El robo al banco sería varias veces millonario
El grupo que asaltó la sucursal Acassuso del Río se llevó 600 mil pesos del tesoro y el contenido de 145 cajas de seguridad. Un golpe de ribete cinematográficos que desorientó a la policía
| 15 de Enero de 2006 | 00:00
Cuando los policías se dieron cuenta de que no era una toma de rehenes "de verdad" -destinada a negociar las condiciones de su entrega-, ya era demasiado tarde. Los ladrones estaban muy lejos con bolsas que contenían cientos de miles de billetes y montones de joyas. Por el túnel que habían construido durante varios meses se habían llevado los 600.000 pesos que estaban en la bóveda del Banco Río de Acassuso, partido de San Isidro, y el contenido de 145 cajas de seguridad, cuyo monto aún se desconoce, aunque ya se estima que sería varias veces millonario.
El increíble robo, con algunos aspectos sin antecedentes en la historia argentina, fue una "obra maestra de la delincuencia", según se animaron a confesar ayer varios jefes policiales consultados por este diario. Fue, en rigor, una combinación de ingenio y audacia que terminó con cientos de policías desorientados delante de decenas de cámaras de la televisión.
Cuando la policía entró pasadas las siete de la tarde del viernes al banco y se "enteró" de que los ladrones ya no estaban allí, no pudo determinar cuánto hacía que se habían ido, es decir, qué "ventaja" les llevaban. Luego tardó tres horas en encontrar por dónde (y, por lo tanto, estimativamente, hacia dónde) habían escapado. Y cuando finalmente "descubrió" el túnel, necesitó un buen rato para detonar las bombas cazabobos que los delincuentes habían dejado allí (la primera fue desactivada a las 0,12 del sábado) para poder saber dónde desembocaba.
A lo largo de esas primeras horas, la policía pensó primero que habrían escapado por una alcantarilla y pidió que Prefectura mandara buzos a esa zona del Río de la Plata. No había alcantarillas. Creyó entonces que estaban escondidos todavía en el Banco. Revisaron todo y no estaban. Supuso a continuación que cuatro de los 23 rehenes eran, en realidad, los ladrones. Pero no. Luego de manejar todas esas hipótesis encontraron el túnel.
Mientras tanto, anoche algunos dueños de cajas de seguridad del Banco Río de la avenida Libertador todavía intentaban saber si se encontraban entre los damnificados, luego de que las autoridades de la entidad informaron que los ladrones se llevaron los 600.000 pesos que estaban en el tesoro del banco y todo el contenido de 145 de las 408 cajas de seguridad que funcionan en el subsuelo del edificio de dos plantas.
La desorientación en la investigación quedó plasmada ayer durante la conferencia de prensa brindada en nuestra ciudad por el ministro León Arslanián y las máximas autoridades de la fuerza. Arslanián, que suspendió sus vacaciones y regresó al país, comentó sus sospechas sobre presuntas complicidades en el banco pero no pudo hablar de pistas firmes.
PUESTA EN ESCENA
Con precisión de especialistas en la materia, los delincuentes construyeron un túnel que conectó el banco con el desagüe pluvial de San Isidro, que pasa 15 metros abajo del subsuelo de la entidad. Por allí se fueron. Pero no lo utilizaron para entrar, porque para abrir las bóvedas donde están las cajas de seguridad se necesita bloquear un sofisticado sistema de alarmas y romper puertas blindadas casi infranqueables.
Por eso, sospechan los investigadores, planearon y realizaron una peligrosa y audaz puesta en escena: ingresar como cualquier cliente por la puerta, porque en horario de atención al público esas bóvedas están abiertas; simular un asalto común fallido, tomar rehenes para aparentar que querían entregarse y de esta manera ganar tiempo y, por último, utilizar el túnel para huir con el botín.
"Se demoraron demasiado en escapar, es muy raro", dijo un investigador en referencia al "fallido" golpe comando al banco. Es que habían pasado seis minutos hasta que llegaron los patrulleros y rodearon la entidad ubicada en la avenida Libertador y Perú y los policías creían que los habían "atrapado".
Las 23 personas que estaban en el lugar, entre clientes y empleados, fueron separados en tres grupos: 9 en el primer piso, 6 en la planta baja y los restantes 8 en el subsuelo y encerrados en oficinas.
NEGOCIACIONES TRUCHAS Y SEIS PIZZAS
Las negociaciones con la Policía comenzaron a viva voz. "Somos chorros, no secuestradores", gritaba desde el interior un hombre de unos 30 años, de impecable traje que llevaba un fusil colgado del cuello. Lo deberían haber tomado literalmente. Todavía faltaban algunos minutos para las 13 del viernes y la tensión iba en aumento.
