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Quintas y departamentos, sedes de la movida swinger platense

Con el acento puesto en la discreción y sin lugares públicos de referencia en la Ciudad, cientos de platenses practican el intercambio de parejas

Quintas y departamentos, sedes de la movida swinger platense

Una escena de la película “Dos más dos”·, que ya es un éxito de taquilla y puso en el centro de la atención a una práctica que se instaló en la Argentina en la década del `80

24 de Agosto de 2012 | 00:00

El estreno de la película “Dos más dos”, protagonizada por Julieta Díaz y Adrián Suar, iluminó una tendencia sexual que se fue instalando de a poco a partir de los años `80 en el país: el intercambio de parejas. Y si los referentes nacionales de la movida no dudan en indicar que en las grandes ciudades, como Buenos Aires o Córdoba, la práctica swinger dejó de ser tabú y son cada vez más numerosos y más jóvenes los que se suman, en La Plata las cosas son diferentes: la discreción sigue siendo el principal pilar del asunto. Así, mientras la cantidad de discotecas y bares swingers pasó en Buenos Aires de 1 a 6 en la última década -a las que se suman otras dos que funcionan en Córdoba- en La Plata, los swingers no tienen un lugar de reunión público y organizan sus encuentros en departamentos alquilados temporariamente para ese único fin o en quintas de las afueras.

Así lo cuenta Daniel Bracamonte, quien junto a su esposa Beatriz impulsan la movida swinger en la Argentina desde los años `80. En diálogo con este diario, Bracamonte destacó que la inexistencia de lugares públicos para swingers en La Plata no quiere decir que no haya platenses enrolados en el intercambio de parejas. Lejos de eso, el matrimonio -que está al frente de todo un circuito que incluye desde publicaciones hasta tours exclusivos para swingers- registra la existencia de más de 600 platenses que incursionaron en esta tendencia.

CARACTERISTICAS PROPIAS

“Por ser una ciudad chica y muy cercana a Buenos Aires, la movida swinger platense tiene características propias: se desarrolla en las discotecas porteñas o bien en quintas de las afueras de La Plata o en departamentos alquilados en La Plata especialmente para mantener encuentros”, dice Bracamonte.

No siempre fue así. En algún momento las parejas interesadas en incursionar en el intercambio tenían como base de operaciones a un sex shop de La Plata, encargado de contactar a los interesados. Más tarde hubo un intento de abrir una discoteca que no prosperó. “Apenas duró tres semanas”, dice Bracamonte.

Aunque más discreta, la movida platense registra las mismas tendencias que se observan a nivel nacional. El swinger, que alguna vez fue una actividad propia de parejas de entre 40 y 50 años y de clase media alta se extiende a otros grupos etáreos y a otros sectores sociales.

Así, hoy hay cada vez más jóvenes de entre 20 y 25 años que se suman al intercambio de parejas. Y también parejas de más de 60. Y aparecen, por caso, las primeras bailantas swingers, donde se encuentran parejas de sectores sociales de menores recursos.

La aparición de nuevos grupos etáreos tiene sus consecuencias: “Los chicos suelen ir a las discotecas de la movida y muchas parejas mayores no ven con buenos ojos que se trate muchas veces de parejas inestables, cuando una de las tradiciones swingers dice que se trata de una práctica característica de parejas muy consolidadas”, dice Bracamonte.

Del mismo modo, la aparición de mayores de 60 hace que, por una cuestión de comodidad, estos armen sus propios grupos y prefieran no mezclarse con los más jóvenes.

la pelicula y despues

La movida se colocó en el centro de la atención pública en las últimas semanas a partir del estreno de “Dos más dos”, una película protagonizada por Adrián Suar y Julieta Díaz, convertida en uno de los estrenos más taquilleros del año.

Para hacer el film, los productores se pusieron en contacto con la encargada de una de las discotecas swingers más renombradas de Buenos Aires. Allí confirmaron que el swinger es experimentado cada vez por parejas más jóvenes.

Nacido como un juego implementado por soldados norteamericanos que compartían una base con sus mujeres en el Pacífico después de la segunda guerra mundial, el swinger fue visto durante años como una práctica un tanto marginal y silenciada, aunque eso fue cambiando con el tiempo. Hoy se calcula que alrededor de 100.000 parejas lo practican en la Argentina, donde son ocho los clubes y discotecas exclusivos de la movida. Todos funcionan en Buenos Aires y en Córdoba. Estados Unidos es el país que más swingers tiene: son 4 millones de parejas y 4.000 clubes. En México, en tanto, se habla de 600.000 parejas y más de 400 boliches que funcionan como epicentro de la movida.

Aunque Bracamonte reconoce que la película no sólo hizo explotar la curiosidad de los legos, sino que también llevó a incrementar las consultas en los grupos de interesados en iniciarse que organiza junto a su mujer Beatriz, también considera que el planteo del film “tiene errores”.

“Por ejemplo, los personajes principales experimentan el intercambio de parejas a partir de una crisis y la propia experiencia los lleva a un problema en la relación. La prática no es así: no tiene que haber problemas de pareja para experimentarla. Y tampoco genera crisis de ese tipo. Porque quienes lo practican lo hacen en el marco de parejas consolidadas, a partir del consenso previo y la confianza”, dice Bracamonte.

En ese sentido, agrega que otra de las ideas “erróneas” que plantea la película es que uno de los integrantes de la pareja exige a otro que haga algo que no quiere hacer. “Eso jamás sucede en la práctica swinger, donde todo es consensuado y no se obliga a nadie a hacer algo que no quiere hacer”, dice.

Lejos de tratarse de una suerte de “vale todo” sexual, la práctica swinger tiene sus códigos muy estrictos. Entre ellos establece que el acercamiento con otra pareja puede ser verbal o corporal. Pero basta con un “no, gracias” o retirar la mano del otro para evitar el intercambio.

También supone no insistir. Un no es no y jamás se pregunta la razón de esa respuesta.

Las pautas establecen también un estricto anonimato: no revelar con quien se ha tenido una relación. Y determinar claramente las condiciones para tener un encuentro.

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