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Por MARTIN TETAZ (*)
Participación en las ganancias
Twitter: @martintetaz
El aviso sonaba hecho a medida; buscaban un contador para auditar las máquinas tragamonedas de un casino del sur. Había que mudarse a Neuquén, pero prometían que la paga sería “muy atractiva”.
El candidato llegó temprano a la entrevista, apoyó sus puños sobre la mesa tal y como se lo había indicado el coach y antes de que tuviera tiempo de hacer alguna de las preguntas que había preparado, recibió la propuesta. “La empresa ofrece dos alternativas de contratación; puede cobrar un sueldo fijo de $50.000 pesos, o uno variable dependiendo de cuanto gane el casino…”
Jorge explotó de angustia y se saltó el protocolo. Impostando un desinterés más falso que billete de 3 pesos, interrumpió al gerente de Recursos Humanos y preguntó; “¿Cómo sería la propuesta variable?”
Mire, los meses que la recaudación acabe por debajo del promedio del año pasado, usted sólo cobrará 25.000 pesos y en aquellas oportunidades en que los números sean mejores, usted se llevará 100.000.
Mientras dejamos que Jorge siga pensando, usted ¿Qué haría? ¿Iría por el pájaro en mano, o se arriesgaría a atrapar los 100 que están volando?
Justamente esta semana la Academia sueca les entregó el Premio Nobel de Economía a Olivier Hart y Bengt Holmström por demostrar que existe la posibilidad de que tanto el empleador como el empleado salgan ganando si encuentran la manera de asegurar que el trabajador se esfuerce al máximo posible, dándole además cierta seguridad de ingresos.
La tensión entre los incentivos y la estabilidad salarial es vital para entender el caso de nuestro candidato en cuestión, pero también para comprender bajo qué condiciones el postulado del artículo 14 bis de nuestra Constitución Nacional, cuando establece “leyes…que asegurarán al trabajador: condiciones dignas y equitativas de labor, jornada limitada; descanso y vacaciones pagados; retribución justa; salario mínimo vital móvil; igual remuneración por igual tarea; participación en las ganancias de las empresas…”, resulta realmente conveniente para el trabajador.
Hasta los trabajos de Hart y Holmström, más bien la tendencia era a pensar que la participación en las ganancias era una cuestión de justicia distributiva, pero lo que estos investigadores demostraron es que el grado de participación en los resultados influye en la producción también.
Para entender el problema pensemos que los resultados de una actividad económica pueden variar por el mayor o menor esfuerzo del trabajador, pero también por cuestiones fortuitas, que son independientes de la dedicación y habilidad del operario, pero que pueden hacer que un mes haya más ganancias y otro menos. Así, las máquinas tragamonedas funcionan mejor si están correctamente calibradas y controladas por el auditor, pero la ganancia también depende de que vaya más gente al casino, cosa que obviamente está fuera del control de este contador.
Por otro lado, si el dueño de la empresa o el jefe pudieran trabajar en el mismo espacio físico y con supervisión directa del desempeño del auditor, las cosas serían más fáciles. En ese caso simplemente establecerían en el contrato la lista de tareas a desarrollar y la remuneración fija que cobraría este trabajador todos los meses.
Sin embargo, al no tener la posibilidad de observarlo directamente, nunca sabrán si el contador realmente se esfuerza en su trabajo o si se la pasa tomando café y hablando con las señoritas que van a jugar a las máquinas tragamonedas que él debería controlar. Lo único que verán sus superiores serán los resultados, que en parte son atribuidos a cuán bien hace su trabajo Jorge, pero que también tienen una cuota de aleatoriedad.
Justamente esta semana la Academia sueca le entregó el Premio Nobel de Economía a Olivier Hart y Bengt Holmström por demostrar que existe la posibilidad de que tanto el empleador como el empleado salgan ganando si encuentran la manera de asegurar que el trabajador se esfuerce al máximo posible, dándole además cierta seguridad de ingresos
Si esa porción de azar no existiera, el contrato sería muy simple; bastaría con pagarle a Jorge un porcentaje de la ganancia de las maquinitas. Eso sería mucho mejor que darle un sueldo fijo porque alinearía los intereses del trabajador con los del empresario. Jorge ganaría más esforzándose y cumpliendo su tarea de manera eficiente. A su vez ese comportamiento maximizaría los beneficios de los empresarios. Así, la participación de los trabajadores en las ganancias es un esquema donde todos ganan.
Pero si el resultado estuviera influido por una cuota de casualidad, si la facturación de las maquinitas dependiera por ejemplo del clima, porque la gente juega más los días feos que en las jornadas de sol, o si la ganancia de esos mecanismos destinados a esquilmar a la gente cambiara en función de la suerte de los apostadores que cada tanto aciertan un pozo acumulado, ya no se podría incentivar tanto al trabajador a hacer su máximo esfuerzo pagándole un porcentaje de las ganancias, porque eso implicaría trasladarle el riesgo.
Y es aquí donde la contribución de Holmström fue más importante, porque lo que el nativo de Finlandia planteó es que había que encontrar variables que permitieran aislar los efectos del azar e identificar y premiar el esfuerzo del contratado. El casino podría por ejemplo usar los niveles de facturación de otros locales de juegos para ver si el que está siendo auditado por Jorge presenta mejores resultados que el resto, puesto que es más probable que ese diferencial sea en efecto el resultado de su mejor desempeño.
Más interesante aún, el problema del representante al que no se puede controlar completamente trasciende el ámbito empresario y constituye una de las fallas de la democracia, porque difícilmente puede el ciudadano monitorear todo lo que hace el gobernante. Siguiendo la propuesta de Holmstöm lo que deberíamos hacer es evaluar el desempeño del Presidente en relación al de otros países de la región, o el del gobernador o intendente en comparación a otras jurisdicciones similares, para ver si el crecimiento, los cambios distributivos, o los resultados en salud y educación son un fenómeno atribuible a las políticas locales o al hecho fortuito de que el viento sople a favor o en contra.
(*) El autor es economista, profesor de la UNLP y la UNNoBA, investigador del Instituto de Integración Latinoamericana (IIL) y autor de "Casual Mente" y "Psychonomics"
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