Pero con el correr de las horas todo parecía encaminarse. La negociación se hacía a través de teléfonos "Nextel" y los ladrones parecían estar dispuestos a entregarse.
Eso creía la Policía porque los delincuentes, para entonces, seguían el plan al pie de la letra.
Primero, cerca de las 14, liberaron a los primeros rehenes: dos mujeres. Y ya pasadas las 16, el segundo grupo: fueron cuatro, entre los que estaban el policía que custodiaba la institución y un vigilador privado. A éstos últimos, incluso, les devolvieron las armas que les habían quitado, pero sin las balas. Creen que eligieron a los custodios porque podían "molestar" en el plan.
El jefe del grupo delictivo le dijo al negociador del Grupo Halcón que tenía hambre y la liberación de los últimos rehenes fue un intercambio. Pizzas y gaseosas para todos, fue el pedido. Eran las 5 de la tarde cuando llegó un oficial con las seis cajas de especial y muzzarella que le habían exigido. Pero se quedó en la puerta esperando, mientras la comida se le enfriaba en las manos.
SILENCIO SOSPECHOSO
Las máximas autoridades de la Policía bonaerense, entre ellos el superintendente Daniel Rago, y el fiscal Jorge Apolo, no sabían qué hacer. Los francotiradores del Grupo Halcón ya no veían a través de los blíndex del banco a un hombre de barba candado que vestía una chomba de color salmón. Hubo algunos contactos más, esporádicos, con el ladrón que tenía el "Nextel", pero después sobrevino el silencio. Para entonces, los asaltantes estaban muy lejos. Se cree, incluso, que las últimas "negociaciones" se hicieron cuando la fuga ya estaba en proceso.
El ingreso al banco del Grupo Halcón -mientras cientos de policías de distintas reparticiones controlaban los alrededores-, pasadas las 19, fue de lo más extraño. Sólo encontraron asustados rehenes, quienes fueron retirados de inmediato del lugar. En un primer recorrido, hallaron una granada en un techo del subsuelo, que desmantelaron. Y recorrieron los alrededores con helicópteros en búsqueda de los sospechosos.
Mientras los policías trataban de encontrar un sospechoso entre los atemorizados testigos, uno de los agentes hizo finalmente el hallazgo que dejó helados a todos: en el subsuelo, detrás de un pesado fichero metálico, había un boquete. Por ahí se habían escapado con el millonario botín. Y habían dejado otra sorpresa: una bomba "cazabobos" en la entrada del túnel.
Pero todavía los aguardaba otra sorpresa. Cuando, ya en la madrugada, lograron llegar a la entrada al desagüe pluvial, no pudieron abrir la puerta que habían colocado los delincuentes: una placa metálica amurada con tornillos desde el interior.
El increíble robo, con algunos aspectos sin antecedentes en la historia argentina, fue una "obra maestra de la delincuencia", según se animaron a confesar ayer varios jefes policiales consultados por este diario. Fue, en rigor, una combinación de ingenio y audacia que terminó con cientos de policías desorientados delante de decenas de cámaras de la televisión.
Cuando la policía entró pasadas las siete de la tarde del viernes al banco y se "enteró" de que los ladrones ya no estaban allí, no pudo determinar cuánto hacía que se habían ido, es decir, qué "ventaja" les llevaban. Luego tardó tres horas en encontrar por dónde (y, por lo tanto, estimativamente, hacia dónde) habían escapado. Y cuando finalmente "descubrió" el túnel, necesitó un buen rato para detonar las bombas cazabobos que los delincuentes habían dejado allí (la primera fue desactivada a las 0,12 del sábado) para poder saber dónde desembocaba.
A lo largo de esas primeras horas, la policía pensó primero que habrían escapado por una alcantarilla y pidió que Prefectura mandara buzos a esa zona del Río de la Plata. No había alcantarillas. Creyó entonces que estaban escondidos todavía en el Banco. Revisaron todo y no estaban. Supuso a continuación que cuatro de los 23 rehenes eran, en realidad, los ladrones. Pero no. Luego de manejar todas esas hipótesis encontraron el túnel.
Mientras tanto, anoche algunos dueños de cajas de seguridad del Banco Río de la avenida Libertador todavía intentaban saber si se encontraban entre los damnificados, luego de que las autoridades de la entidad informaron que los ladrones se llevaron los 600.000 pesos que estaban en el tesoro del banco y todo el contenido de 145 de las 408 cajas de seguridad que funcionan en el subsuelo del edificio de dos plantas.
