Maradona debe envidiar a Sabella
Gallego quiso evitar la paliza y defendió como si Independiente fuera un equipo chicoPor MARTÍN MENDINUETA
| 15 de Septiembre de 2009 | 00:00

Puede caer más o menos simpático, según el gusto de cada uno, pero el "Tolo" Gallego sabe de fútbol. Cuando terminó el primer tiempo, caminando hacia el vestuario visitante, lo acompañaba una certeza horrible: Estudiantes le había "pegado" un toque de novela; y el empate uno a uno, que a esa altura del domingo todavía tenía guardado en el bolso, presentaba los inequívocos rasgos de un auténtico milagro.
Aquel brillante capítulo albirrojo conquistó, en muy buena ley, un lugar muy dulce en la memoria colectiva. Fue tiki-tiki a morir.
Verón, además de ser el tutor natural de la gestación, dibujó un par de malabares productivos impecables que arrancaron el asombro de propios y extraños. Su media hora inicial resultó admirable. Si a esto le sumamos que Benítez fue el inmaculado conductor de "El arte de la elegancia"; el uruguayo Díaz, un violinista zurdo cada vez más idóneo; Enzo Pérez, la daga letal que nace por derecha y rompe tejidos por el medio; y los de arriba, tanto Boselli como Salgueiro, tipos complicadísimos para una defensa "roja" que se la pasó rezando, la diferencia entre dominador y dominado arrojó una brecha abrumadora.
Gallego se la vio venir y quiso evitar la golpiza feroz. Plenamente consciente de lo poquito que tiene (un equipo chico con nombre grande) amontonó gente atrás y se encomendó a la diosa fortuna. Hubiera sido una enorme injusticia que esta versión tan empobrecida como penosa del mítico "Rey de Copas" se hubiese llevado un punto. No lo mereció. Su orfandad fue tal que en todo el segundo tiempo apenas pudo gritar "uuuuhhhh" con una discreta volea de Andrés Silvera.
"CHINO" BASICO
A partir de la salida de la "Brujita" (minuto 10 del complemento), la estatura futbolística de Leandro Benítez alcanzó un brillo superlativo. Con la naturalidad que caracterizan a sus movimientos, puso pases deliciosos. Encontrando hendijas entre tantas camisetas rivales, jugó él de maravillas y promovió el lucimiento de sus compañeros.
No tengo dudas, por adentro el "Chino" se hace más grande. Sin sentirse asfixiado por la raya, lejos del vértigo propio de los carrileros y siempre "de novio" con la pelota, no juega, desfila. Todos lo buscan para abrir candados. Si se anima a probar mucho más seguido desde la media distancia, con pelota en movimiento, su cotización seguirá engordando sin pausa.
En un conglomerado de actuaciones individuales tan sólidas como convincentes, lo vi, nítido, primera figura. Su compromiso con las necesidades del equipo me impidieron dudar: El "Chino" fue el mejor. Sin gambetear como Messi, ni derrochar temperamento como Mascherano, el más fino exponente de la cuna de Berisso puede permitirse, respetuosamente, soñar con una citación para probarse la celeste y blanca en el predio de Ezeiza.
¿CUANTO INCIDE UN TECNICO?
La discusión arrastra montañas de almanaques. "Acompañan, contienen, hacen los cambios y poco más", afirman unos. "Definen el perfil, la identidad y hasta el carácter de sus equipos. Tienen mucha incidencia; cada vez más"; responden otros.
La actualidad de la Selección Argentina, triste y vergonzante para el corazón herido de la patria futbolera, es una muestra fiel de que los directores técnicos sobresalen infinitamente más por sus carencias que por sus virtudes. Los buenos facilitan el crecimiento de sus dirigidos en un proceso sigiloso, reservando la estridencia como patrimonio casi excluyente de sus dirigidos. Los malos, en cambio, son puestos en evidencia por su propia torpeza. Cuanto más groseras son las fallas, mayor es la exposición de esos conductores suicidas en la vidriera del desencanto.
Hoy Diego Maradona debe envidiar a Alejandro Sabella. "Pachorra" dirige a un Señor equipo, mientras que el que fuera el más grande futbolista surgido en este país, ni por asomo puede sentir lo mismo. Conducir es sinónimo de guiar y sólo puede hacerlo quien está convencido del rumbo a tomar.
No sorprende la especulación periodística que asegura una marcada presencia "Pincha" en la próxima y decisiva convocatoria de AFA. Maradona necesita urgente un equipo y, ya sin tiempo para edificarlo, optaría por pedírselo a quien lo tiene.
