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Información General |LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL

Los libros para chicos, un verdadero boom

Las cifras revelan que cada vez se publican más historias destinadas a niños y pre adolescentes, y los propios autores y editores admiten un crecimiento de ventas del género en los últimos años. Cuáles son los nuevos modelos de relato y qué opinan los protagonistas del fenómeno

14 de Septiembre de 2014 | 00:00
EN LAS LIBRERÍAS, LOS STAND DE LITERATURA INFANTIL TIENEN UN ESPACIO CADA VEZ MÁS PREPONDERANTE
EN LAS LIBRERÍAS, LOS STAND DE LITERATURA INFANTIL TIENEN UN ESPACIO CADA VEZ MÁS PREPONDERANTE

Clic para ampliarNo sólo son relatos de hadas, bosques encantados o brujas y madrastras que atemorizan con su aspecto siniestro. En el mundo de la literatura infantojuvenil, de un tiempo a esta parte, empezaron a contarse también historias que incluyen padres separados, protagonistas que ostentan más miedos y debilidades que poderes especiales y desenlaces que no siempre tienen un final feliz. Y no es cuento: con registros novedosos, tramas que se animan a rozar temas de adultos y personajes impensados años atrás para entretener a un pre adolescente, el dinámico y multifacético mapa de la literatura dirigida a los más pequeños no para de crecer. Y claro: de sumar nuevos lectores en sus tierras de imaginación y fantasía.

Los libros infantiles aumentaron un 146% en la última década, un incremento que según la Cámara Argentina del Libro se debe a la calidad y variedad de oferta que brindan las editoriales y a los lenguajes y temáticas en esas obras

Alentada por escritores que piensan sus historias en un mundo que crece y se desarrolla al ritmo de las nuevas tecnologías, la narrativa para chicos retoma una tradición bien arraigada en nuestra cultura y, de la mano de nuevos personajes, protagoniza por estos días un fenómeno que confirman autores, libreros y editores. Así como en su momento fue Salinger con “El guardián en el centeno”, o Tolkien o Bradbury o Italo Calvino con “El barón rampante”, o tal vez los viejos tomos de la colección Robin Hood o “Juvenilia” de Miguel Cané, ahora aflora una nueva jungla no sólo de personajes y escenarios, sino de temáticas y de temores novedosos en la patria de las letras para chicos.

El fenómeno tiene sus números: las publicaciones infantiles aumentaron un 146% en la última década, un incremento que según la Cámara Argentina del Libro (CAL), editores y escritores, se debe precisamente a la calidad y variedad de oferta que brindan las editoriales; a los lenguajes y temáticas en esas obras; a una fuerte presencia del humor y a la sistematización de las compras estatales de libros para las escuelas públicas.

De acuerdo a los últimos datos de la CAL, en 2013 se publicaron en el país 9.689.438 volúmenes con obras destinadas a los más pequeños, 5.753.168 más que en 2003. Además, según esa entidad, un 24% del total de ejemplares editados el año pasado correspondió a literatura infantil y juvenil.

“Hubo mucho crecimiento en el campo de la literatura infantil en estos últimos años -sostiene la escritora María Teresa Andruetto, ganadora del Premio Hans Christian Andersen-: mucho desarrollo editorial, de autores, de ilustradores y de especialistas. Existe una industria fuerte, muchos emprendimientos editoriales, calidad de edición, algunas librerías especializadas, circuitos de ventas, compras estatales para que los libros lleguen a las escuelas y creciente interés académico”.

En tanto, la escritora Silvia Schujer planteó que el boom sucedió en los 80 con el retorno de la democracia, “cuando se pensó el género desde la literatura, desde una posibilidad de goce estético y no desde la pedagogía, y se publicaron así textos realmente interesantes, cuidadosos del bello uso del lenguaje y vanguardistas. A medida que ingresó a la escuela, se empezó a publicar mucho más pero con menos libertad; es decir, pensando que debían cumplir una premisa terrible para la literatura: ser políticamente correctos”.