La desorientación en la investigación quedó plasmada ayer durante la conferencia de prensa brindada en nuestra ciudad por el ministro León Arslanián y las máximas autoridades de la fuerza. Arslanián, que suspendió sus vacaciones y regresó al país, comentó sus sospechas sobre presuntas complicidades en el banco pero no pudo hablar de pistas firmes.
PUESTA EN ESCENA
Con precisión de especialistas en la materia, los delincuentes construyeron un túnel que conectó el banco con el desagüe pluvial de San Isidro, que pasa 15 metros abajo del subsuelo de la entidad. Por allí se fueron. Pero no lo utilizaron para entrar, porque para abrir las bóvedas donde están las cajas de seguridad se necesita bloquear un sofisticado sistema de alarmas y romper puertas blindadas casi infranqueables.
Por eso, sospechan los investigadores, planearon y realizaron una peligrosa y audaz puesta en escena: ingresar como cualquier cliente por la puerta, porque en horario de atención al público esas bóvedas están abiertas; simular un asalto común fallido, tomar rehenes para aparentar que querían entregarse y de esta manera ganar tiempo y, por último, utilizar el túnel para huir con el botín.
"Se demoraron demasiado en escapar, es muy raro", dijo un investigador en referencia al "fallido" golpe comando al banco. Es que habían pasado seis minutos hasta que llegaron los patrulleros y rodearon la entidad ubicada en la avenida Libertador y Perú y los policías creían que los habían "atrapado".
Las 23 personas que estaban en el lugar, entre clientes y empleados, fueron separados en tres grupos: 9 en el primer piso, 6 en la planta baja y los restantes 8 en el subsuelo y encerrados en oficinas.
NEGOCIACIONES TRUCHAS Y SEIS PIZZAS
Las negociaciones con la Policía comenzaron a viva voz. "Somos chorros, no secuestradores", gritaba desde el interior un hombre de unos 30 años, de impecable traje que llevaba un fusil colgado del cuello. Lo deberían haber tomado literalmente. Todavía faltaban algunos minutos para las 13 del viernes y la tensión iba en aumento.
Pero con el correr de las horas todo parecía encaminarse. La negociación se hacía a través de teléfonos "Nextel" y los ladrones parecían estar dispuestos a entregarse.
Eso creía la Policía porque los delincuentes, para entonces, seguían el plan al pie de la letra.
Primero, cerca de las 14, liberaron a los primeros rehenes: dos mujeres. Y ya pasadas las 16, el segundo grupo: fueron cuatro, entre los que estaban el policía que custodiaba la institución y un vigilador privado. A éstos últimos, incluso, les devolvieron las armas que les habían quitado, pero sin las balas. Creen que eligieron a los custodios porque podían "molestar" en el plan.
El jefe del grupo delictivo le dijo al negociador del Grupo Halcón que tenía hambre y la liberación de los últimos rehenes fue un intercambio. Pizzas y gaseosas para todos, fue el pedido. Eran las 5 de la tarde cuando llegó un oficial con las seis cajas de especial y muzzarella que le habían exigido. Pero se quedó en la puerta esperando, mientras la comida se le enfriaba en las manos.
SILENCIO SOSPECHOSO
Las máximas autoridades de la Policía bonaerense, entre ellos el superintendente Daniel Rago, y el fiscal Jorge Apolo, no sabían qué hacer. Los francotiradores del Grupo Halcón ya no veían a través de los blíndex del banco a un hombre de barba candado que vestía una chomba de color salmón. Hubo algunos contactos más, esporádicos, con el ladrón que tenía el "Nextel", pero después sobrevino el silencio. Para entonces, los asaltantes estaban muy lejos. Se cree, incluso, que las últimas "negociaciones" se hicieron cuando la fuga ya estaba en proceso.
El ingreso al banco del Grupo Halcón -mientras cientos de policías de distintas reparticiones controlaban los alrededores-, pasadas las 19, fue de lo más extraño. Sólo encontraron asustados rehenes, quienes fueron retirados de inmediato del lugar. En un primer recorrido, hallaron una granada en un techo del subsuelo, que desmantelaron. Y recorrieron los alrededores con helicópteros en búsqueda de los sospechosos.
Mientras los policías trataban de encontrar un sospechoso entre los atemorizados testigos, uno de los agentes hizo finalmente el hallazgo que dejó helados a todos: en el subsuelo, detrás de un pesado fichero metálico, había un boquete. Por ahí se habían escapado con el millonario botín. Y habían dejado otra sorpresa: una bomba "cazabobos" en la entrada del túnel.
Pero todavía los aguardaba otra sorpresa. Cuando, ya en la madrugada, lograron llegar a la entrada al desagüe pluvial, no pudieron abrir la puerta que habían colocado los delincuentes: una placa metálica amurada con tornillos desde el interior.
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE