AFTER OFFICE
Por IRENE BIANCHI
| 27 de Agosto de 2007 | 00:00

Bate que bate que bate, chocolate
- ¡Sos un quemo, Amelia! ¿Cómo te podés poner esa remera con la cara de Sandro?
- No me la saco desde el domingo pasado, el cumple de mi ídolo.
- Además de cholula y ridícula, roñosa, entonces.
- ¿Y qué querés que haga? Soy la pionera de sus "nenas". Me fui con la carpita y acampé en la puerta de su casona de Banfield desde el viernes.
- ¡Vos estás enferma!
- Sí, creo que con la llovizna y el fresquete que me chupé, quedé peor que el Gitano.
- No, enferma de la cabeza digo. ¿Cómo te puede gustar alguien tan grasa?
- ¡Más grasa será tu abuela! Lavate la boca con jabón antes de hablar así de nuestro Elvis.
- Seguro que hasta le tiraste un calzón. Aunque, conociendo tus gustos y tu talle, más bien una bombacha de campo.
- Me pregunto qué hará Sandro con tanta ropa interior, acumulada a lo largo de tantos años.
- Bien podría organizar el Museo de Lencería de las últimas décadas.
- O poner un localcito en una feria paraguaya.
- Che, ¿y le robaste un piquito, por lo menos?
- No pude. Me atajaron los pechetos.
- Mejor. Mirá que a un tipo que besó a una chica por la fuerza, lo están por mandar en cana.
- Por qué yo jamás me cruzo con uno de ésos? Nunca una alegría.
- No te preocupes, Mirna. El chocolate da igual placer que un beso, y se consigue más fácil.
- Leí esa encuesta. También dice que las mujeres inglesas lo prefieren al sexo. ¿Será cierto?
- Las fuleras y las jovatas no tienen opción.
- Ni hablar si sos fulera y jovata. Como nosotras, bah.
- Chocolate siempre va a haber. En cambio hombres...
- ¿Vieron la nueva moda de los tipos? No más pool, billar, truco, una birra o un tinto. Ahora los posmodernos practican "Paintball". Se disfrazan de soldados y juegan a la guerra, disparándose pintura. ¡Si serán chiquilines!
- Peor los fanáticos de la PlayStation. Dicen que las compran para sus hijos y después las acaparan los grandulones. Se copan con el "Winning Eleven" los pendeviejos. ¿No les da vergüenza?
- Parece que no.
- ¿No será que las minas les hemos roto demasiado las guindas?
- ¿Qué te agarró, Lili? ¿Un súbito ataque de autocrítica?
- No, digo, así como nosotras lo pasamos de diez chusmeando o haciendo shopping, ellos prefieren hacer rancho aparte y recuperar los juegos de infancia, más sofisticados tecnológicamente que la pelota de trapo, eso sí.
- Yo estoy harta de esta nueva masculinidad. Prefiero al hombre de las cavernas, viejo y peludo.
- Tal cual. Pasaron del mandato "los hombres no lloran" a moquear por cualquier pavada. Y hasta se arreglan más que nosotras, los guachos.
- Y corren con la enorme ventaja de no tener celulitis.
- No sean gatafloras, compañeras. A ustedes no hay macho que les venga bien.
- Y buá, a falta de sexo, brindemos con estos bombones de licor. ¡Chin, chin!
- ¡Sos un quemo, Amelia! ¿Cómo te podés poner esa remera con la cara de Sandro?
- No me la saco desde el domingo pasado, el cumple de mi ídolo.
- Además de cholula y ridícula, roñosa, entonces.
- ¿Y qué querés que haga? Soy la pionera de sus "nenas". Me fui con la carpita y acampé en la puerta de su casona de Banfield desde el viernes.
- ¡Vos estás enferma!
- Sí, creo que con la llovizna y el fresquete que me chupé, quedé peor que el Gitano.
- No, enferma de la cabeza digo. ¿Cómo te puede gustar alguien tan grasa?
- ¡Más grasa será tu abuela! Lavate la boca con jabón antes de hablar así de nuestro Elvis.
- Seguro que hasta le tiraste un calzón. Aunque, conociendo tus gustos y tu talle, más bien una bombacha de campo.
- Me pregunto qué hará Sandro con tanta ropa interior, acumulada a lo largo de tantos años.
- Bien podría organizar el Museo de Lencería de las últimas décadas.
- O poner un localcito en una feria paraguaya.
- Che, ¿y le robaste un piquito, por lo menos?
- No pude. Me atajaron los pechetos.
- Mejor. Mirá que a un tipo que besó a una chica por la fuerza, lo están por mandar en cana.
- Por qué yo jamás me cruzo con uno de ésos? Nunca una alegría.
- No te preocupes, Mirna. El chocolate da igual placer que un beso, y se consigue más fácil.
- Leí esa encuesta. También dice que las mujeres inglesas lo prefieren al sexo. ¿Será cierto?
- Las fuleras y las jovatas no tienen opción.
- Ni hablar si sos fulera y jovata. Como nosotras, bah.
- Chocolate siempre va a haber. En cambio hombres...
- ¿Vieron la nueva moda de los tipos? No más pool, billar, truco, una birra o un tinto. Ahora los posmodernos practican "Paintball". Se disfrazan de soldados y juegan a la guerra, disparándose pintura. ¡Si serán chiquilines!
- Peor los fanáticos de la PlayStation. Dicen que las compran para sus hijos y después las acaparan los grandulones. Se copan con el "Winning Eleven" los pendeviejos. ¿No les da vergüenza?
- Parece que no.
- ¿No será que las minas les hemos roto demasiado las guindas?
- ¿Qué te agarró, Lili? ¿Un súbito ataque de autocrítica?
- No, digo, así como nosotras lo pasamos de diez chusmeando o haciendo shopping, ellos prefieren hacer rancho aparte y recuperar los juegos de infancia, más sofisticados tecnológicamente que la pelota de trapo, eso sí.
- Yo estoy harta de esta nueva masculinidad. Prefiero al hombre de las cavernas, viejo y peludo.
- Tal cual. Pasaron del mandato "los hombres no lloran" a moquear por cualquier pavada. Y hasta se arreglan más que nosotras, los guachos.
- Y corren con la enorme ventaja de no tener celulitis.
- No sean gatafloras, compañeras. A ustedes no hay macho que les venga bien.
- Y buá, a falta de sexo, brindemos con estos bombones de licor. ¡Chin, chin!
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