Lo que dicen las autoras no hace más que confirmar que los libros para chicos han evolucionado hasta convertirse en verdaderos objetos de deseo, y el conocimiento de los chicos es tan amplio que hasta conocen a los escritores de cada historia y manifiestan preferencias por uno u otro autor.

Los ejemplos de este boom son cada vez más contundentes: John Green, autor del best seller “Bajo la misma estrella”, sin duda ocupa actualmente el puesto número entre las preferencias de los preasolescentes, pero el fenómeno conoce también de escritores locales consagrados: la argentina Isol Misenta, por caso, recibió el año pasado el premio Astrid Lindgrens, una especie de Nobel de Literatura infantil. Su mirada lúcida y algo irónica, sumado a sus ilustraciones que cuentan en clave de humor las historias de los personajes, es una de las razones del éxito. Pero no es la única: Pablo De Santis, Graciela Cabal, Graciela Montes, Silvia Schujer, Ricardo Mariño, Marcelo Birmarjer, Elsa Bornemann, Laura Devetach y Ema Wolf, son sólo algunos de los tantos ejemplos de autores que se animaron a tocar temas vinculados con “el mundo de los adultos” pero dirigido a los más chicos.

Para Natalia Ginzburg, jefa del departamento editorial División Libros de Editorial Atlántida, “la literatura infantil y juvenil vive, desde hace un par de décadas, una importante expansión”. La editora también reconoció la existencia de un boom, “si entendemos por ello que el mercado editorial, junto a sus actores más importantes, supieron canalizar el hecho de que, para gran parte de la sociedad el hábito de la lectura y el `objeto libro` en sí continúan siendo bienes de alto valor simbólico y de disfrute real para los niños y adolescentes”. Hija del universo de María Elena Walsh, la llamada nueva literatura infantil busca dejar de lado los relatos con moraleja final tan presentes décadas atrás y, de un modo lúdico, permitir en los más chicos el desarrollo del pensamiento crítico

Claro que no se puede hablar de literatura infantil sin mencionar el “libro-álbum”, una de las grandes vedettes dentro del mercado y donde la ilustración es tan importante como la historia. “Hay un auge de estos libros cada vez más acentuado -admiten desde las editoriales-. La ilustración y el texto son igualmente importantes. Y a veces en la ilustración se descubre algo no dicho en el texto. En muchos casos, el autor es también el ilustrador, lo que hace que ese diálogo sea uno”.

Hija del universo de María Elena Walsh, quien en la década del sesenta rompió con cierta mirada inocente, acartonada y acaso protocolar de la niñez, la llamada nueva literatura infantil -presente en Green pero también en De Santis o Birmajer- busca dejar de lado los relatos con moraleja final tan presentes décadas atrás y, de un modo lúdico, permitir en los más chicos el desarrollo del pensamiento crítico.

“Que haya un boom no significa que se traslade a mayor calidad”, advierte el escritor y diseñador Pablo Bernasconi, para quien actualmente “hay mucha más cantidad de libros, muchas más editoriales que avanzan sobre el terreno de la literatura infantil, lo que me parece bueno, pero me preocupa cuando está anclado solamente a un fenómeno comercial”.

Así las cosas, los pre adolescentes tienen a su disposición un mundo cada vez más prolífico de personajes y de historias, en tanto que a los más chicos se les ofrece una fuente inagotable de relatos donde, como se dijo, la trama que se narra tiene tanta importancia como sus ilustraciones.

Para quienes se dedican a estudiar el acceso a los libros en chicos de 1 a 3 años, precisamente, los más chiquitos -con sus padres- leen aventuras, álbumes en los que la ilustración tiene un protagonismo fundamental, poesía e historias cercanas a sus experiencias como la llegada de un hermano y otras fantásticas. Entonces, se apunta, el secreto para que los chicos lean más, mejor y con placer es una buena mediación de los padres. Eso se logra, para muchos, con la “vivencia” del proceso de lectura.

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