En alguna esquina de la vida, la conciencia le reprochará a Julio Grondona haberle entregado tamaña responsabilidad a un hombre que ha tenido tantas dificultades para conducir su vida. El error madre no nació contra Brasil ni contra Bolivia en La Paz, se engendró en un gélido escritorio de calle Viamonte.
Aquel brillante capítulo albirrojo conquistó, en muy buena ley, un lugar muy dulce en la memoria colectiva. Fue tiki-tiki a morir.
Verón, además de ser el tutor natural de la gestación, dibujó un par de malabares productivos impecables que arrancaron el asombro de propios y extraños. Su media hora inicial resultó admirable. Si a esto le sumamos que Benítez fue el inmaculado conductor de "El arte de la elegancia"; el uruguayo Díaz, un violinista zurdo cada vez más idóneo; Enzo Pérez, la daga letal que nace por derecha y rompe tejidos por el medio; y los de arriba, tanto Boselli como Salgueiro, tipos complicadísimos para una defensa "roja" que se la pasó rezando, la diferencia entre dominador y dominado arrojó una brecha abrumadora.
Gallego se la vio venir y quiso evitar la golpiza feroz. Plenamente consciente de lo poquito que tiene (un equipo chico con nombre grande) amontonó gente atrás y se encomendó a la diosa fortuna. Hubiera sido una enorme injusticia que esta versión tan empobrecida como penosa del mítico "Rey de Copas" se hubiese llevado un punto. No lo mereció. Su orfandad fue tal que en todo el segundo tiempo apenas pudo gritar "uuuuhhhh" con una discreta volea de Andrés Silvera.
"CHINO" BASICO
A partir de la salida de la "Brujita" (minuto 10 del complemento), la estatura futbolística de Leandro Benítez alcanzó un brillo superlativo. Con la naturalidad que caracterizan a sus movimientos, puso pases deliciosos. Encontrando hendijas entre tantas camisetas rivales, jugó él de maravillas y promovió el lucimiento de sus compañeros.
No tengo dudas, por adentro el "Chino" se hace más grande. Sin sentirse asfixiado por la raya, lejos del vértigo propio de los carrileros y siempre "de novio" con la pelota, no juega, desfila. Todos lo buscan para abrir candados. Si se anima a probar mucho más seguido desde la media distancia, con pelota en movimiento, su cotización seguirá engordando sin pausa.
En un conglomerado de actuaciones individuales tan sólidas como convincentes, lo vi, nítido, primera figura. Su compromiso con las necesidades del equipo me impidieron dudar: El "Chino" fue el mejor. Sin gambetear como Messi, ni derrochar temperamento como Mascherano, el más fino exponente de la cuna de Berisso puede permitirse, respetuosamente, soñar con una citación para probarse la celeste y blanca en el predio de Ezeiza.
¿CUANTO INCIDE UN TECNICO?
La discusión arrastra montañas de almanaques. "Acompañan, contienen, hacen los cambios y poco más", afirman unos. "Definen el perfil, la identidad y hasta el carácter de sus equipos. Tienen mucha incidencia; cada vez más"; responden otros.
La actualidad de la Selección Argentina, triste y vergonzante para el corazón herido de la patria futbolera, es una muestra fiel de que los directores técnicos sobresalen infinitamente más por sus carencias que por sus virtudes. Los buenos facilitan el crecimiento de sus dirigidos en un proceso sigiloso, reservando la estridencia como patrimonio casi excluyente de sus dirigidos. Los malos, en cambio, son puestos en evidencia por su propia torpeza. Cuanto más groseras son las fallas, mayor es la exposición de esos conductores suicidas en la vidriera del desencanto.
Hoy Diego Maradona debe envidiar a Alejandro Sabella. "Pachorra" dirige a un Señor equipo, mientras que el que fuera el más grande futbolista surgido en este país, ni por asomo puede sentir lo mismo. Conducir es sinónimo de guiar y sólo puede hacerlo quien está convencido del rumbo a tomar.
No sorprende la especulación periodística que asegura una marcada presencia "Pincha" en la próxima y decisiva convocatoria de AFA. Maradona necesita urgente un equipo y, ya sin tiempo para edificarlo, optaría por pedírselo a quien lo tiene.
En alguna esquina de la vida, la conciencia le reprochará a Julio Grondona haberle entregado tamaña responsabilidad a un hombre que ha tenido tantas dificultades para conducir su vida. El error madre no nació contra Brasil ni contra Bolivia en La Paz, se engendró en un gélido escritorio de calle Viamonte.
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