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Suma adeptos la "vida lenta" en el mundo del diseño

Suma adeptos la "vida lenta" en el mundo del diseño

Suma adeptos la

14 de Marzo de 2008 | 01:00
Natalie Chanin dirige una empresa, Alabama Chanin, que vende prendas de ropa exquisita cosida a mano y hecha a base de camisetas viejas y productos caseros. Diseñados por Chanin y su colaborador, Butch Anthony, y hechos a mano por sus artesanas -las "damas", como las llama ella-, de su calidad natal, Florencia, Alabama, sus productos son ejemplos del diseño lento, que es un término metabólico más que filosófico.

"Lento" significa que, en Alabama, Chanin realiza su trabajo siguiendo los principios del movimiento de la comida lenta, que, en esencia, desafía a la gente a usar ingredientes locales que se hayan recolectado y reunido de una forma responsable con la sociedad y con el ambiente. Sobre todo, hacen hincapié en la lentitud de la creación y el consumo de los productos como contraposición al ritmo frenético de la vida del siglo XXI. "Bueno, limpio y justo" es el credo de la comida lenta, que ya salió de la cocina y se extendió al resto de la casa.

Aunque la comida lenta ha entrado en su tercera década de existencia, el diseño lento, como movimiento global establecido con un manifiesto oficial y cerca de 85 mil miembros en más de 100 países, está aun en pañales. Pero es verdad que cada vez hay más gente que se convierte al diseño lento, como Jhon Brown, arquitecto de Calgary, Alberta, cuya página web, abierta desde hace un año, theslowhome.com, insta a los consumidores a decir no a la "arquitectura de la cómica rápida", y Geir Berthelsen, un experto en motivación cuya página web, slowplanet.com, que se podrá visitar a partir de mediados de marzo, tiene el objetivo de ser un centro neurálgico para todas las cosas lentas, desde los viajes lentos hasta las compras lentas y el diseño lento, según Berthelsen.

Chanin, entretanto, ha escrito un libro, Alabama Stitch Book: Pojects and Stories Celebrating Hand-Sewing, Quilting, and Embroidery for Contemporary Sustainable Desig (El libro de costura de Alabama: proyectos e historias en honor a la costura a mano, el guateado y el bordado para su diseño contemporáneo sostenible), cuya publicación está prevista para marzo. Allí da instrucciones sobre cómo hacer sábanas troqueladas y enseña su credo lento: usar desechos para fabricar algo nuevo, tomándose el tiempo necesario para hacerlo.

Para algunos diseñadores, esto significa salir de los estudios. Christien Meindertsma, una diseñadora holandesa, teje alfombras con agujas enormes y lana hilada del vellón de ovejas galesas que ella misma ha visto. Y es algo muy lento lo de ir a conocer a tu propia lana.

También se están diseñando otros objetos para el hogar para aquellos que estén viviendo la vida demasiado rápido. Por ejemplo, Thorunn Arnadottir, un diseñador islandés, fabricó un reloj que utiliza una tira de cuentas puestas en un disco de metal con agujeros. Cada cinco minutos se cae una cuenta, por lo que marca el tiempo de una forma que parece ralentizarlo. Y si retiras las cuentas, paras el tiempo.

Una cesta hecha de junco diseñada por Alastair Fuad-Luke, un "suministrador de diseño sostenidble" británico -como se describía hace poco a sí mismo-, se vuelca si la llevas demasiado rápido, y "por tanto, te ralentiza por momentos mientras vuelves a ponerla bien", explica Fuad-Luke (un estudiante suyo diseñó una vez un badén para salón como los que se ven en las carreteras concurridas. "O lo pasas por encima", afirmaba, "o a lo mejor te apetece recostarte a su lado y darle un abrazo").

Katrin Svana Eythorsdottir, otra diseñadora islandesa, fabricó una "lámpara de araña" con cuentas de glucosa pegadas a un cordel que atrapaban la luz atural. Después de cinco meses, la lámpara se desintegraba, como era la intención de Eythorsdottir, que quería crear un objeto temporal y biodegradable. Es verdad que una lámpara que se descomponga parece algo relativamente rápido, pero resulta que un objeto doméstico con fecha de caducidad de fábrica es una noción lenta, según Carolyn Strauss, diseñadora, curadora y fundadora de SlowLab, un centro de estudios de diseño que se creó hace tres años con oficinas en Manhattan y Amsterdam, y que se dedica a buscar lo lento en la vanguardia del diseño. "Lo que no harías es comprarte esa lámpara e irte dos semanas de vacaciones", sostiene Strauss. "Es un objeto que te gustaría apreciar por su naturaleza temporal y, por tanto, bella".

Lo lento, según Carl Honoré, un periodista canadiense que vive en Londres, a veces es simplemente una actitud. Su libro publicado en 2005, In Praise of Slow: Challenging the Cult of Speed ("Oda a lo lento: desafiando el culto a la velocidad"), reúne todo tipo de movimientos lentos: desde el sexo tántrico hasta la comida lenta y la Sociedad para la Deasceleración del Tiempo, un grupo social con sede en Austria que en una ocasión pidió a los organizadores de los Juegos Olímpicos que les dieran medallas a los atletas que tengan las marcas más lentas.

Asimismo, lo lento es una idea a la que le ha llegado su hora. "Cuando estaba documentándome para el libro", comenta, "si buscabas movimiento lento en Google, no salía nada. Pero ahora hay cientos de páginas web y todas las semanas me llegan mensajes de estudiantes que quieren escribir sus tesis sobre ciudades lentas o diseño lento".

En consecuencia, el tráfico y las preguntas que llegan a inpraiseofslow.com, el blog de Honoré, le están sobrepasando, y va a delegar sus lentas tareas a Slowplanet, una página web que Berthelsen y él están montando juntos.

En las charlas que da en empresas europeas, Berthelsen insta a los empleados a trabajar con más inteligencia, no más rápido ni más duramente, y a tener más en cuenta el proceso que el producto. "Siempre he tenido en mente el mantra de que el rápido gana al grande", explica, "pero el lento ganará al rápido".


Fuente: The New York Times

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