Calentamiento global: La consciencia cala en los hogares

Cuando en 2004 la apertura del predio de la Ceamse puso mil toneladas de basura por día a pocas cuadras de su patio en Villa del Plata, Jorge Safar resolvió que no iba a ser él mismo parte del problema y empezó a reciclar sus residuos domiciliarios. Aquella preocupación por su entorno cercano no tardó, sin embargo, en conducirlo hacia una consciencia más amplia del alto precio que se paga por ciertas comodidades. Hoy, Safar y su familia no sólo se hacen cargo de sus desechos: también se preocupan por no derrochar agua ni energía.

Lejos de los días en que el calentamiento global era visto como una amenaza dudosa, cierta consciencia de responsabilidad individual parece instalarse de a poco también entre nosotros. Con distintas motivaciones, un número creciente de familias ha comenzado a adoptar en su casa diferentes prácticas para no contribuir con el deterioro del planeta.

Algunos cambiaron por lámparas de bajo consumo o evitan usar el auto cuando no es necesario; otros, tienen composteras para recuperar los residuos orgánicos y hay quienes rechazan las bolsas del nylon o incluso se preocupan por no comprar productos con envases de difícil reciclaje.

Aunque incipiente, y en ocasiones también contradictoria con otros hábitos de vida, esa actitud de mayor compromiso personal por el medio ambiente es una señal que algunas organizaciones ambientalistas advierten con optimismo. Sostienen que es la transformación que podría marcar verdaderas diferencias en las próximas décadas.

La posibilidad de reducir las emisiones de dióxido de carbono, una de las causas principales del calentamiento planetario, no sólo depende de grandes políticas de Estado. Cada vez son más las campañas que ponen énfasis en la necesidad del cambio individual hacia estilos de vida ambientalmente sostenibles.

Tal es la tesis que propone, entre otros, el ex candidato a presidente de Estados Unidos, Al Gore, en su documental "La Verdad Incómoda". Allí explica que la solución a esa enorme amenaza que es el calentamiento global pasa por no ser cada uno de nosotros una pequeña parte del problema; la misma conclusión a la que Jorge Safar -empleado y padre de un adolescente- llegó en su casa de Villa del Plata sin haber visto el film.

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"En mi caso -cuenta Safar- todo empezó con una lucha personal contra la Ceamse, que me llevó a desasnarme en lo que hace a la problemática de los residuos urbanos. La alternativa actual para el tratamiento de la basura es insostenible: no podemos seguir enterrando la basura indefinidamente. Por eso nosotros casi no sacamos residuos a la calle; recuperamos todo lo que se puede reciclar".

Al igual que algunos de sus vecinos de esa zona de Ensenada -donde no existe un plan de reciclado municipal-, Safar acumula en el fondo de su casa cartones, botellas, envases plásticos y latas. Cada sábado, un cartonero pasa a recoger esos desechos y los reinserta en el circuito productivo.

A una escala pequeña -aunque determinante si se generaliza- esa actitud individual equivale a "un menor consumo de combustible para el transporte y gestión de residuos; un menor gasto de energía y de recursos no renovables para volver a producir los materiales; y, sobre todo, una menor emisión de los gases que generan tanto esos procesos como la basura que se entierra", explica Horacio De Beláustegui, presidente de la Fundación Biósfera.

Es que "al ser compactada y enterrada, en ausencia de oxígeno, la basura da lugar a una actividad bacteriana que genera metano. Y el metano es uno de los gases de efecto invernadero más peligrosos, ya que tiene un poder calorífico treinta veces mayor al del dióxido de carbono", comenta De Beláustegui.

Consciente de este fenómeno, Gabriel Mendivil -otro vecino de Ensenada- no sólo recicla sus residuos sólidos sino que además realiza su propio tratamiento de los desechos orgánicos en una compostera. Restos de verdura, cáscaras de huevo... todo lo que sobra de su cocina va a parar a un tanque de 200 litros que tiene en el fondo de la casa y de donde obtiene abono para una pequeña huerta familiar.

Gabriel y su mujer son también especialmente responsables con lo que consumen. "Nos fijamos que los envases sean de material reciclable y tratamos de no usar ni bolsas de nylon ni otros plásticos, como las bandejas de comida, que son muy difíciles de recuperar. El camino está en la actitud de consumo", sostiene él.

Además de reciclar y tener también una compostera en su casa, Marcelo Miranda y Matilde Zúcaro han convertido el cuidado y la divulgación de la flora nativa del litoral rioplatense en una cruzada personal. El sábado pasado, por ejemplo, donaron más de sesenta árboles de su vivero experimental El Albardón para un proyecto barrial de reforestación en las proximidades de la laguna Los Patos.

Plantar árboles es otro de los recursos a mano para frenar el calentamiento planetario. Un sólo árbol puede absorber más de una tonelada de dióxido de carbono a lo largo de su vida. "Es nuestra forma de contribuir con una consciencia más respetuosa del medio ambiente. No se puede pretender que la gente valore las plantas nativas si no las conoce"; explica Marcelo.

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También Pedro Ruellán, un electrotécnico de La Plata, encontró en su propio campo profesional su manera de contribuir con el cuidado del medio ambiente. A través del estudio de los manuales de electrodomésticos desarrolló una suerte decálogo para el uso responsable de la electricidad. Desde que lo puso en práctica en su casa ha logrado reducir su consumo al punto de ahorrarse hoy el pago de dos bimestres al año.

¿La fórmula? Muy sencilla: apagar los electrodomésticos en lugar de dejarlos en modo de reposo (stand by), reemplazar lámparas comunes por otras de bajo consumo, cambiar regularmente el filtro de la aspiradora y el lavarropas, limpiar la parte trasera de la heladera, dejarle espacio suficiente para que disipe calor y verificar el buen estado de sus burletes, adaptar los termostatos según sea verano o invierno y evitar usar equipos con motores eléctricos alrededor de las 10 de la mañana y las 8 de la noche, cuando el pico de demanda hace que el voltaje de la red sea menor a 220, entre otras cosas.

"El uso inteligente de la electricidad no sólo beneficia al planeta, sino a la economía personal de quien lo hace. No es complicado, sólo hay que organizarse un poco", sostiene Ruellán, que realiza regularmente charlas para contarle a otros las ventajas de lo que él aprendió.

Lograr que en nuestro país se generalice una consciencia sobre el consumo responsable, no sólo de electricidad, "es particularmente difícil -opina Alejandro Meitin desde la fundación ambientalista Ala Plástica- Los vaivenes de nuestra economía llevan a que la gente, cuando tiene una mínima posibilidad, consuma como si se le fuera la vida".

"Aún así -agrega Meitin- es el gran salto que vamos a tener que dar. En Argentina estamos todavía en el estadío de la denuncia; tenemos que pasar al de la responsabilidad individual. La incorporación de estas buenas prácticas ambientales en nuestra vida diaria no debería ser considerada un asunto de militantes; sino la transformación imprescindible para un planeta en crisis".

Sin considerarse militantes ambientalistas, algunos ya empezaron a entenderlo.