió prestada para viajar, porque Sabella en ese sentido también era un fenómeno”.

“Después nos mandó por Trobbiani, otro gran tipo. Marcelo había tenido hepatitis y en Boca tenían miedo de que no se recuperara, pero Carlos nos había dicho que no nos preocupáramos que él lo iba a recuperar. En Boca negociamos con Martín Noel y con Heller, ellos se lo querían sacar de encima, y yo mismo redacté el contrato de compra y le puse un montón de cuotas, si pasa, pasa, me dije. Pero lo miraron, lo firmaron y nos trajimos a Trobbiani, un crack”.

Así se formaría un equipo brillante, con el título de Campeón como corolario, y mil anécdotas, como la del partido con Vélez a poco del final del campeonato. “Se decía que le darían los puntos a Vélez por el tema del petardo en los vestuarios, pero yo estaba tranquilo porque Grondona me había asegurado que el partido se definiría en la cancha, y así fue con aquel cabezazo memorable del Tata Brown”.

En aquellos tiempos como Presidente de Estudiantes, el escribano Correbo se codeaba con los dirigentes más importantes del fútbol argentino, con los que, como el mismo dice, “conocí de todo”.

“Yo al principio era muy pichón, y había cada nene que mama mía... Recuerdo que en una cena la pasé terrible. Éramos creo que nueve presidentes y nos habían convocado en un restaurante carísimo de Buenos Aires. Todos pedían los mejores vinos, no se escatimaba nada y yo ya me estaba preocupando porque no tenía mucha plata en el bolsillo. Hasta que llegó el momento de la cuenta y el mozo me la trajo a mí. Nadie movía un dedo para pagar y yo creo que ya estaba transpirando, hasta que Hugo Santilli, que era el presidente de River, se empezó a reír, agarró la cuenta, sacó una tarjeta y pagó todo. Yo la única tarjeta que tenía era la de la escribanía”.

“Otra vez me agarró un empresario mientras se estaba haciendo una transferencia, y me preguntó cuánto era lo mío. Yo lo miré raro y le dije que lo único que había pagado era el taxi. ‘No, su porcentaje’, me dijo. ‘Discúlpeme, pero creo que conmigo se equivocó’, le dije y se me quedó mirando asombrado. En el fútbol hay de todo”.

Otro de los momentos trascendentes de aquellos tiempos ocurrió con la partida de Carlos Bilardo a la Selección. “Una tardecita estábamos en el Country y llegó Julio Grondona. Estábamos conversando cuando se lo ve venir a Bilardo con un paquetito con carne para hacerse la comida, porque los jugadores ya se habían ido. ‘¿Que, se hace la comida él?’, me preguntó Grondona. ‘Y sí, Carlos es así’, le dije. Grondona me miró y me dijo, ‘si algo me faltaba para convencerme era esto, me lo llevo para la Selección’. ¿Qué le iba a decir?, era Grondona, la Selección y el futuro de Carlos. Y después todo terminó con la gloria en México 86”.

De aquellos tiempos, Raúl Gerardo Correbo guarda recuerdos y una interminable lista de amistades.

“De los jugadores -dice- puedo decir que me quedaron amigos como Sabella, Trobbiani, Gurrieri, Camino, Gugnali, Brown, Agüero, Landucci, Herrera... También dirigentes, muchos de Gimnasia como Héctor Delmar, Coco Sánchez, Oscar Venturino, Jorge Antonucci, eran todos señores dirigentes. Yo seguí en Estudiantes hasta el 86, pero tenía que dejar, porque había descuidado mi profesión y entendí que habíamos cumplido, que dejaba al club mejor de lo que lo habíamos tomado. Igual después me sucedieron grandes dirigentes, como Oltolina, Ferella, Cicchetti, Julio Alegre, yo tenía que seguir con mi vida”.

La vida lo llevaría entonces, tras diez años de noviazgo, a casarse con María Isabel Loza. El tenía ya 49 años y ella 32.

“Nos casamos en el año 89 y vivimos juntos con enorme felicidad hasta que este año la vida me la llevó, algo que todavía no puedo superar, y desde que comenzó su enfermedad, hace ya más de un año y medio, que no puedo salir de mi casa, aunque mis amigos me insisten en que de a poco lo tengo que intentar. Pero para mí sigue siendo muy difícil, porque fue un golpe demasiado grande”.

 

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