Un ídolo en el cine
| 12 de Junio de 2000 | 00:00

"Me encantó esta película. Me puso muy feliz la relación entre el papá y el hijo, que era lo que queríamos contar, estoy más que satisfecho con el producto y creo que la gente la pasa muy bien. Es una comedia para los papás y para los chicos, apunta al núcleo familiar. Apuntamos a eso: a que a la gente le pase lo mismo que nos pasó a nosotros, que nos podamos reír de las mismas cosas y emocionar de las mismas cosas. Tiene ese coctel que a mí me gusta tanto hacer". Así se expresa Francella, casi sin respiro, respecto del film que protagoniza por estos días, "Papá es un ídolo".
La película, dirigida por Juan José Jusid y guionizada por Marcos Carnevale, fue filmada en Sierra Nevada -Granada (España)- y cuenta la historia de Pablo (Francella) -ex esquiador profesional con fama internacional-, que lleva a su hijo Martín, de nueve años (Sebastián Francini), a esquiar a Sierra Nevada como regalo de cumpleaños. Allí se convulsionará todo cuando el papá se encuentra sorpresivamente con Melina, su ex mujer (Millie Stegmann) y Mauricio Fabri (Manuel Bandera), el actual esposo de ésta, que han sido convocados por una competencia en la que acuden esquiadores de todo el mundo. Pablo, entonces, debe enfrentarse a dos puntos álgidos: Melina, la cual trata de recuperar a su hijo, y Mauricio en quien deposita la frustración de su carrera.
¿Qué diferencias tiene con "Un argentino en Nueva York", ya que reúne al mismo equipo técnico, habla de una relación de padres e hijos y fue también filmada afuera?
"Con Natalia (Oreiro) era una hija adolescente. Acá es diferente, es un hijo de la edad del mío y tiene las vivencias similares de un padre con su hijo, pero acá la estructura es diferente. En ambos casos el padre es separado, pero aquí la madre los abandonó y él está viviendo con su hijo nada más..."
¿En esta relación de la película te sentís identificado con lo que te ocurre con tus hijos?
"La diferencia que hay entre la relación que yo tengo con Sebastián (Francini) en la película y la que tengo con mis hijos es que tengo una unión de familia muy importante, con mi mujer y con ellos, que es una relación muy afectiva y entrelazada. Y acá estamos solitos los dos, la madre nos abandonó, hay una experiencia muy traumática. De todos modos, tengo los códigos de un papá con un hijo como lo tengo con mi hijo varón: hay códigos de humor, códigos de emoción, nadie lo va a entender más al padre que ese hijo que sabe cuándo está enojado, cuándo alegre y contento. Eso, gracias a Dios, se pudo plasmar en la película."
¿Te queda la asignatura pendiente de hacer en cine un drama, porque todas tus películas fueron en tono de comedia?
"Sí, es cierto. Es como una asignatura pendiente, pero no me quita el sueño no hacer esos roles, ¿eh? A mí me pone muy feliz ver que todavía me sigo riendo de las mismas cosas que se ríe la gente, porque cuando hablás otro idioma, no va. Si vos te reís de algo que la gente se queda afuera es cuando siento que no hago personajes identificables. Si yo me puedo emocionar de las mismas cosas, reír de las mismas cosas y enamorarme de las mismas cosas, me siento feliz. Esto es lo que a mí me moviliza. Me pueden acercar un drama y lo puedo hacer, me gustaría hacerlo, pero no me quita el sueño... Por ejemplo, en 'La cena de los tontos', hago un personaje antagónico de lo que venía haciendo, un tonto total, y la gente se divierte mucho con el producto, y esto a mí me gratifica enormemente".
¿Pero vos elegiste, como línea de trabajo, hacer cosas siempre aptas para todo público o se dio de manera circunstancial?
"Yo no sé si lo elegí como línea de trabajo, pero a mí me gusta que todo el grupo familiar pueda disfrutar del producto, no que sea dirigido puntualmente a alguien. Mi objetivo es que la gente la pase muy bien, pero todo el grupo familiar, no sólo algunos".
La película, dirigida por Juan José Jusid y guionizada por Marcos Carnevale, fue filmada en Sierra Nevada -Granada (España)- y cuenta la historia de Pablo (Francella) -ex esquiador profesional con fama internacional-, que lleva a su hijo Martín, de nueve años (Sebastián Francini), a esquiar a Sierra Nevada como regalo de cumpleaños. Allí se convulsionará todo cuando el papá se encuentra sorpresivamente con Melina, su ex mujer (Millie Stegmann) y Mauricio Fabri (Manuel Bandera), el actual esposo de ésta, que han sido convocados por una competencia en la que acuden esquiadores de todo el mundo. Pablo, entonces, debe enfrentarse a dos puntos álgidos: Melina, la cual trata de recuperar a su hijo, y Mauricio en quien deposita la frustración de su carrera.
¿Qué diferencias tiene con "Un argentino en Nueva York", ya que reúne al mismo equipo técnico, habla de una relación de padres e hijos y fue también filmada afuera?
"Con Natalia (Oreiro) era una hija adolescente. Acá es diferente, es un hijo de la edad del mío y tiene las vivencias similares de un padre con su hijo, pero acá la estructura es diferente. En ambos casos el padre es separado, pero aquí la madre los abandonó y él está viviendo con su hijo nada más..."
¿En esta relación de la película te sentís identificado con lo que te ocurre con tus hijos?
"La diferencia que hay entre la relación que yo tengo con Sebastián (Francini) en la película y la que tengo con mis hijos es que tengo una unión de familia muy importante, con mi mujer y con ellos, que es una relación muy afectiva y entrelazada. Y acá estamos solitos los dos, la madre nos abandonó, hay una experiencia muy traumática. De todos modos, tengo los códigos de un papá con un hijo como lo tengo con mi hijo varón: hay códigos de humor, códigos de emoción, nadie lo va a entender más al padre que ese hijo que sabe cuándo está enojado, cuándo alegre y contento. Eso, gracias a Dios, se pudo plasmar en la película."
¿Te queda la asignatura pendiente de hacer en cine un drama, porque todas tus películas fueron en tono de comedia?
"Sí, es cierto. Es como una asignatura pendiente, pero no me quita el sueño no hacer esos roles, ¿eh? A mí me pone muy feliz ver que todavía me sigo riendo de las mismas cosas que se ríe la gente, porque cuando hablás otro idioma, no va. Si vos te reís de algo que la gente se queda afuera es cuando siento que no hago personajes identificables. Si yo me puedo emocionar de las mismas cosas, reír de las mismas cosas y enamorarme de las mismas cosas, me siento feliz. Esto es lo que a mí me moviliza. Me pueden acercar un drama y lo puedo hacer, me gustaría hacerlo, pero no me quita el sueño... Por ejemplo, en 'La cena de los tontos', hago un personaje antagónico de lo que venía haciendo, un tonto total, y la gente se divierte mucho con el producto, y esto a mí me gratifica enormemente".
¿Pero vos elegiste, como línea de trabajo, hacer cosas siempre aptas para todo público o se dio de manera circunstancial?
"Yo no sé si lo elegí como línea de trabajo, pero a mí me gusta que todo el grupo familiar pueda disfrutar del producto, no que sea dirigido puntualmente a alguien. Mi objetivo es que la gente la pase muy bien, pero todo el grupo familiar, no sólo algunos".
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