Destino Final 4 de David R. Ellis
| 30 de Octubre de 2009 | 00:00

Esta cuarta parte no tiene nada nuevo que la distinga de las demás. La desquiciada escena final de la segunda ni siquiera se sugiere y el final truncado de la primera y la tercera, aquí, paradójica y fastidiadamente, se continúan. A esto se le suma que las actuaciones son bastante deplorables teniendo en cuenta que en este tipo de género no pedimos mucho.
Sólo nos queda el 3D. Parece que en algunos momentos es inevitable no pestañar. No en las escenas donde las tripas bailan bajo una lluvia roja sino que hace falta una pequeña tuerca en el asfalto para que nos sobresaltemos del asiento pensando que terminaremos como Felipe Massa. ¿Pero de qué estamos hablando? ¡Es una película! Es una proyección, es mentira lo que se ve ahí (o por lo menos eso me dicen desde chico). ¿Por qué vamos a incomodarnos gracias a algo que esta filmado hace un año y además está retocado digitalmente?
Que la gente salió corriendo en masa, que sólo una persona despavorida escapó gritando, que uno se tiró desde la platea, todo por ver un tren llegando a una estación. Mitos que se preservan, se refutan, se vuelven a reflotar y vuelta a refutar. ¿Pero son tan difíciles de creer? Si con un tornillito, 100 años después, cerramos los ojos antes de que la pantalla nos asuste creo que tal vez sería totalmente entendible que esto haya sucedido. Entonces dejemos que sigan vivas las leyendas, sabemos hace rato que al cine lo vivimos en carne propia, físicamente.
Pero la saga Destino final tiene algo particularmente cinematográfico. Es imposible no sentirse atraído por la caótica peripecia de los objetos. ¿Cómo entender que seguimos interesadísimos el programa de manualidades de Un condenado a muerte se escapa sin que se nos cuente los materiales a usar ni su utilidad? Con el mismo método, pero esta vez en una suerte de causa y efecto, una lógica demoníaca (lo más atemorizante del diablo no es que sea malo sino que sea inteligente), aquí se logra que un simple corte de cabello sea lo más horroroso del mundo.
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